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El artista Claudio de la Cal revelando una fotografía en su laboratorio Artística Marciana. Álex López
Arte en Salamanca

El fotógrafo que revela desde su estudio en Salamanca la historia rural de España

Claudio de la Cal lleva más de tres décadas enamorado de la fotografía analógica y, desde hace cuatro años, da vida a Artística Marciana, el laboratorio salmantino donde aún sucede la magia del revelado

M.J. Carmona

Domingo, 13 de julio 2025, 18:12

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En el silencio de un cuarto oscuro con la luz roja -como si de una película se tratase-, una imagen empieza a aparecer sobre el papel. La escena es familiar para Claudio de la Cal (Benavente, Zamora, 1968). Desde que en 1991 reveló su primera fotografía en el laboratorio casero de un amigo, supo que ese era su lugar. «Cuando vi la foto por el revelador, ahí es cuando tuve claro lo que quería hacer en la vida», recuerda. Más de tres décadas después, sigue persiguiendo la magia de aquel instante, ahora desde su propio laboratorio fotográfico en Salamanca: Artística Marciana situado en la calle Velázquez.

El nombre, que parece sacado de una historia de ciencia ficción, tiene una raíz muy personal. «Marciana era el nombre de la madre de mi mujer», explica. «Un amigo me sugirió usarlo porque tenía una sonoridad especial, y me encantó. También tenía ese punto irónico de parecer algo alienígena, como si hacer fotografía química hoy fuera cosa de otro planeta».

Y en parte lo es. En un mundo en el que todo se captura y consume en segundos, Claudio reivindica la lentitud. Su laboratorio -activo desde la pandemia- es un espacio donde lo analógico y lo digital conviven, pero siempre bajo una misma premisa: tomarse el tiempo necesario para mirar de verdad. «La fotografía analógica no solo es técnica, es una actitud», afirma. «Hay que esperar, confiar en el proceso, aceptar incluso el error».

Claudio comenzó su andadura profesional en el periódico La Opinión de Zamora, donde empezó a colaborar en 1993. Por aquel entonces, hacer fotos implicaba cargar carretes, medir la luz a ojo, sumergirse en químicos para ver los resultados. «Era una época en la que los móviles con cámara no existían y la fotografía exigía técnica y paciencia», rememora. Años después, la irrupción del mundo digital le llevó a cuestionarse su lugar. «Aunque comparten algunos rudimentos técnicos, el carácter es completamente distinto», dice. Esa diferencia fue lo que le empujó a dejar el periódico en 2013 y redirigir su mirada hacia otros territorios.

Uno de ellos fue la España rural. Claudio comenzó a documentar la vida en pueblos casi vacíos, todos con 'menos de treinta' -así se llama el proyecto- habitantes. «Me interesaba registrar esa desaparición lenta, silenciosa, pero también mostrar la belleza de lo que queda», explica. En sus imágenes no hay nostalgia forzada ni dramatismo: hay dignidad, luz, silencio y tiempo. Mucho tiempo.

Por eso mismo se fue a vivir directamente a algunos de esos pueblos, para volverse uno más de los pocos vecinos que los habitan en invierno. Lo recuerda como meses felices: «Venía cada dos semanas a Salamanca para revelar las fotos que había hecho, no había prisa. Si alguna no había salido bien sabía que podía repetirla».

Insiste en la importancia del tiempo, nos explica que en el uso de cámaras analógicas la fotografía está más pensada: «Esperas a tener ese instante, observas más a tu alrededor, siempre llevaba la cámara pero igual no tiraba ni una sola foto en cuatro o cinco días, piensas más antes de disparar». La fotografía por ende captura momentos, que Claudio prefiera el analógico le da más sentido a la propia práctica fotográfica; vivir observando para capturar lo efímero en un mundo que va demasiado rápido.

Álex López
Álex López
Álex López
Álex López
Álex López

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Artística Marciana nace en ese contexto: como respuesta al vértigo contemporáneo. No es solo un laboratorio, sino un refugio creativo y pedagógico. Claudio imparte talleres en los que enseña a revelar, a positivizar, a pensar la imagen desde su gestación hasta su materialización. «Quiero que la gente entienda lo que implica el proceso de revelado. No es solo una técnica, es una forma de estar en el mundo», afirma. «Es un proceso que necesita tiempo, y eso es lo que lo hace especial».

A nivel artístico, Claudio busca que cada fotografía tenga cuerpo, que se note la intención detrás. «No me interesa tanto la perfección como la huella», explica. «Quiero que la imagen hable de sí misma, pero también del proceso que la hizo posible». Sus imágenes cuentan historias, muchas veces sin palabras. Historias de lugares, de personas, de objetos y arquitecturas que el tiempo amenaza con borrar. Pero también historias de resistencia. De lo que persiste. De lo que aún se puede mirar con cuidado.

Por ejemplo, su proyecto 'Kalendae' es un viaje a lo largo de la Península Ibérica para reflejar los diferentes rituales y fiestas donde «la máscara toma posesión del yo para revelarse en el caos imaginado y subvertir el orden establecido, el disfraz oculta el miedo a la oscuridad e invoca la luz para alejar los malos augurios» tal y como explica en su página web que puedes consultar aquí.

Algunas de sus obras han viajado fuera de nuestras fronteras, consolidando una trayectoria que trasciende lo local. En 2014, gracias a la invitación del fotógrafo Gabriel Villamil -histórico fotógrafo de El Norte de Castilla fallecido en 2024-, su trabajo fue seleccionado para formar parte de la exposición colectiva Landscapes of the Soul en la Fundación Gabarrón de Nueva York.

Años más tarde, su serie Kalendae, fue exhibida en la Trienal de Fotografía de Hamburgo (2015), dentro del Container Show, representando a la Escuela PIC.A PhotoEspaña. Estas muestras, junto con su participación en festivales como PhotoEspaña o Explorafoto en Salamanca, demuestran cómo la mirada de Claudio, profundamente enraizada en lo cotidiano y rural, es capaz de dialogar con públicos de todo el mundo.

La mirada lenta como forma de resistencia

«Fotografiar es, para mí, una forma de preguntar», dice Claudio de la Cal. «Y las buenas preguntas no siempre tienen respuestas rápidas». Por eso, sigue en su laboratorio, revelando imágenes como quien revela secretos. Con paciencia, con oficio y con la convicción de que, incluso en un mundo saturado de estímulos, todavía hay espacio para la mirada lenta.

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