Los salmantinos a los que el misterio dio muerte

Lo insólito y extraño ha acompañado al hombre desde que es hombre. A lo largo de la historia son numerosos los testimonios que hablan de esprectrales figuras que aparecen y desparecen, luminarias imposibles surcando el cielo, vaticinios de muerte y visiones que rompen los esquemas trazados por el razocinio y la lógica; el misterio, en todas sus formas, ha doblegado a causa del miedo a aquellos que ni siquiera le temían a la muerte.

En muchas ocasiones, los encuentros con lo imposible se iban trasmitiendo de generación en generación y, al final, se acababa erigiendo una leyenda.

Hoy día las históricas fachadas de algunos de los enclaves más visitados de Salamanca esconden las voces aún vivas de aquellos que vivieron atemorizados por el miedo más terrible: el miedo a lo desconcido.

Durante el siglo XV Salamanca vivió atormentada por la presencia de una espectral figura, de gran altura, que habitaba en la Torre del Clavero-situada, hoy día, en la calle Consuelo-.

Telesforo Gómez Rodríguez recoge, en 1886, cómo la noche del 3 de julio de 1443 una voz aterrorizada quebró el silencio; dicha voz pertencía a un hombre que alertaba a sus hijas de que volvieran a casa inmediatamente y de que, durante el trayecto, no abrieran los ojos porque, aseguraba, una inmensa figura oscura las observaba desde la almenara de la Torre del Clavero.

El miedo se adueñó de aquella familia y a la mañana siguiente, ésta, puso en común el tormento vivido cuando cayó la noche sobre Salamanca. Una de las niñas, de hecho, aseguró haber oído los desgarradores gritos y alaridos de varios hombres suplicando socorro.

Señalaba Telesforo que aquella noche cuatro figuras provenientes del mundo de los muertos emergieron de la pared de la habitación de las niñas acompañadas de una sombra negra de gran altura y que, ésta, se quedó junto al camastro de las niñas, observándolas, en silencio.

Tal y como recogía también Telesforo, la mañana del 4 de julio, una patulea de salmantinos se reunió en torno a la torre del Clavero para observar, con sus propios ojos, una macabra escena: en lo alto del muro yacía una cabeza, ensangrentada.

Pese a tratarse de una multitud, el silencio reinaba en el lugar.

A la fantasmal estampa se le sumó la llegada de varios monjes que, armados con velas amarillas, excomulgaron y maldijeron a partes iguales a quien quisiera que fuera el perpetrador de tan horrible acto.

La espectral figura, por su parte, fue bautizada por los salmantinos como «el fantasma negro».

En la calle Bordadores, concretamente en el número 6, se erige un edificio cuyo nombre ya refiere el hálito de malditismo que lo rodea: «La Casa de las Muertes».

La casa, tal y como relata la vox populi salmantina, cuenta en su haber con numerosas muertes acaecidas entre sus muros aunque, eso sí, de todas ellas sólo hay una contrastada.

De cualquier manera, hubo un tiempo en el que toda Salamanca hablaba del fantasma que habitaba en aquella casa y cuya aparición anunciaba y vaticinaba la muerte del inquilino de turno.

Así mismo, también se recogieron testimonios que hablaban de que, al caer la noche, el horrible lamento de las almas en pena que allí habían perecido rompían el silencio y hacían de aquella casa el mismo infierno.

Pero los quejidos de ultratumba no eran lo único que escuchaban los salmantinos ya que, aseguraban, de la casa emergían extraños ruidos, como el arrastrar de unas cadenas.

Sea como fuere, Salamanca es, sin duda, tierra de misterio y en su historia se encuentran sepultados los nombres de aquellos que perecieron tras encontrarse, cara a cara, con lo insólito.

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