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España salva la primera parte del verano con la mitad de bosque calcinado que en la última década

España salva la primera parte del verano con la mitad de bosque calcinado que en la última década

Un junio «frío» y muy lluvioso en todo el país y el adelanto de los planes de emergencia hacen de 2024 uno de los años con menos incendios

Viernes, 9 de agosto 2024, 16:56

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España ha superado los primeros siete meses del año y la primera mitad del verano con una de las cifras de daños por incendios forestales más bajas del siglo. Desde el 1 de enero y al 28 de julio, las llamas calcinaron en la península y en los dos archipiélagos 30.363 hectáreas de arbolado, matorral y monte bajo.

La cifra de destrozos por el fuego rompe con la tendencia de los últimos años. Es casi la mitad de la superficie quemada por los incendios en la última década, que por estas fechas sumaba 58.000 hectáreas de media, y menos de la mitad del terreno arrasado por las llamas en los primeros siete meses del año pasado, cuando pasaron de 64.000. De hecho, el presente ejercicio es, a día de hoy, el cuarto con menos territorio arrasado del decenio.

Los daños acumulados este año por el fuego en dehesas, praderas y arbolado son casi tres veces menos que la media española de lo que va de siglo que, según los satélites de Copernicus, suele rondar al inicio de agosto las 81.500 hectáreas arrasadas.

Desde luego es una cifra incomparable con la del año negro más próximo, 2022, que por estas fechas llevaba 189.000 hectáreas reducidas a cenizas, siete veces. Ese ejercicio terminó con 268.000 hectáreas destruidas por las llamas. El peor ciclo de incendios en 28 años, desde las abultadísimas cifras de mediados de los noventa, cuando cada verano ardía media España.

Según los expertos, entre las razones que han contribuido a que en 2024 se hayan producido la mitad de fuegos que en ejercicios anteriores están las atípicas y generosas lluvias registradas en junio, sumadas al adelanto a mayo de los dispositivos antiincendios tanto del Estado como de la mayoría de autonomías.

El riesgo de superfuegos persiste con la sucesión de olas de calor, que dejan de nuevo el monte como pura yesca y combustible

Las comunidades, alarmadas por los cientos de miles de hectáreas de arbolado y monte bajo arrasadas en 2022, parece que han interiorizado que el cambio climático ha extendido los megaincendios más allá del verano, por lo que han activado sus planes y brigadas contra el fuego antes de que acabe mayo, entre un mes y mes y medio antes que hace dos años. De igual manera y por las mismas fechas, dictaron prohibiciones de quemas de rastrojos, de realización de hogueras y barbacoas al aire libre y del uso de maquinaria agrícola pesada junto a áreas forestales, medidas preventivas que en ejercicios anteriores no llegaban hasta julio.

La ventaja del anticipo del dispositivo contra al fuego se vio enormemente favorecida, además, por un hecho inhabitual. Un junio acuoso y sin olas de calor, que humedeció y desactivo durante semanas unas zonas forestales que eran pura yesca y combustible por un invierno y primavera bastante secos. Junio fue calificado por Aemet como un mes «muy húmedo», en el que llovió dos veces y media más de lo habitual, y que, además, lo hizo de una punta a la otra del mapa, con máximos en San Sebastián, Palma o Murcia. Es más, los meteorólogos lo calificaron como el primer mes «frío» en dos años de ascensos de temperatura continuados, desde abril de 2022. Con ello quieren decir que sus 19,9 grados de media están dos décimas por debajo del registro de los últimos 30 años. Fue uno de los junios más frescos del siglo.

Déficits peligrosos

No obstante, los mismos expertos advierten que nadie debería confiarse por la buena primera mitad del año. Recuerdan que restan agosto y septiembre y que los dos elementos que más contribuyen al alto número de hectáreas quemadas en este siglo siguen presentes: el calentamiento global y el insuficiente trabajo preventivo de limpieza, recuperación y buena gestión del medio rural y de los bosques durante todo el año. Son los dos factores generadores de los superincendios, los monstruos de fuego que en horas se prenden cientos y miles de hectáreas, desbordan a los equipos de emergencia y precisan de días para controlarlos, muchas veces una tarea imposible hasta que devoran toda la vegetación del perímetro.

Prueba de que el riesgo sigue ahí, avisan, es que en 2024 se han quemado la mitad de las hectáreas que en la década, pero solo porque entre enero y julio hubo la mitad de fuegos pequeños y medianos de lo habitual (1.134 frente a 2.171). Los superfuegos (los de más de 500 hectáreas), el gran peligro medioambiental, sin embargo, no descendieron. Desde principio de año se cuentan once macroincendios, exactamente los mismos que en la media de la última década.

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