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Poner un bar, y su correspondiente terraza, por un coste módico: a partir de 8.000 euros al año. Esta es la opción que suponen los kioskos-bar municipales, instalaciones que el Ayuntamiento de Salamanca saca a concurso para su explotación periódicamente. Sin embargo, cada vez cuesta más alquilarlos. El resultado es que en estos momentos hay tres sin adjudicar, que en algunos casos lo están largo tiempo y que a veces los concursos quedan desiertos y no encuentran quien se quiera ocupar de ellos. ¿Qué falla? Los costes de un negocio de hostelería y el reducido atractivo de algunos de estos establecimientos son parte de la explicación.
El consistorio tiene abiertos en este momento los concursos para adjudicar la gestión de tres de los bares municipales que están cerrados, sobre un total de siete. Se trata de los kioskos-cafetería que hay repartidos por la ciudad y que son propiedad del ayuntamiento. Se trata de instalaciones vinculadas a parques en todos los casos, pero con diferentes formatos y tamaños, que el consistorio saca a subasta cada cierto tiempo.
El negocio es similar al de los kioskos de prensa. Se trata de contratos para explotar el espacio, que nunca es propiedad del empresario, y que se dan 'en precario' ya que no permiten, por ejemplo, hacer obras. El contrato de gestión obliga a aceptar determinadas condiciones, como ceñirse a un calendario, permitir el uso público de los baños o aceptar que, si se cierra dos meses, el contrato se rompe y se pierde la explotación.
El Ayuntamiento de Salamanca fija un canon anual y una duración de contrato que suele oscilar entre los 4-6 años, pero el sistema ha empezado a dar problemas. Hay bares municipales que 'no funcionan' y tienen dificultad para encontrar quien los gestione, mientras que otros son muy codiciados. Pero en todos los casos el consistorio se está topando con cierta dificultad para encontrar quien se quiera hacer cargo de ellos y ha ajustado los precios, casi congelados.
En estos momentos, está abierto el concurso para hacerse con la gestión de los kiosko-bar del parque de Salesas, el parque de La Alamedilla y el parque de Würzburg. El canon oscila entre los 8.500 y los 28.000 euros, una diferencia que se explica por el volumen de negocio. El más caro es el de La Alamedilla, que cuenta con una gran terraza y está en una zona de gran afluencia: se piden 28.000 euros, por debajo del canon de 2018 (30.000 euros de partida), la última vez que salió a concurso.
Esta instalación ha estado tiempo cerrada por obras y sin ser explotada. Ahora se plantea un contrato por seis años a razón de 8.500 euros/año.
Uno de los más atractivos, incluye el local y la gran terraza bajo una pérgola. Ha tenido actividad hasta que terminó el contrato en diciembre.
Está en la gran explanada del parque y ha sido restaurante hasta diciembre. Incluye terraza.
Por 8.500 se puede conseguir el bar del parque de Salesas, recién reformado, pero que lleva mucho tiempo cerrado porque no estaba en condiciones para la explotación. De hecho, antes de su cierre ya salió a concurso sin que nadie lo quisiera: en 2020 se pedía un canon de 7.500 euros al año y quedó desierto.
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Y por último está disponible el bar-restaurante de la gran explanada del parque Würzburg, que ha estado operativo hasta hace unas semanas. El consistorio pide 10.000 euros en estos momentos por seis años, pero a finales de 2022 ya lo intentó por 8.850 euros y cuatro años: el concurso quedó desierto. Este fue el precio por el que se adjudicó en 2018.
Sus precios, a partir de 8.000 euros al año de canon (incluyendo tasa de terraza en algunos casos), llevan a preguntarse si es un buen negocio y por qué algunos no triunfan a pesar de que el consistorio ajusta o congela el canon que pide desde hace años.
Según explican desde el sector, el problema de estos negocios es que funcionan como los 'chiringuitos': dependen de una gran afluencia y de la terraza. Por eso, funcionan especialmente los que están en un gran parque, caso de La Alamedilla o Jesuitas; a los que no, como el que hay junto al museo del Comercio, Salesas o el del Campo San Francisco, les cuesta mucho más: son los que se alquilan con más problemas. El de Würzburg ha tenido éxito gracias a que podía montar cocina, pero en general son establecimientos con pocas opciones de hacer comida.
Además, la opción llega en un momento en el que la hostelería sigue sufriendo el impacto de la crisis de precios. Este año han subido la cerveza, el vino y el café, los salarios y las cotizaciones, sigue subiendo la energía... y los números no salen. En esta circunstancia, montar un bar a poco menos de 700 euros al mes de renta es menos atractivo de lo que parece.
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