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Sara Morante. R. C.
«Cuando veo un cartel hecho con IA, me siento ofendida»

Sara Morante

Ilustradora
«Cuando veo un cartel hecho con IA, me siento ofendida»

Vermú de domingo ·

Camino de su tercera novela y tras poner trazos a los textos de Virgina Woolf o Pérez Galdós, la ilustradora asegura que en su tiempo libre no coGe «un lápiz»

Domingo, 10 de noviembre 2024, 00:11

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Con su trabajo como ilustradora, Sara Morante pretende «iluminar los rincones oscuros sin tratar con condescendencia al lector». Es lo que ha hecho, con un estilo original y sutil, al dialogar con los textos de Virginia Woolf, Sylvia Plath, Lewis Carroll, Miguel Hernández, Jane Austen o Pérez Galdós, entre otros autores, o al ilustrar más de sesenta cubiertas de libros. Morante contesta a las preguntas desde Hendaya (Francia), ciudad en la que reside hace ya veinte años. Allí es donde dibuja, imparte cursos de ilustración y colabora en prensa y publicidad. También es donde escribe: ha publicado dos novelas y, ahora, va a por la tercera.

-¿Con qué artista se tomaría el vermú del domingo?

-Con Lorca. Tendría que ser muy estimulante como persona, y muy divertido.

-Acaba de ilustrar una antología poética del granadino.

-Sí. Tenía una sensibilidad enorme, una empatía enorme y una capacidad de mirar no solo a los suyos, sino a los que estaban a su alrededor. Ilustrarlo ha sido una gozadera, un ochomil. Le tenía muchísimas ganas por su imaginario, por su mirada, pero, sobre todo, porque le tengo simpatía como ser humano.

-¿Cómo es su proceso creativo?

-Pues hay gente que tiene la suerte de tener un proceso creativo metódico, pero el mío es caótico. Hay un proceso en el 'background' del cerebro que yo no sé cómo funciona ni tengo intención de domarlo.

-El plazo de entrega ayuda, ¿no?

-Al principio me estresaba muchísimo, pero ahora tengo más oficio y más confianza en mi propio proceso. El plazo de entrega es una de las cosas más inspiradoras que hay: a mí me vienen las mejores ideas al final, por eso he de tener una técnica muy flexible. Igual trabajo un día y los dos siguientes no hago nada, pero sí que estoy haciendo, mi cerebro está haciendo, aunque no soy consciente de que voy madurando ideas. Para quitarle a mis alumnos el estrés, ese aparente bloqueo, les recomiendo ir a dar un paseo, a una exposición, ver películas, leer, disfrutar un poco del trabajo de otros.

-¿Tiene la ilustración el reconocimiento que se merece?

-Por una parte sí, pero, por otra, se está despreciando bastante a partir de la inteligencia artificial.

-Era mi siguiente pregunta.

-Cada vez que veo un cartel hecho con inteligencia artificial, sobre todo de instituciones públicas, me siento ofendida como ciudadana. Y no te quiero ni contar como ilustradora: no solo porque tienen muchísimos fallos y estéticamente no dan la calidad necesaria, sino porque las instituciones deberían estar tirando del tejido de profesionales locales. En algunos aspectos, la inteligencia artificial es una herramienta buenísima, pero en el trabajo creativo es un retroceso porque no hay un proceso creativo y se desprecia el trabajo de los profesionales de la ilustración, que tienen en cuenta muchísimas cosas, como el mensaje que se traslada y el lenguaje con el que se comunica ese mensaje. Y también se requieren unos conocimientos y una ética profesional. Todo eso no se tiene en cuenta con la inteligencia artificial.

-¿Adapta su estilo a cada autor?

-Depende. Mi estilo es el que es y evoluciona muy lentamente, así que hago lo que me apetece en ese momento. La ilustración es una excusa para volcar mi imaginario interior: la concibo como un diálogo, pero no con el autor, sino con el texto, al que doy una respuesta desde mi contexto y mi experiencia vital, sin tratar de meterme en la cabeza de los autores. Eso es lo bonito, porque si estuviese supeditada a adaptarme a cada uno, sería ilustración casi descriptiva. Eso no es divertido. Ni me hace crecer.

De afición a profesión

-¿Es capaz de leer algo sin pensar cómo lo ilustraría?

-Sí. Yo he dibujado toda mi vida, escribía cuentos en una Olivetti y los dibujaba desde chiquitita, pero cuando profesionalizas una afición, esa afición deja de ser una válvula de escape para convertirse en un oficio. En mi tiempo libre no cojo un lápiz para dibujar, ya lo hago mucho por trabajo.

-¿Qué libro le gustaría ilustrar?

-'Las flores del mal', de Baudelaire, pero es muy complicado. Y algo de Agota Kristof, que me vuelve loca como lectora, pero no sé si sería un trabajo fácil porque, obligatoriamente, tienes que poner la mirada en otro sitio como ilustradora.

-Ha vivido en España y en Irlanda, pero ha acabado afincándose en Francia.

-Sí, veinte años llevamos aquí.

-¿Por?

-Por la burbuja inmobiliaria, más que nada. Acababa de volver de Irlanda con el que luego sería mi marido y, como él es vasco, vinimos a Donosti, pero no había mercado de alquiler, todo era comprar y a unos precios muy bestias. Así que vinimos a Francia, que está al lado, y cuando vi Hendaya dije, bueno, nos quedamos aquí. Ahora ha subido, pero la vivienda era más asequible en ese momento.

-¿Y cómo ve España desde fuera?

-Creo que vivir, cotizar, pagar impuestos e ir a la compra en tres países me da mucha objetividad. En todos los lugares cuecen habas, pero de Irlanda me gustaría exportar el concepto de trabajo, porque allí no hacen una hora extra si no la cobran; de Francia, el cuidado por la cultura y las ciencias que tienen desde la escuela primaria, y de España, el saber hacer, la Seguridad Social y la cultura. Pero hay muchas cosas que me enervan de los tres países.

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