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Cada vez que iban al ático de la calle García de la Serna, los agentes del Grupo de Homicidios de la comisaría de Torremolinos se marchaban con la misma convicción. Pese a que no lograban encontrar sus restos mortales, los investigadores estaban casi seguros de que la respuesta a la desaparición de Sibora Gagani estaba oculta entre aquellas paredes.
Así ha sido. Un tatuaje en el cuerpo localizado este martes en el domicilio que la joven compartió con Marco G. R. deja prácticamente resuelta su identificación, de acuerdo con las fuentes consultadas, aunque será una prueba de ADN la que termine de confirmar si se trata de Sibora Gagani.
Los agentes acudieron al menos en cuatro ocasiones a la vivienda, que ahora ocupa otra pareja, para inspeccionar las paredes. En la primera de ellas se dedicaron a perforar tabiques e introducir microcámaras para comprobar si, como había manifestado la expareja de la desaparecida, el cadáver estaba emparedado en el piso. Pero no dio resultado.
Sin embargo, en una de esas visitas al ático, los investigadores repararon en un detalle que resultó fundamental para resolver el caso. La clave estaba en la solería del inmueble. La línea que formaban las baldosas del suelo no coincidían a uno y otro lado del cabecero de la cama de la planta superior, lo que revelaba una irregularidad en la pared de detrás.
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A los policías, empujados por esa convicción, se les ocurrió contar las losas del suelo y compararlas con las del ático contiguo, cuya disposición y estructura debían ser idénticas. Las cifras no coincidían. De ahí pasaron a comparar los planos de las viviendas. Y saltaron las alarmas: tras ese tabique había un vestidor que no debía encontrarse en ese lugar.
Los investigadores se centraron en esa zona y pidieron apoyo a especialistas en inspecciones oculares de la Dirección General de la Policía, que acudieron este martes para realizar un nuevo registro en el piso, aunque esta vez con un sistema de rayos X.
Según las fuentes consultadas, los agentes detectaron un cambio de densidad en esa pared que no coincidía con la disposición del piso contiguo, así como la presencia de otro material que parecía ser madera. Por fuera, no se apreciaba absolutamente nada en la pared, ni siquiera un mínimo relieve que apuntara a una reforma. El trabajo, desde el punto de vista de la albañilería, era perfecto.
Movidos nuevamente por la misma convicción, los policías tiraron abajo ese tabique, que estaba hueco. Con la colaboración del propietario y los moradores actuales de la vivienda, se procedió a demoler el muro, localizando tras el mismo un gran cajón de madera de aglomerado que formaba una especie de sarcófago.
Una vez derrumbada la pared, se levantó la tapa de la caja. Los policías pudieron comprobar que el interior estaba repleto de cal y que despedía un fuerte olor a esta sustancia. También había una bolsa de plástico que contenía un cuchillo con restos de sangre seca.
Tras extraer la cal con cuidado, los agentes encontraron diferentes objetos que podrían haber pertenecido a la desaparecida y un ramo de flores sobre el torso de un cadáver, que se hallaba en el interior de un saco de acampada.
En su interior, los agentes hallaron un cuerpo envuelto en bolsas de plástico, las cuales, una vez retiradas, dejaron a la luz un cadáver completo cuyo estado oscilaba entre la saponificación y la momificación, aunque a simple vista ya se intuía que se trataba de una mujer.
Todo apunta a que el cadáver corresponde a Sibora Gagani -entre las pertenencias se encontró su bolso-, aunque las fuentes consultadas recalcaron que no existe una confirmación de la identidad hasta que se le hagan pruebas de ADN a sus restos mortales y se comparen con los de su familia, que tiene previsto viajar estos días a Málaga.
También se está a la espera de las pruebas complementarias para certificar la causa de la muerte, si bien las pesquisas sugieren que el mecanismo habría sido un arma blanca, en concreto el cuchillo hallado en el enterramiento. Los forenses han podido apreciar varias puñaladas en el cuerpo y también en la camiseta que aún llevaba el cadáver.
El rastro de Sibora se perdió en Torremolinos en julio de 2014, poco después de que la joven, que entonces tenía 22 años, pusiera fin a su relación con Marco G. R. Desde que desapareció, todos los esfuerzos para dar con su paradero habían conducido a un callejón sin salida. Hasta el pasado 17 de mayo, cuando el italiano fue detenido como presunto autor del crimen a puñaladas de Paula, de 28 años, en la misma localidad.
Las alarmas saltaron cuando los investigadores comprobaron que el italiano también había sido compañero sentimental de Sibora. De hecho, fue la última persona con la que ella mantuvo contacto. Fue el 7 de julio mediante una conversación de WhatsApp.
Marco acababa de negarse a declarar ante los policías de Homicidios por el asesinato de Paula y estaba siendo conducido a los calabozos cuando se topó con la imagen de la ítalo-albanesa en un tablón de la comisaría de Torremolinos. En ese instante, derrumbado aparentemente por el peso de la conciencia, manifestó: «Quiero colaborar porque esto me va a perseguir siempre, como lo de Marta del Castillo».
De manera espontánea, supuestamente contó que la mujer estaba en el ático que compartieron, «enterrada en una pared». Incluso se ofreció a acompañar a los policías hasta allí, aunque finalmente no lo hizo. El presunto asesino no llegó a confesar haber matado a Sibora de forma explícita, sino que reconoció que se pelearon y se limitó a decir: «Me pasé con ella».
Luego no ratificó esas manifestaciones ante los policías de manera formal, estando ya en presencia de su abogada, ni tampoco ante la autoridad judicial. Sin embargo, aquella confesión tenía calado suficiente como para que la jueza que investiga la causa abriera diligencias contra Marco y ordenara los registros en la vivienda en la que convivieron entre 2011 y 2014.
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