La dureza de luchar contra los incendios desde el aire en Salamanca: «Es espeluznante ver cómo las llamas devoran casas»
El teniente Díaz Guerra, piloto del 43 Grupo del Ejército del Aire, ha participado en misiones de extinción en algunos de los incendios más graves de Salamanca y zonas limítrofes
Adrenalina y atención ante una toma fugaz de decisiones. Incertidumbre, cambios de rumbo en cuestión de minutos y un cielo compartido entre humo y fuego. Así se vive la lucha contra los incendios forestales desde la cabina de un avión.
En plena campaña de incendios forestales, la Base Aérea de Matacán en Salamanca es un punto clave de coordinación y despegue de aeronaves especializadas en la extinción. Allí, el teniente Díaz Guerra, del 43 Grupo del Ejército del Aire, ha participado en operaciones en incendios de gran magnitud como el de Jarilla (Cáceres), que se extendió a Candelario (Salamanca), así como en El Payo y en varios focos de Zamora y León.
«A veces toca empezar de cero en un mismo día»
Su labor está marcada por la incertidumbre: «El humo y la dirección del viento pueden cambiar la planificación en cuestión de horas. A veces toca empezar de cero en un mismo día». Además de las inclemencias meteorológicas, los pilotos comparten espacio aéreo con otras aeronaves de extinción y con aves, que pueden impactar en el fuselaje o motor y provocar fallos.
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Desde que se recibe el aviso, la ley concede 60 minutos para el despegue. Los turnos de vuelo alcanzan las cuatro horas y media sin posibilidad de levantarse del asiento, en condiciones de calor extremo agravadas por las olas de calor, el reflejo del sol en la cabina y el calor generado por el propio incendio.
«Lo más duro es ver cómo las llamas se acercan a las poblaciones y devoran casas»
La llegada a un incendio está marcada por la adrenalina: localizar la columna de humo, valorar el viento, comprobar la saturación de las comunicaciones y buscar las zonas de carga de agua. «Se ven cosas espeluznantes desde arriba: animales huyendo, casas ardiendo, personas tratando de ayudar», relata. En Salamanca, la quema de pastos es habitual, pero lo más duro, afirma, es «ver cómo las llamas se acercan a las poblaciones y devoran casas».
Incendios cíclicos, pero devastadores
Sobre la intensidad de los fuegos, Díaz Guerra asegura que los incendios son «cíclicos» y dependen de la prevención y los recursos disponibles. «El 2022 fue un infierno por el calor que hizo», recuerda. La orografía salmantina, más llana que zonas como el Valle del Jerte o Sanabria, facilita las maniobras, aunque las operaciones pueden prolongarse hasta 12 horas en casos de emergencia. Aun así, el límite legal de 100 horas de vuelo cada 28 días obliga a reorganizar turnos para garantizar la seguridad.
«Hay que cuidar más el medio ambiente»
El teniente lanza un llamamiento a la ciudadanía con un mensaje claro: «He volado a siete mil, ocho mil y hasta diez mil pies, y lo único que veía era todo negro. Lugares donde antes había vida y recuerdos, ahora calcinados. Hay que cuidar más el medio ambiente y extremar las precauciones en zonas de riesgo».