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Julio Barrios, dueño de Confecciones Mirman, en el establecimiento. José Manuel García
Negocios de toda la vida

La tienda de confección de casi medio siglo en Salamanca que ha vestido a varias generaciones

Julio Barrios lleva desde 1976 en Confecciones Mirman y la confianza que suscita en una zona humilde de la capital le ha llevado a perdurar en el tiempo

Laura Linacero

Salamanca

Lunes, 13 de noviembre 2023, 08:07

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Dos pequeños escalones en una puerta estrecha dan la bienvenida a un negocio con historia. Un escaparate empapelado con carteles hechos a mano que destacan los diferentes precios y un cartel amarillo que llama la atención de «Retales a 1 euro» anuncian, quizás sin querer, que lo que está detrás de ese cristal es uno de esos comercios de toda la vida. Hace 47 años Confecciones Mirman subía la persiana para atender a cientos de familias, y varias generaciones. Los toldos prometen 'hogar y cortinas', y aunque habrá vendido en estas casi cinco décadas muchas cortinas, lo que es seguro es que lo ha convertido para todo un barrio en un hogar.

Julio Barrios vio nacer el negocio de la mano de su suegro que se hacía con esa peculiar esquina del barrio San Bernardo en 1976. Once años más tarde, murió y desde entonces, ha sido él quien ha regentado el negocio. Un negocio que ha experimentado el ritmo de una montaña rusa y que ha evolucionado a la par de varias generaciones. «Antes las familias tenían cuatro hijos, y entraba un sueldo. Cuando esos hijos se fueron haciendo mayores ya entraba más dinero en casa y eso fue la cresta de la ola también del negocio», comenta el salmantino.

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Un local que ha visto a los niños crecer aunque reconoce que «esos niños a los que sus madres vestían, la mayoría, ya no viven aquí». Como si de una gran familia se tratara que poco a poco e inevitablemente se ha ido disipando, una mano amiga en los malos momentos ha sido seguramente la clave para que, después de casi 50 años, Confecciones Mirman se mantenga aún en pie. «Estamos en un barrio humilde y a la mayoría de la clientela se lo vendíamos a plazos porque no tenían posibilidades de hacer frente al invierno», recuerda.

Esa confianza reconoce que ha sido parte del éxito porque «la gente sabía que no les íbamos a engañar y todavía viene gente buscando a esa persona que le desengañe y se preocupe por atender sus necesidades», asegura. Aunque ya lo del «fiado», se acabó. «Antes se hacía de buena fe y era muy común en muchas tiendas, pero esa buena fe ya no existe», explica Julio Barrios. Y aunque recuerda que alguna experiencia negativa tuvo a la hora de cobrar lo que tenía pendiente, no se arrepiente. «Te lo vienen pidiendo de rodillas y ¿qué haces? ¿dejabas a esos niños desnudos»?

«Antes se fiaba de buena fe, ahora ya esa buena fe no existe»

Mirar para otro lado no era algo que entrara en los valores de Julio y que se veía «abocado a echar una mano». Anotaba todas las ventas con papel y boli para llevar una cuenta y eso es algo que, aún después de tantos años y tanta tecnología alrededor del mundo, sigue haciendo. «Claro que lo sigo apuntando, tengo un ticket y la caja pero me gusta hacerlo así», asegura. Y otras tantas cosas por las que no pasa el tiempo. El metro sigue siendo su mejor aliado porque para aconsejar una talla «hay que medir, sino ¿cómo lo sabes?», pregunta.

Aunque realmente él no necesita un metro para medir y es que su ojo clínico le ha hecho, después de tantos años, tener un medidor en la mirada. «Les digo la talla, luego les mido, y mucho no me confundo», explica bromeando. Entre medias, un matrimonio entra en la tienda para buscar un pijama y Julio se aventura y acierta: «para este señor una XL». Y así es. Porque hay cosas que sólo te da la experiencia, como saber que hay que tratar de adaptarse a pesar de los contratiempos. «Yo he tenido gente aquí trabajando, ahora ya sobramos todos -ríe- pero sigo teniendo ilusión», asegura.

La decadencia inevitable de la atención personalizada

Una ilusión que le mantiene vivo para seguir abriendo todas las mañanas y ofrecer sus productos con la mejor de las sonrisas. Porque eso es lo que le diferencia de las grandes marcas, eso y la honestidad. «Ahora vienen las Navidades y rebajas, y no te creas que se vende mucho más. La gente está acostumbrada a estar todos los días de rebajas y al final son descuentos irreales, la gente ya no se lo cree», asegura. «Vienen buscando a esa persona que les desengañe y les de esa atención personalizada», explica. Aunque reconoce que este tipo de negocios locales, lamentablemente, «no tienen futuro»

«Me da mucha pena cerrarlo, es como si fuera un hijo mío»

A sus 71 años está convencido de que no puede pensar en tiempos pasados porque «si miro el libro de cuentas y veo lo que hacía de caja entonces y lo que hago ahora, me pongo a llorar y cierro mañana mismo». Pero aún no es el momento para bajar la persiana. «He quitado hace un par de días el cartel de 'se traspasa' porque me da mucha pena cerrarlo, es como si fuera un hijo mío», explica emocionado. Un negocio que literalmente ha visto nacer y crecer y «es la pena que te da, desprenderte de ello»

Por el momento, cuadrando el «cuánto vendo, cuánto gasto y si compensa», va cumpliendo años detrás del mostrador. Las cuentas van saliendo, y el metro de medir se va alargando hasta casi cumplir medio siglo con las manías de siempre y las exigencias del ahora.

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