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El Pegaso Z-102 Berlinetta Saoutchik con el chasis número 137. Aguttes

La fortuna que se ha pagado por el excepcional Pegaso Z-102 que Salamanca tuvo en su Museo de la Automoción

Se ha vendido en una subasta en Bruselas por más de 400.000 euros uno de los últimos ejemplares del 'Ferrari español', una unidad de 1954 con una historia fascinante: lo tuvo un cliente próximo al régimen franquista y pasó por varias manos hasta que su dueño salmantino lo compró y restauró con esmero durante años

Félix Oliva

Salamanca

Martes, 14 de octubre 2025, 16:57

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Uno de los extraordinarios Pegaso Z-102 que formó parte de la exposición del Museo de Historia de la Automoción se ha convertido en la estrella de la última subasta de automóviles clásicos en Europa, donde se ha pagado una cifra pocas veces vista por uno de estos automóviles españoles de altas prestaciones, una rareza industrial y tecnológica de la España del franquismo. El coche se ha vendido este día 11 de octubre en Bruselas en una subasta organizada por la casa francesa Aguttes que tenía como principal reclamo tres de los rarísimos Z-102, un coche deportivo conocido como el 'Ferrari ibérico' del que se fabricaron sólo 86 unidades.

La unidad ahora vendida permaneció durante años en el Museo de Historia de la Automoción de Salamanca, así lo anuncia la propia casa de subastas en su ficha. Entonces, ¿por qué se ha vendido? En realidad, siempre fue propiedad de uno de los hijos del coleccionista e impulsor del mismo, Demetrio Gómez Planche, que lo cedió para su exposición hasta 2020. Así se pudo admirar este ejemplar junto con otra unidad del mítico deportivo, también propiedad de la familia, que hace unos años formó parte de una adquisición municipal para mantener la unidad de la colección y que no se perdiera en manos privadas.

El Pegaso Z-102 negro en 1954 que Aguttes ha vendido por 434.236 euros, resultado oficial de la subasta, ya ha podido ser recogido por su nuevo propietario del depósito en el que permanecía a partir de este lunes, 13 de octubre. Su nuevo dueño es un coleccionista de nacionalidad belga que ha pagado una de las sumas más elevadas de los últimos años por uno de los legendarios deportivos de Pegaso. Su intención es crear una colección y posiblemente se quede expuesto en Bruselas. «Está en buenas manos», dice su hasta ahora propietario, que pudo conocer al comprador durante la subasta.

El coche, mientras estuvo expuesto en el Museo de Historia de la Automoción. MHAS

La unidad era la estrella de una subasta en Bruselas junto con otros dos Pegaso que no se han vendido. La puesta en escena fue fabulosa. Hace un mes y medio el coche viajo a París para las fotos del catálogo de la casa de subastas; se pidió permiso para tener la ciudad sin tráfico para poder fotografiar las tres joyas españolas, las tres piezas más destacadas de la subasta del día 11 de octubre.

Una cotización notable

Se estimaba incluso un precio entre medio millón y 700.000 euros, y prácticamente se ha alcanzado. ¿Mucho o poco? La cotización de los Pegaso siempre ha sido un asunto controvertido. Sus acérrimos creen que valen más, algunas unidades han rozado el millón de euros, pero la realidad es que esta es la unidad por la que se ha pagado más dinero en los últimos diez años en una subasta.

La incursión de Pegaso en los automóviles deportivos tiene una gran aura entre los coleccionistas, aunque no es habitual que alcancen tan alta cotización, casi nunca llegan al nivel de los Ferrari, Jaguar, Bugatti o Talbot de su época. Pero en este caso se trata de un coche con una historia y unas características únicas, con todas sus piezas originales, restaurado con absoluto respeto a su historia y con un pedigrí, tipología y avatares totalmente documentados.

Esta ha sido la tarea de su hasta ahora propietario, dueño del coche durante 40 años, todo un empeño vital del que fuera director del museo, y que hace tres inició una restauración minuciosa que ha acabado en venta.

El deportivo de las élites franquistas

El ejemplar guarda una historia fascinante, como la de la aventura que la conocida marca de camiones hizo a mediados del siglo XX para adentrarse en el terreno todavía inexplorado de los superdeportivos. A finales de los años '40 del siglo pasado, España casi acababa de salir de la Guerra Civil, pero necesitaba motorizar su transporte. La empresa estatal ENASA adquiere en Barcelona los talleres donde se fabricaron los Hispano-Suiza y, bajo la dirección técnica del ingeniero Wilfredo Ricart, se funda Pegaso.

El objetivo era fabricar camiones y vehículos de transporte, pero Ricart era un genio que no tenía suficiente con eso. En 1951, Pegaso presenta su deportivo Z-102, un coche muy avanzado, con motor V8 y unos 300 CV, el tope de la época. Su diseño asombró al mundo tanto como el aspecto de los coches, carrozados por los mejores especialistas. Su alto precio los convirtió en objeto para unas reducidas élites próximas a la administración franquista en un momento en el que España atravesaba por importantes dificultades económicas e industriales.

Era un deportivo de lujo en tiempos de necesidad y se hicieron muy pocos, 86 en total según cifras oficiales, algo oscilantes. Tan reducida cifra y su rareza los convirtió décadas después en objeto de deseo de coleccionistas por lo que significaban para la industria española.

La última obra de un carrocero

Uno de ellos, en realidad uno de los últimos, fue el Z-102 negro chasis número 0102.153.0137. Su nombre completo cuenta buena parte de su historia: Pegaso Z-102 Berlinetta Saoutchik Série 2. Se trata de uno de los asombrosos deportivos españoles, carrozado por el especialista francés Saoutchik. En aquellos tiempos era muy habitual que las grandes marcas encargaran a artesanos las carrocerías de sus modelos más pretigiosos, como quien encarga un traje de alta costura. Y este lo era.

Es la segunda serie de su estilo. Se distingue por su línea más tendida y deportiva y los faros delanteros casi cubiertos por parte de la carrocería. En directo, como se pudo ver durante años en Salamaca, es imponente por su estilo y tamaño. Sólo se fabricaron ocho en todo el mundo como este. Saoutchik hizo la carrocería para 18 de los Z-102, sólo ocho berlinetas de la segunda serie y este fue su canto de cisne: las últimas cuatro carrocerías fueron confiscadas por el estado francés cuando cerró la empresa. Esta unidad es la última que hizo la afamada casa, lo que puede explicar la buena cotización que ha tenido.

El motor 3.2, una de las características que hace especial el coche, y su interior totalmente restaurado por su dueño salmantino. Aguttes
Imagen principal - El motor 3.2, una de las características que hace especial el coche, y su interior totalmente restaurado por su dueño salmantino.
Imagen secundaria 1 - El motor 3.2, una de las características que hace especial el coche, y su interior totalmente restaurado por su dueño salmantino.
Imagen secundaria 2 - El motor 3.2, una de las características que hace especial el coche, y su interior totalmente restaurado por su dueño salmantino.

Su venta es el último capítulo de una vida de película. El coche empezó siendo propiedad de la propia Pegaso, a través de su matriz de ventas, Finanzauto. Fue puesto a disposición de Jorge Fernández Menéndez, un industrial próximo a Franco, cliente de camiones de ENASA-Pegaso y piloto en sus ratos libres.

En 1957, tras correr Fernández varias carreras con la unidad, es vendido a un cliente, Antonio Castellano Escalante. En el momento reside una de las claves de lo especial del coche. Cuando lo compra, Pegaso ya ha decidido dejar de producir los Z-102 por su fracaso comercial, debido a su altísimo precio. Para compensar a su comprador, la fábrica le ofrece poner el motor más potente que tienen: pasa del ocho cilindros 2.800 cc a un 3.200 cc con más potencia, unos 325 CV. Este motor no es otro que el que han usado los coches que representaban a la marca oficialmente en competiciones, el más potente instalado nunca en un Pegaso de la serie Z.

Una foto original de su época de producción, los tres Pegaso subastados y el ejemplar de Salamanca. Aguttes
Imagen principal - Una foto original de su época de producción, los tres Pegaso subastados y el ejemplar de Salamanca.
Imagen secundaria 1 - Una foto original de su época de producción, los tres Pegaso subastados y el ejemplar de Salamanca.
Imagen secundaria 2 - Una foto original de su época de producción, los tres Pegaso subastados y el ejemplar de Salamanca.

A finales de los '60, el coche es pintado en rojo, con el techo negro; en 1976 lo compra Carlos de Tapia, un coleccionista español, pero el coche ya está imobilizado por una avería de la caja de cambios. Lo tiene hasta que en 1983 lo vende al que ha sido su propietario hasta ahora. Durante seis años es restaurado con intervención de un antiguo ingeniero de Pegaso y se expone desde 2002 en el Museo de Historia de la Automoción de Salamanca; de hecho, pasó décadas en la ciudad. ¿Qué ocurrió para que acabara saliendo de la colección?

El Museo de automoción

El coche llegó al museo como parte de la colección Gómez-Planche. Tras años de intentos, idas y venidas, la celebración de la Capitalidad Cultural Europea de 2002 fraguó la creación de un museo en torno a esta colección. El convenio entre coleccionista y ayuntamiento se firmó en 1999 siendo alcalde Julián Lanzarote. Se instaló en la antigua fábrica de la luz junto a la harinera del Tormes. Lo inauguró el rey Juan Carlos I en septiembre de 2002.

Además de una completa e innovadora museística sobre la historia de lo que ahora llamamos movilidad, contaba con la colección de la familia, formada por automóviles comprados y rescatados durante años por Demetrio Gómez y sus hijos. Además, se consiguieron cesiones de la DGT, del parque móvil del Estado y hasta tuvo durante años el archivo histórico Pegaso radicado en el museo.

El Rey Juan Carlos I, durante la inauguración del museo en 2002. JM García

Para poner en marcha el museo, se creó una fundación en cuyo patronato la familia tenía el control; los tres hijos del fundador se encargaron de la gestión; y la financiación corría a cargo, fundamentalmente, del Ayuntamiento de Salamanca que hacía una aportación anual para sustentar sus actividades y funcionamiento, a lo que había que sumar venta de entradas y la tienda.

En la colección expuesta, no todos los coches eran del museo, tampoco todos los de la familia. La colección del fundador estaba cedida al completo salvo una serie de unidades, entre las más valiosas, que permanecieron en comodato: cedidas por sus propietarios reales para exponerse en las instalaciones. Siempre formaron parte de la colección, aunque no eran del museo.

Cuando la familia dejó la primera línea de la gestión del museo, a cuyo mando se puso el Ayuntamiento de Salamanca, se propuso retirar los coches que de su estricta propiedad que había mantenido cedidos en el museo, con el riesgo de que se rompiera la unidad de la colección.

Los coches propiedad de la familia

En 2017, el Ayuntamiento de Salamanca habilitó una partida de 334.000 euros para ejercer el derecho de tanteo sobre seis de estos coches propiedad de los herederos de don Demetrio. Entre ellos, un Mercedes-Benz 320 Cabriolet-D y un Pegaso Z-102 rojo por los que se pagaron 250.000 euros, según cifras oficiales

Esos dos coches eran propiedad de uno de los hijos del fundador, que presentó sendas ofertas por ellos de coleccionistas y empresas, que el ayuntamiento tuvo que igualar tras contrarrestar la tasación inicial, bastante elevada, con cantidades más a la baja procedentes de tasaciones alternativas.

No todos corrieron la misma suerte. Uno de esos coches quedó en la familia, en manos de uno de el otro de sus hijos varones, hasta el año 2020 cuando decide retirarlo ya que es de su propiedad: es el Z-102 negro que se ha subastado, el canto de cisne de Shaoutchik, que ahora se ha vendido por una cifra destacable para los conocidos como 'Ferrari españoles', testimonios de una época que durante años guardó en Salamanca a dos de sus escasos ejemplares.

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