Mapi Valle, la salmantina que da nombre a un instituto de Huelva

Mapi Valle es el nombre de uno de los institutos de Educación Secundaria de Cartaya, un municipio de algo más de 20.000 habitantes al oeste de Huelva capital, aunque con anterioridad se llamaba IES Sebastián Fernández. En abril pasado, la Consejería de Educación cambió el nombre por el de Mapi Valle, en recuerdo a la que fue directora del instituto, una mujer «incansable» y con los niños y a la educación pública «en su alma», como se recogía en la justificación de la solicitud del cambio.

Mapi Valle era salmantina, nacida en 1969, que vivió sus primeros 18 años en el barrio Vidal, en la esquina de la calle Curtidores con Gran Capitán. Aquella niña pizpireta, la hija mayor de Carlos y Pilar, derrochaba alegría cada vez que pisaba el taller de electricidad de su padre, en la calle Dorado Montero.

Pero pronto abandonó las bobinas o los grupos de presión que con tanto placer reparaba Carlos Valle, a pesar de que el sueño de su padre era ver a su hija mayor, Mapi, que se hiciera cargo del negocio, que estudiara una ingeniería para que mantuviera el taller. Mapi dio un paso en su vida, fiel a sus ideas, a sus principios, como siempre ha hecho, tal y como recuerda su pareja, Eva Fernández. Y fue como una joven más de aquella época, buscó en Madrid su verdadero sueño, el arte, y estudió Historia del Arte en la Universidad Complutense, aunque su verdadera pasión eran las Bellas Artes, una afición que sus padres le inculcaron.

Ahí comenzó su vida, su pasión: no solo el dibujo, el arte, sino la educación, los niños. Y Mapi, ya con su novia Eva Fernández y con la licenciatura debajo del brazo, volvió a dar un giro a su vida y buscó en Andalucía su camino verdadero, la enseñanza.

En su primer destino, en Nerva un municipio de la cuenca minera de Huelva, Mapi mostró ya su «capacidad de trabajo y de dirección», como recuerda Eva, ya que con poco tiempo como profesora llegó a ser, de manera rápida, jefa de estudios de su primer instituto.

Y de Nerva a Cartaya. Y siempre en el mismo centro. Empezó en un viejo instituto llamado El Castillo, aunque poco después se trasladó a un nuevo centro, el Sebastián Fernández, donde logró la plaza de profesora de Dibujo.

Cuando se propuso a la Consejería de Educación de Andalucía poner el nombre de Mapi Valle a este instituto se la definía como «incansable en lo que a creatividad se refiere», que tenía a los niños y a la educación pública «en su alma y daba la vida por ello».

«Era exigente porque la labor lo merecía y el tiempo era escaso. Muchos proyectos quedaron sin terminar, algunos ya les dio un empujón y saldrán adelante, otros muchos se los llevó en su alma, o los dejo en conversaciones con quiénes tuvimos la suerte de tenerla cerca y sentir su pasión al educar con creatividad e ilusión», agregaron.

En el Instituto Sebastián Fernández se puede ver la huella que dejó Mapi. Y de toda su obra sobresale el Gernika que hizo con sus alumnos, un collage de grandes dimensiones, con el que buscó trabajar con los chicos «desde diferentes formas, con diversas perspectivas y fuera del contexto político», relata Eva.

También decoró las escaleras del instituto, murales de El rey León, la representación de tableros de juego en el suelo del patio del recreo o las réplicas en azulejos de cuadros de pintores modernistas situadas en las tapias del patio de acceso a la entrada principal del instituto.

Mapi era salmantina por todos los costados, «generosa, entregada, trabajadora y leal, como buena castellana». Eva, su pareja, la recuerda de manera emotiva por su «sentido práctico de la vida», por su idea de que los niños «deben aprende haciendo cosas», por su «lealtad», por ser una persona «de principios» y por ser «muy exigente».

Junto a Eva tuvieron dos hijas, Henar, de 20 años, y Carla, de 17. La mayor ha vuelto a los orígenes de Mapi, ya que estudia Musicología y Filología Italiana en Salamanca. Y vive en el barrio Vidal, en la misma casa que su madre habitó, a escasos metros donde su tía Marta mantiene el taller de Carlos Valle, el abuelo de la saga Valle.

En febrero de este año Mapi no pudo seguir con la lucha frente a su cáncer, una enfermedad que le afectó durante diez años pero que no la impidió seguir ejerciendo su trabajo. Incluso el 12 de enero dio clase, eso sí en silla de ruedas porque la metástasis ya le impedía una vida normal. Y el 20 de febrero se apagó su vida.

Pero su obra continúa, sigue vive en cada metro del Instituto, el Mapi Valle de Cartaya, un nombre de mujer trabajadora, de profesora comprometida. Una salmantina del barrio Vidal.

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