Borrar
La romería de San Isidro Francisco de Goya
El misterio sin resolver de la voz que horrorizó a Salamanca
Expedientes X salmantinos

El misterio sin resolver de la voz que horrorizó a Salamanca

A día de hoy, el origen de la siniestra voz sigue siendo un enigma

María Rivas

Salamanca

Domingo, 19 de noviembre 2023, 18:21

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Ha ocurrido pocas veces pero, alguna vez, ha ocurrido. La prensa generalista, por regla general, siempre se ha mantenido bastante reacia a cubrir sucesos paranormales pero, en algunas ocasiones, ha resultado imposible no hacerlo; las caras de Bélmez o el duende de Zaragoza son algunos ejemplos de ello.

Una de esas ocasiones, también, se dio en Salamanca, concretamente en agosto de 1906, cuando la capital charra se vio doblegada ante el temor que infundía una extraña voz que brotaba de las entrañas de una cueva y rasgaba el silencio de la noche.

A día de hoy, el misterio de aquella desgarradora voz sigue sin ser desentrañado y aquellos que la escucharon, aseguraban que se trataba de la voz de alguien que ya formaba parte del mundo de los muertos.

La voz que emergía de las entrañas de la cueva de la Peña Celestina

A orillas del Tormes, se erige un punto marcado por la tragedia y el misterio.

Corría el 22 de agosto de 1906 cuando los periódicos locales amanecieron con una inquietante - y poco habitual- noticia en la sección de sucesos: había un fantasma que llevaba varias noches atormentando a los vecinos charros de los Milagros y del barrio de San Vicente.

Concretamente, en un margen de tres o cuatro noches, los vecinos de dichos barrios relataban cómo una voz lastimera emergía de las profundidades de la cueva localizada en la Peña Celestina.

La extraña voz, según relatan las crónicas de la época, llamaba a una mujer desconocida: Polonia. Lo cierto es que el extraño fenómeno comenzó la noche del 17 de agosto de dicho año y, en primera instancia, nadie achacó la voz a una presencia de ultratumba.

Es más, esa misma noche al oír de forma repetida los gritos, varios vecinos de la zona salieron de sus domicilios para dar caza al vándalo que estuviera corrompiendo su descanso.

Desafortunadamente, lo único que dilucidaron en la negrura de la noche fue una extraña figura, envuelta en sudarios blancos, a la que no logran alcanzar.

A la mañana siguiente, el asunto de la visión y las voces se convirtió en el tema de debate del día pero, eso sí, nadie esperaba que el incidente volviera a producirse.

Sin embargo, esa noche, un grupúsculo de vecinos de la zona salieron blandiendo precarios garrotes y palos por si al individuo problemático le daba por volver.

Con la noche cerniéndose como un manto de muerte sobre el esqueleto de las dos catedrales, un grito desgarrador rompió el aire. Era la misma voz agónica de la noche anterior buscando a Polonia.

La sorpresa en aquellos valientes autoproclamados guardianes de Salamanca fue mayúscula.

En una especie de batida de búsqueda y con los aullidos desgarradores que profería aquella voz como sintonía, los vecinos sintieron el miedo en los huesos al darse cuenta que allí, a parte de ellos, no había nadie.

A la caza del misterio

Aquella noche, el pánico se instaló sin permiso en el barrio de los Milagros y en el barrio de San Vicente; no había nada tan relevante en la actualidad informativa de la capital charra como el misterio de la voz que llamaba a Polonia en la noche.

Los periodistas del momento, incrédulos y ávidos de información, emprendieron el correspondiente trabajo de campo por las calles salmantinas con la pretenciosa intención de desentrañar el enigma.

Puerta por puerta, fueron recopilando los testimonios de los vecinos y, reacios a reconocer que aquello de la voz no tenía lógica ninguna, en los números del día siguiente sentenciaron como burdo fraude el fenómeno del fantasma.

Recorte de prensa, 22 de agosto de 1906
Recorte de prensa, 22 de agosto de 1906 SH

Lo cierto es que los salmantinos hicieron caso omiso al veredicto de los periodistas y, durante las noches siguientes, numerosos curiosos se agolparon en las inmediaciones de la zona para escuchar in situ aquella voz de ultratumba.

Al igual que a los salmantinos, al fantasma poco pareció importarle la incrédula e insostenible versión de los periodistas y continuó profiriendo sus lastimeros llantos desde la oscuridad.

La vox populi creía fervientemente que la voz pertenecía a alguien que ya no se encontraba en el mundo de los vivos porque, pese a que el lastimero llamado se oía claramente, a excepción de los curiosos, no había nadie en el lugar.

Aquella voz emergía de las entrañas de la noche, no tenía nombre, ni cuerpo, y mucho menos rostro.

El fenómeno del fantasma se instauró durante un tiempo en el foco de interés de los salmantinos y, durante varias noches, las batidas de búsqueda siguieron produciéndose sin éxito alguno.

La conclusión final fue que aquella voz provenía del interior de la cueva de la Peña Celestina y que la tal Polonia, a la que desesperadamente buscaba, era su amada.

El misterio nunca fue desentrañado y, el suceso, dividió a la sociedad salmantina. Sea como fuere, una noche, el lastimero quejido no volvió a oírse más. Y aquella voz, y Polonia, quedaron sepultadas en el recuerdo de las páginas de los viejos periódicos salmantinos para siempre, hasta hoy.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios