Mapa de campos municipales y superficie de césped sintético. SH

Los campos de fútbol en los que Salamanca ha gastado 3,5 millones y que Europa pide cambiar

La guerra de las autoridades europeas a los microplásticos tóxicos pone en el horizonte la sustitución de los terrenos de juego de hierba artificial por otros que no tengan las 'bolitas' negras y a pesar de la fuerte inversión realizada en los últimos veinte años

Félix Oliva

Salamanca

Lunes, 16 de octubre 2023

Después de más de dos décadas sustituyendo los campos de hierba natural por césped artificial, la guerra de las autoridades europeas contra los microplásticos pone en el horizonte una costosa sustitución que obligaría a Salamanca a invertir en terrenos con nuevas tecnologías que eviten este tipo de sustancias, presentes en las bolitas negras que amortiguan los botes del balón. Un giro ambiental que llega tras haber invertido unos 3,5 millones de euros en cambiar a superficie sintética prácticamente todos los campos de fútbol de la ciudad, una docena de los 10.000 que hay en toda España.

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La propuesta ha llegado por sorpresa tras publicar la Comisión Europea un comunicado en el que anuncia medidas para restringir los microplásticos añadidos intencionadamente. La restricción, a la que se pone fecha, abarca todas las partículas de polímeros sintéticos inferiores a cinco milímetros que son orgánicas, insolubles y resistentes a la degradación. Afecta, en concreto, «al material de relleno granular utilizado en superficies deportivas sintéticas, la mayor fuente de microplásticos intencionales en el medio ambiente», según las autoridades europeas, que pretenden dar un plazo de ocho años para su prohibición y obligación de sustituir por otros modelos no contaminantes.

La normativa se va a aprobar de forma inmediata y, en parte, es la que ha prohibido productos cosméticos como la brillantina. El objetivo final es que dejen de usarse estos productos con microplásticos y, en el caso de los campos de fútbol, se aplicará tras un período de ocho años a fin de dar a los propietarios y gestores de terrenos de juego el tiempo necesario para cambiar a otras alternativas y permitir que la mayoría de los terrenos deportivos existentes lleguen al final de su vida útil.

Se calcula que los costes para todas las partes interesadas, la industria, los clubes deportivos y los municipios ascenderán a 19 000 millones de euros en los próximos veinte años.

Sustitución obligada

Fuentes municipales esperan acontecimientos, ya que faltaría por desarrollar una orden o reglamento, pero la realidad es que la normativa se va a aprobar de forma inmediata y tiene todas las prerrogativas de las autoridades europeas. La Comisión tiene ahora la intención de recopilar todas las dudas sobre la norma en un documento informal de preguntas y respuestas que se publicará en el sitio web oficial poco después de que empiecen a aplicarse las nuevas normas, es decir, antes del fin de 2023.

En estos momentos, Salamanca cuenta con catorce terrenos de juego de superficie sintética. Son los campos de la ciudad deportiva Rosa Colorado, el Zurguén, Chamberí, El Tori de las instalacion del Helmántico, La Salud (campo de arriba y campo de abajo), Nemesio Martín 'Neme', Ángel Pérez Huerta (izquierda y derecha), Vicente del Bosque (con anexo entrenamiento) y Reina Sofía (anexo), además de los tres que hay en la ciudad deportiva de La Aldehuela.

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Todos ellos han sido objeto de sustitución en los últimos años. De hecho, en 2021 se procedió a transformar el último campo de hierba natural de titularidad municipal que quedaba en la ciudad, el segundo de Pizarrales. Después, se hizo un cambio a la inversa con el del Reina Sofía, que pasó a ser de pasto por exigencias de la competición en la que milita Unionistas. Y al margen quedan las pistas y el Tori, en las instalaciones del Helmántico, que no están en el término de Salamanca, aunque sí son municipales.

En el paso de hierba natural a la artificial el consistorio ha invertido unos 3,5 millones de euros en los últimos años desde que se sustituyó el primero de carácter público, el de Garrido, que ya ha sido objeto de un primer reemplazo. Aquella primera obra data de 2001 y, en 2018, se renovó por completo tras ganarse durante años la fama de 'rompe rodillas'.

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Después de aquello, el paso de pasto a césped artificial fue una constante tanto en campos existentes como en los nuevos que se levantaron en Chamberí o Zurguén; poco a poco se sustituyeron todos los de tierra y, en última instancia, los últimos naturales. La excepción, los de las pistas del Helmántico y el Reina Sofía. El coste de cada obra ha ido oscilando entre los 200.000 y más de 300.000 euros por contrato, según los accesorios, y también ha ido bajando de precio con el tiempo.

Otras alternativas

Aquella transformación se hizo en aras de una mayor economía y facilidad de uso. Un campo de hierba natural no se puede usar de forma intensiva y requiere más mantenimiento, cuidados y, llegado el caso, sustitución. Por contra, la superficie artificial puede aguantar cada vez más años en buenas condiciones, no limita las horas de uso y requiere agua y arreglos, pero no al nivel del tradicional. Sin embargo, ahora la superficie sintética tiene una gran pega: el uso de microplásticos.

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Según las autoridades europeas, están presentes en las bolitas negras de caucho que se usan para dar consistencia al césped y que el balón tenga bote. Según la pretensión de las autoridades europeas, la solución es pasarse a otras alternativas y hacerlo antes de la próxima sustitución. Las opciones existen y pasan por prescindir del caucho: se puede sustituir por arena o incluso hierba natural para terrenos mixtos.

Unos materiales tóxicos

La Comisión ha calificado como «un gran paso en la lucha contra la contaminación por microplásticos» la adopción, en el marco de la legislación de la UE sobre sustancias químicas (REACH), de medidas que restringen los microplásticos añadidos intencionadamente a los productos. Se calcula que cada año se liberan en la UE 42 000 toneladas de microplásticos añadidos intencionadamente a los productos. Las nuevas normas evitarán la liberación al medio ambiente de aproximadamente medio millón de toneladas de microplásticos. Una vez en el medio ambiente, los microplásticos no se biodegradan y no pueden eliminarse. Se acumulan en los animales, incluidos los peces y los mariscos, y, por tanto, los seres humanos también los consumen por medio de los alimentos. La exposición a microplásticos en estudios de laboratorio se ha vinculado a una serie de efectos negativos (eco)tóxicos y físicos en los organismos vivos.

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