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Dos equipos españoles del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) han demostrado que la actividad de los océanos contribuye a frenar el calentamiento global más de lo que hasta ahora se pensaba. Han logrado calcular cuánta cantidad de metanotiol, un gas de azufre que enfría el clima con la formación de nubes, emite el mar a la atmósfera, algo hasta ahora desconocido, y certificar que los océanos podrían contribuir a contrarrestar el calentamiento global del planeta entre un 30% y 70% más de lo que se creía.
Estos derivados marinos del azufre se puede decir que tienen exactamente el comportamiento contrario que el CO2 (dióxido de carbono) y que el resto de los gases de efecto invernadero, cuya cada vez mayor presencia en la atmósfera es la principal responsable del cambio climático. Los mares no solo son un sumidero natural que captura y retiene parte del CO2 que la quema de combustibles fósiles y otras actividades humanas lanzan a la atmósfera, sino que, además, tienen un papel activo en el enfriamiento de la Tierra a través de sus emisiones de azufre.
Desde hace cuatro décadas se maneja la hipótesis, apuntalada por numerosas investigaciones, de que el plancton microscópico que vive en la superficie de los mares produce azufre en forma de gas, el dimetilsulfuro, que, una vez en la atmósfera, se oxida y forma pequeñas partículas llamadas aerosoles. Los aerosoles reflejan una parte de la radiación solar de vuelta hacia el espacio y, por tanto, disminuyen el calor que retiene la Tierra, al contrario que los gases de efecto invernadero. Este efecto refrigerante de los aerosoles, además, se multiplica porque son esenciales para la condensación de gotas de agua y la formación de nubes ópticamente densas, el elemento climático con mayor capacidad de enfriamiento.
Hasta ahora la capacidad refrigerante de los océanos se calculaba solo a partir de la emisión de dimetilsulfuro, principal responsable del olor tan característico del marisco. Pero, gracias a los trabajos de un equipo del Instituto de Ciencias del Mar (ICM) y de otro del Instituto de Química Física Blas Cabrera (IQF), hoy sabemos que la actividad marina lanza de forma relevante otro derivado del azufre a la atmósfera, el metanotiol, porque ambos grupos de científicos del CSIC encontraron la manera de cuantificar, a escala planetaria, dónde, cuándo y en qué cantidad se produce esta emisión.
Su conclusión, publicada por la prestigiosa revista Science Advances, es que anualmente y de promedio el metanotiol incrementa en un 25% las emisiones marinas de azufre ya conocidas. Es decir, que el mar emite un 25% más de azufre de lo que se creía. Pero no solo contribuye a lanzar una mayor cantidad de refrigerante sino que multiplica sus efectos, porque el metanotiol es más eficiente al oxidarse y formar aerosoles que el dimetilsulfuro y, por tanto, su impacto climático es mucho más potente.
Los modelos climáticos a los que los investigadores han incorporado sus descubrimientos sobre el metanotiol marino indican que las cantidades hasta ahora no cuantificadas permiten aumentar entre un 30% y un 70% la formación de aerosoles de azufre sobre el Océano Antártico, lo que disminuye la potencia de radiación solar incidente en verano en una cantidad entre 0,3 y 1.5 vatios por metro cuadrado. «Los modelos climáticos actuales sobreestiman enormemente la radiación solar que sabemos que llega realmente al Océano Antártico, sobre todo porque no son capaces de simular correctamente las nubes. Incorporar esta nueva emisión de azufre -como hace este hallazgo- permitirá acercar algo más el modelo a la realidad», segura Rafel Simó, del ICM-CSIC y uno de los coordinadores del trabajo.
La evaluación española del beneficio de las emisiones marinas de metanotiol en el balance de radiación del planeta indican también que los impactos son mucho más visibles en el hemisferio sur, porque hay menos continentes y menos actividad humana y la presencia de azufre proveniente de la quema de combustibles fósiles es menor. «Es aquí donde el estudio nos muestra cómo era la influencia del océano en el clima antes de la revolución industrial», explica Alfonso Saiz-López, del IQF-CSIC, el otro coordinador del trabajo y responsable de la modelización.
El trabajo, destacan los expertos españoles, es una prueba más de que los océanos no solo capturan y distribuyen el calor del sol, al tomar parte del dióxido de carbono que los humanos lanzan a la atmósfera, sino que además producen gases y partículas con beneficios climáticos inmediatos. Pese a esta buena noticia, alertan estos científicos, por mucha labor positiva que hagan los océanos «la dimensión del impacto de la actividad del ser humano es tal que el planeta se calienta y seguirá calentándose si no se pone remedio», si no se recorta ya de forma drástica la emisión a la atmósfera de CO2 y similares.
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