Por la mañana detecta cánceres, por la tarde crea arte: la vida de Juana Ciudad en Salamanca
Juana Ciudad Pizarro se forma entre disciplinas que normalmente son separadas: «No soy una científica que hace arte. Soy una artista con un bagaje científico que lo aprovecha como aprovecho otros saberes»
M.J. Carmona
Domingo, 3 de agosto 2025, 17:51
Juana Ciudad Pizarro no concibe la vida ni el conocimiento como compartimentos estancos. No divide el mundo en ciencias y letras, ni separa la razón de la intuición. Para ella, el arte no es una vocación tardía ni un pasatiempo, sino una forma esencial de habitar el mundo. «Soy artista 24/7. También cuando paseo, cuando viajo, cuando hago ciencia y hasta cuando duermo», afirma. Esa duermevela, ese estado transitorio entre la vigilia y el sueño, es uno de sus grandes aliados creativos.
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Nació en Zorita (Cáceres) en 1962 y estudió Farmacia en la Universidad de Salamanca. Se doctoró en Medicina y se especializó en citometría para el diagnóstico de leucemias y linfomas. Actualmente, además de trabajar con células, es responsable de calidad del servicio de citometría. «Adoro la ciencia», dice sin ambigüedades, «pero no quiero quedarme solo con lo científico».
El arte siempre estuvo ahí. Desde niña visitaba museos, dibujaba, se fascinaba con las imágenes. Recuerda aún cómo se sintió la primera vez que vio un cuadro de Goya en el Prado: «Me fascinó ver que estaba hecho con brochazos. Pensé: se puede alcanzar la realidad desde el arte». Años más tarde, ilustró un cuento para niños, pero no quedó conforme con los dibujos. Ese inconformismo la llevó a matricularse en Bellas Artes con más de 40 años. «Cuando haces la carrera con esa edad, vas a por todas», asegura. «Los profesores alucinaban con mis ganas y mi energía».
Juana destaca la importancia de encontrarse con el grupo de 'El Cuchitril', una tienda de arte en Salamanca que a pesar de su cierre físico logró mantener el grupo de artistas activo. «El artista trabaja bastante en solitario, aunque te recluyes muy gozosamente, luego cuando te juntas con otros es cuando valoras la importancia de compartir experiencias artísticas y vitales».
Crear lazos en el arte sin un espacio físico es dificil; la ciudad y el ritmo de vida no lo hace fácil, pero 'El Cuchitril' sigue creando a partir de cada uno de los artistas que lo conformaron y lo conforman. La última actuación ha sido una exposición conjunta del colectivo a partir de la obra de José María Benéitez, una leyenda viva del arte contempóraneo. 'Poemas son dos' reúne piezas de 25 artistas inspirados por Benéitez y se puede disfrutar en la Joyería Luís Méndez.
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Entre saberes, técnicas y materiales vivos
Juana no se define por una técnica ni por una disciplina. «Vale más una imagen y mil palabras», reformula. Elige métodos y materiales según lo que cada proyecto le exige: desde grabado, instalación, escultura y pigmentos hasta luz, cerámica, objetos encontrados o escritura. Le interesan la naturaleza, las culturas del mundo y todos los saberes, «los generados por cualquier método». Deambula, observa, archiva. «Soy una trapera del tiempo y una recolectora de cosas. Todo lo que encuentro puede convertirse en obra».
Entre algunos de sus proyectos están los dedicados al Alzheimer, -donde explora la pérdida del lenguaje y del rostro pintando palabras sobre el agua y con materiales que se diluyen como fuego, lejía o grafito- y los de bioluminiscencia, inspirados en especies marinas e insectos luminosos. En otros casos, interviene el álbum familiar tras una pérdida, o convierte muestras de laboratorio reales en instalaciones que juegan con el límite entre lo científico y lo artístico. «Me gusta que el visitante no sepa si está viendo una célula o una pieza escultórica».
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No busca ilustrar ideas: su arte es también una forma de pensamiento. «Las técnicas para mí valen todas. Lo que busco es sorprenderme a mí misma y seguir aprendiendo nuevas formas de crear», explica. Cada obra es un aprendizaje, un nuevo comienzo.
Memoria, humor y asombro
Hay algo profundamente poético en su forma de trabajar: encuentra piedras que parecen caras y le incorpora ojos, crea máscaras con ladrillos erosionados por el mar, transforma huesos de animales, diseña estructuras con cadenas de luz, recoge maderas, caracoles y restos de cerámica que el océano deposita. Todo eso se convierte en parte de su universo.
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El humor y la ternura conviven con la reflexión y lo surreal. Cita a artistas como Goya, Leonora Carrington o Louis Fuller, y crea homenajes visuales a sus referentes femeninos. Crea un cuaderno a mano por cada viaje que realiza, donde pinta con la técnica que le sugiere cada lugar: acuarela en Japón, tierras cálidas en Petra, trazos suaves en la Toscana.
Lejos de los moldes, Juana defiende una mirada libre: «No soy una científica que hace arte. Soy una artista con un bagaje científico que lo aprovecha como aprovecho otros saberes». Reivindica también que el arte no sirve solo para representar, sino para descubrir. «Hay un conocimiento científico, otro artístico y otro revelado», dice citando a Wagensberg. «Y hay cosas tan complejas que solo desde el arte se pueden alcanzar».
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Artista y científica sin jerarquía
En su obra, esos tres niveles dialogan sin jerarquías. Como en ella: artista total, lúcida y podemos decir que es inclasificable. Está siempre creando. Incluso cuando duerme.
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