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James, persona inmigrante en Salamanca M.Pedrosa
El prosperar sin papeles en Salamanca: «No he venido ni a robar ni a quitar trabajo, quiero una oportunidad»

El prosperar sin papeles en Salamanca: «No he venido ni a robar ni a quitar trabajo, quiero una oportunidad»

James ya es legal, pero el proceso ha sido un camino de espinas. Natural de Colombia quiere trabajar, quiere una oportunidad, quiere vivir

Sábado, 20 de julio 2024, 10:11

Una continua labor de reconstrucción. Érase una vez... -y para esta historia hay que tener los ojos abiertos, pero también la mente y el alma- un hombre al que la vida se empeñaba en destruir su hogar. Sin embargo, él volvía a levantar, ladrillo a ladrillo, los pedazos que sobre el suelo se agolpaban. Un golpe tras otro, un quiero y no puedo, una oportunidad fuera de su país natal, Colombia. Tenía comodidad económica, pero carecía de lo más importante, la tranquilidad de salir a la calle, de llevar a sus hijos a jugar al parque, de no preocuparse de dejar a su mujer sola en casa. No podía disfrutar la vida.

Era Policía en el país colombiano. Siempre estuvo fuera de su casa. Las guerrillas destruyeron parte de las oficinas policiales en distintos pueblos de la nación y su función era la de levantar esos pueblos, esas estaciones de Policía, al mismo tiempo que investigaba con delincuentes. Así conoció a su mujer, auxiliar de enfermería, con una hija en su vida.

«Estaba dando la vida por otros y perdí a una de las personas que más quería»

«Entré en un conflicto personal. En la Policía estamos expuestos a muchos atentados, con el paso del tiempo, las muertes comenzaron a llegar al grupo, las filtraciones por dinero emergieron, robos... Pedí mi desvinculación, pero no se me concedía. En estas operaciones, no solo estaba lejos de mi familia, no tenía ni tan siquiera comunicación con ellos. Cuando la niña murió, se acabó. Estaba dando la vida por otros y perdí a una de las personas que más quería», relata.

Así, encontró la estabilidad en Medellín, donde tuvo dos hijos con su esposa y ascendió a subintendente. El hogar comenzada a tener los pilares más sólidos hasta el momento. Pero un nuevo revés los hizo temblar. Le trasladaron, mientras la inestabilidad del país aumentaba. Se filtró su información y a su mujer la empezaron a amenazar. El miedo se apoderó de su familia. Una nueva labor de reconstrucción: debía retirarse y no solo eso, irse del país.

En enero de 2022 llegaron a Salamanca sus hijos y su mujer, junto a su madre. Posteriormente, el 14 de octubre de 2022 llegó él con su padre -no sin problemas de por medio-.

La vida en España, en Salamanca

Después de un detallado estudio, Salamanca fue la primera opción. Era una oportunidad de vida, de búsqueda de futuro. La casa (metafóricamente hablando) estaba totalmente destruida y tocaba construir desde cero. Al contrario de lo que puedan pensar, su camino no fue de rosas, más que pétalos, había espinas. Llegaron con lo puesto, durmiendo su mujer y sus dos hijos en una única habitación. En la cama dormían ellos, ella en una colchoneta. Las maletas 'adornaban' la habitación de un piso de un familiar.

Pronto su mujer comenzó a trabajar -en «economía sumergida» como indica- cuidando a personas mayores. Conoció a una persona «muy buena», por la que siente la muerte de sus padres y les alquiló un pequeño apartamento. «En ese momento se empezó a ver la luz en toda la oscuridad», cuenta. También conocieron a Irene de Cáritas y la luz se volvió más clara todavía. Con ellos empezaron los trámites para conseguir la residencia, los niños pudieron ir al colegio y su mujer aumentó el número de trabajos.

«Puedo llevar a mis hijos al parque y que estén tranquilos. Puedo pasear con el móvil por la calle sin que me maten por robarlo»

El proceso no fue fácil, el racismo, sobre todo en jóvenes y en personas mayores estuvo y está presente: «Hay mucha gente que piensa en mejorar y piensa en España. Entiendo que haya gente que se sienta invadida, pero no hemos venido a robar ni a quitar el trabajo a nadie. Yo solo quiero una oportunidad. Económicamente estábamos bien. Tenemos nuestra casa allí, el coche, tenía moto... entre comillas no nos faltaba nada, pero nos faltaba lo más importante: la tranquilidad. Llegamos aquí con tranquilidad, pero sin nada. A reinventarnos. A salir hacia adelante. Puedo llevar a mis hijos al parque y que estén tranquilos. Puedo pasear con el móvil por la calle sin que me maten por robarlo. No tenemos mucho dinero, aspiro a poder conseguir más, pero tengo tranquilidad».

La lucha por reinventarse

«Yo era Policía, no sabía hacer nada más» (o eso pensaba). James comenzó a colaborar con Cáritas; al no tener papeles, primero hizo el curso de cocina, después el de limpieza, también el de jardinería -que le encantó- y finalmente de soldadura. No pudo hacer las prácticas inmediatamente por los retrasos en la administración con su alta en la seguridad social y en el INE. Pero por fin lo hizo. Y es el único momento en el que se emociona. Después de hacer prácticas, tanto en jardinería como en soldadura, llegaron a ofrecerle contrato en los dos sitios. Primero en uno y luego en otro, se quedó con el segundo. Pero le dolió, rechazar una mano ayuda, le dolió. «Hacía mucho que no lloraba tanto», reconoce.

Dentro del proceso, ejerció el rol de padre. Algo que todavía no había podido hacer y de lo que disfruta cada día y conoció personas «maravillosas». «Estoy super contento, contentísimo. La parte laboral para mí ha sido un logro espectacular. Ha sido un logro. Me he sentido realizado. Necesitaba trabajar», dice.

Ahora mismo viven en un piso de tres habitaciones, es pequeños, pero viven.

Pedir ayuda, un símbolo de valentía

El largo proceso que supone ser legal en España -una media de 3 años, en números de Cáritas- provoca «frustración» y mucho abuso por parte de arrendatarios que, a sabiendas de la situación ilegal de la persona, piden más trabajo por menos dinero. Eso lo ha vivido James y su familia. «Sin papeles no puedes acceder a las ayudas, además. Ni para alquilar un piso, ni nada. Las personas no se fían sin documentos de por medio. Lo entendemos, pero es muy difícil», explica.

Tan difícil como pedir ayuda: «Lo es desde la parte del ego. Somos seres humanos y no pensamos que vayamos a tener una necesidad. Y de un momento pasas de tener todo a no tener nada. Es triste. Pero el cómo te acogen, te cuidan, te atienden... el cómo te acogen, te cuidan, te atiende... todo se suaviza porque la gente te entiende. Y yo dije, hay que seguir para adelante. Hay que darle a todo el mundo la oportunidad de trabajar. Las ayudas se acaban. No es bueno entrar en un círculo de ayudas. Nosotros queremos trabajar», finaliza.

El hogar en Salamanca comienza a tomar forma.

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