Una posible trama de abuso de menores y un asesinato quíntuple: ¿Qué esconde el crimen de Malladas?
Cinco chivos expiatorios, un oscuro personaje protegido y un proceso judicial truculento y de dudosa efectividad
La fatídica noche del 14 de julio de 1915, el ocaso trajo consigo la matanza conocida como 'el crimen de Malladas'; una masacre perpetrada por individuos desconocidos que asaltaron la finca de Malladas armados con hachas y arremetieron contra todos aquellos que se interpusieron en su camino.
El ataque culminó con el asesinato de cinco personas que, para su desgracia, se encontraban en la finca aquella noche. Tanto el silencio como el paso del tiempo, lograron que el crimen y ese hálito oscuro que lo envolvió, cayeran en el olvido; nadie en el pueblo recordaba sino datos inconexos y sesgados de lo que ocurrió.
Los hallazgos
Los cadáveres fueron hallados el 15 de julio de 1915 por Joaquín Barniello quien, junto a su madre, acudió a la casa principal de la finca de Malladas.
La imagen que presenciaron al penetrar en la finca de Malladas era, cuanto menos, calificable de dantesca: seis personas, entre las que se contaban niños e incluso una mujer encinta, habían sido brutalmente atacados con un hacha; todo ellos tenían los rostros desfigurados como consecuencia de los golpes y, tras el violento ataque, se habían convertido en lo que parecían simples muñecos de trapo ensangrentados.
Las mujeres (Petra Fernández, de 55 años, su hija Jacinta González de 12 y otra niña, de la misma edad, Baltasara Lanchas) no habían sido agredidas sexualmente ya que, sus cadáveres, se encontraban perfectamente vestidos.
Los supervivientes del ataque fueron Luciana Lorenzo, de 34 años, quien era madre de Baltasara y, que además, estaba embarazada; esta había recibido un total de veinte hachazos en la cabeza.
También sobrevivió el criado Manuel Martínez apodado como 'el Portugués', de 40 años, y el niño de 4 años Dimas Lanchas, hijo también de Luciana.
Sin embargo 'El Portugués', tras tres días de agonía, falleció. Curiosamente, Martínez, poco antes de morir logró articular el nombre de uno de los autores del terrible crimen, Juan Callejo Domínguez quien, según Manuel, había perpetrado el crimen junto a varios cómplices.
Por desgracia, esta declaración no llegó a término ya que, pese a que Domínguez fue detenido, el juez lo dejó en libertad a petición de la acusación particular.
Sorprendentemente, la citada acusación particular estaba conformada por Agustín Díaz- Agero, el propietario del lugar donde acaeció la matanza.
Juan Callejo Domínguez, el oscuro sospechoso protegido
Callejo, además de ser liberado, emigró a América donde hizo vida durante varios años.
El investigador Luis Roso, quien ha dedicado años de su vida a adentrarse en las lagunas que presenta este atroz crimen, señala la incongruencia de este hecho ya que, el sospechoso, no era más que un jornalero con unos recursos económicos muy limitados.
Roso sentencia que alguien le pagó el viaje con el objetivo de hacerle desaparecer un tiempo del mapa y, probablemente, este misterioso individuo fuera el mismo que negoció con las autoridades para dejar en libertad a Callejo.
Cabe resaltar que, las sospechas que se cernieron sobre Callejo tras la confesión de una de las víctimas, adquirieron una inquietante lógica a la vuelta del sospechoso de América.
Tal y como asegura Roso tras su investigación, Callejo fue pillado in fraganti tratando de secuestrar a dos niños en Salamanca pero, nuevamente, esa especie de suerte oscura que le acompañaba le salvó de estar entre rejas.
Además, cuando detuvieron a Callejo en la capital charra, las autoridades le interceptaron un papel que rezaba «'Hilarión Eslava 5, primero'; «casualmente» tan solo dos meses antes, en la calle Hilarión Eslava de Madrid, habían desaparecido tres niñas y, para más inri, el conde Malladas tenía un palacete en la capital española, a escasos 300 metros de la calle Hilarión Eslava. A nadie pareció inquietarle esta casualidad.
Los cinco salmantinos condenados por el crimen de Malladas
La sociedad española del momento, quien siguió la investigación del crimen con la curiosidad mediática que trae este tipo de sucesos, tardó poco en percatarse de que el halo que envolvía al crimen de Malladas era un tanto extraño.
Tal y como señala Roso, todo el mundo sabía que el proceso policial y judicial no era más que un burdo montaje cuyo objetivo era alejar del foco mediático a los verdaderos culpables y cernir así toda sospecha y acusación sobre cinco pobres inocentes.
Lo absurdo de la acusación de estos cinco hombres residía en que eran cinco salmantinos que no habían salido de la provincia de Morasverdes y en que era imposible que hubiesen hecho el trayecto de ida y vuelta en una noche pero, esto, poco importó.
Durante el juicio emergieron varios individuos que testificaron haber visto a los acusados merodeando por las inmediaciones de la finca de Malladas en la noche del crimen, ¿lo sorprendente? Estos extraños testigos nunca mencionaron haber presenciado nada durante las investigaciones, así como tampoco en la instrucción que se extendió tres años.
Para más inri, otras personas que habían declarado en contra de la 'versión oficial' y cuyo testimonio sí aparecía en el sumario cambiaron sus declaraciones repentinamente y sin explicación alguna.
Pese a que el fiscal era plenamente consciente de estos extraños cambios, optó por obviarlo. Finalmente, el jurado dictó sentencia culpando a los cinco salmantinos y condenándolos a cadena perpetua. Roso señala, incluso, que la decisión estaba ya tomada mucho antes de que se celebrase el juicio.
El inútil intento de desmontar la manipulación
La conspiración envolvió al crimen enseguida y, la «vox populi», hablaba de una posible participación de altas personalidades políticas de la época, Guardias Civiles e, incluso, del propio terrateniente de la finca.
La resolución del crimen y la condena (tal y como defendía una mayoría) injusta, llegó incluso a oídos de los políticos del momento; la diatriba que envolvió el oscuro crimen fue tal, que llegó incluso a ponerse en duda y a debate el sistema político caduco y decadente de la Restauración.
Los abogados defensores se embarcaron en una campaña que exigía justicia para sus representados, aunque eso les costase la enemistad de la élite poderosa de la época.
Fueron recurrentes los actos públicos en los que se trataba de concienciar a la sociedad española de la injusticia que se estaba cometiendo y uno de ellos, protagonizado por el abogado José Díaz López en la casa del Pueblo de Madrid, fue realmente controversial.
Díaz aseguró públicamente que el administrador de la finca de Malladas tenía una especie de pacto con la Guardia Civil y que, este, había ordenado la liberación de los sospechosos que sí tenían algún tipo de vínculo con el crimen y su perpetración, así como que había testigos que habían declarado en falso y que había una misteriosa sombra que había hecho lo habido y por haber para que los vecinos de Morasverdes no acudiesen a declarar y, lo más sorprendente, el propio conde de Malladas había declarado que los condenados eran inocentes. Nada cambió.
Cuando Miguel de Unamuno y Alfonso XIII entraron en escena
Miguel de Unamuno , en aquel momento, era uno de los personajes más influyentes de la época.
El abogado defensor de los sentenciados usó esta carta con la intención de que Unamuno cambiase el curso de lo que estaba aconteciendo y esta estrategia, surtió efecto (hasta cierto punto).
El escritor afirmó ante la prensa que tenía bajo su poder un documento en el que un Guardia Civil confesaba quienes eran los verdaderos autores del crimen de las Malladas; este documento, nunca llegó a ver la luz.
Sin embargo, la trascendencia del crimen llegó hasta la máxima autoridad de la España del momento: el rey Alfonso XIII quien , a las escasas semanas de tener constancia del caso, firmó una conmutación de pena.
El desenlace y el secreto
Finalmente, tras la incansable lucha del abogado defensor, los presos salieron de prisión tras haber cumplido once años de condena.
Aunque trataron de reconstruir sus vidas después de aquel oscuro capítulo, algunos poco pudieron hacer.
Anselmo, por ejemplo, al poco de salir de prisión fue hallado colgado.
Luis Roso plantea la hipótesis de que, detrás del crimen de Malladas, hubiese una trama de abusos a menores en la que estaba implicado alguien muy cercano al conde y que este, fue quien brindó protección a Callejo.