El pueblo salmantino que fue foco de sucesos paranormales
Fuerzas invisibles atormentaban a los vecinos incluso en sus propios domicilios
La fenomenología poltergeist quizá sea una de las más conocidas más allá de los confines de los estudiosos del misterio. Quién más, quién menos, sabe qué es un poltergeist y cómo este ente, burlón y bromista, se manifiesta.
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Lo cierto es que aunque nosotros, en nuestra era, relacionemos fenómenos de determinadas características (tirones de pelo, objetos arrojados por fuerzas invisibles, puertas que se abren de par en par con violencia sin haber nadie al otro lado, enseres que son cambiados de lugar o directamente desaparecen etcétera) con los poltergeist, nuestros antepasados, que también vivieron este tipo de situaciones inexplicables, lo achacaban a supuestos seres de minúscula estatura, horrorosos y desaliñados.
Lo que es indiscutible, si uno lee testimonios de aquellos que nos precedieron, es que este tipo de fenómenos nos han acompañado a lo largo de nuestra historia y, aunque hayan sido denominados con diferentes términos, existe un patrón.
El término poltergeist es de procedencia alemana (polter «golpear» y «geist» espíritu) y, como los fenómenos de este tipo no llegaron a España junto a la palabra, nuestros antepasados achacaron estos fenómenos a supuestos duendes.
Espíritus burlones merodeando en la noche
Durante la Edad Media, en Castilla principalmente, había una fehaciente y arraigada creencia en seres de carácter sobrenatural, a los que en algunas zonas se les llegó a atribuir la condición de demonio debido a la maldad y picaresca de sus actos, que se paseaban a su antojo por las calles de pueblos y aldeas e, incluso, podían encontrarse en los domicilios particulares de los vecinos del pueblo. Estos pequeños seres antropomorfos cometían fechorías de diversa índole, proferían gritos estridentes y hacían la vida imposible a los inquilinos de las casas.
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El poltergeist (o duende) en un pueblo de Salamanca
Tardáguila, pueblo salmantino conocido por el crimen de la Ramona, durante un tiempo, hace ya un siglo, fue un punto marcado por el misterio debido a la gran cantidad de sucesos paranormales que allí ocurrían.
Inicialmente, se hablaba de una bruja en cuya casa tenían lugar fenómenos extraños difíciles de comprender desde la racionalidad. La mujer, una pobre viuda, defendía por activa y por pasiva que ella poco tenía que ver con las artes mágicas y que, lo que ocurría en su domicilio, era cosa de fuerzas que poca explicación natural tenían.
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El duende, o espíritu burlón, aterrorizaba a la mujer por las noches y, una de las manías que este ente tenía era encaramarse al tejado de la casa y lanzar piedras desde ahí.
Estos actos aterrorizaban a la mujer y presa del pánico, se vio obligada a salir a la calle suplicando e implorando la ayuda de un pueblo que le daba la espalda acusándola de brujería.
El miedo que sentía la mujer era tal que acabó convenciendo al resto de los vecinos de que aquello que ocurría en su casa nada tenía que ver con ella. Como solía ser habitual en contextos como este, en el que lo sobrenatural atormentaba a un pobre mortal, la intervención de un cura acababa siendo inminente de una forma u otra. Así pues, el cura del pueblo fue avisado e informado de la situación y, éste, se presentó en el domicilio de la mujer dispuesto a expulsar a aquel ser del lugar.
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Lo cierto es que nadie había visto al duende, pero todos en el pueblo sabían que se trataba de un ser de pequeñísima estatura, de rostro monstruoso y ropa raída y harapienta. El religioso, acompañado de una comitiva conformada por una veintena de hombres, se adentró en el domicilio a dar caza a la extraña criatura.
Tras un minucioso registro de la casa, al ente burlón no le dio por aparecer y la escuadrilla, decepcionada, salió de la casa. Sin embargo el duende les aguardaba, como acostumbraba, encaramado en el tejado de la casa. Al cruzar el umbral de la puerta, el duende arrojó piedras a los valientes integrantes de la expedición.
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El religioso, inmediatamente, comenzó a proferir oraciones varias para alejar al ente del domicilio y, tal y como se esperaba, surtió efecto. El duende no volvió a hacer de sus tropelías y la pobre viuda retomó su vida normal alejada de cualquier fenómeno paranormal.
Un segundo caso
Parece ser, o al menos así se recoge en numerosas fuentes, que Tardáguila fue epicentro de numerosos sucesos difíciles de explicar bastante similares. El duende en la casa de la viuda no fue un caso aislado ni muchísimo menos hubo, al menos, uno más.
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De hecho, era bastante habitual que esto ocurriera; se corrió la voz, al poco de este primer suceso, de que en otra de las casas del pueblo se producía un fenómeno similar - excesivamente similar- ya que también se hablaba de un duende que arrojaba piedras desde el tejado.
Como suele ser habitual en este tipo de casos, un escéptico al que le habían llegado los rumores sobre el duende, se acercó a la casa y no tuvo una idea mejor que desafiar al duende diciéndole que, de ser cierta su existencia, le arrojara una piedra para demostrarlo.
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El duende o fantasma no dudó apenas un segundo y una piedra, con una fuerza sobrehumana relatan, golpeó al osado hombre en la cara. Inmediatamente se dio el aviso a las autoridades religiosas correspondientes y, a base de oraciones, el ente terminó abandonando la casa.
Fechorías de las entidades en el pueblo
Pese a que los dos casos más sonados fueron los anteriormente relatados, aquellas entidades se habían hecho con el control del pueblo y no hubo vecino alguno de Tardáguila que quedara exento de sufrir las tropelías de aquellas presencias.
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Cuenta la vox populi que tenían estos seres la manía de jugar en los desvanes de las casas, derramar el contenido de las tinajas por el suelo y devorar las viandas de los jornaleros.
Ateniéndonos a las fuentes consultadas, en conclusión, este pequeño pueblo de la Armuña salmantina fue núcleo de diversos sucesos paranormales que, gracias a la intervención de la iglesia, cesaron su pesadillesca actividad.
Quizá, quién sabe, Tardáguila no fue el único pueblo salmantino en el que ocurrían este tipo de fenómenos. Pero eso, ya lo saben, es otra historia.
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