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Silvia G. Rojo
Viernes, 7 de julio 2023, 00:50
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Los agricultores de la región, tan habituados a cultivos como los cereales o el girasol en los secanos, no dejan de buscar opciones que aporten una mayor rentabilidad a sus explotaciones y si de moda se ha puesto en los últimos años la plantación de frutos secos, también ha tomado cierto auge el sector de las aromáticas, especialmente la lavanda y el lavandín, que con su llamativa floración tiñen el campo de morado en esta época del año.
Según los datos facilitados por la Consejería de Agricultura, Ganadería y Desarrollo Rural, en la región se han destinado este año 1.844 hectáreas a cultivar lavanda y lavandín, las mismas que el ejercicio pasado. El dato hace cinco años, según el Ministerio de Agricultura, no superaba las 438 hectáreas en la Comunidad por lo que el incremento ha sido del 24%.
En la cooperativa del Campo La Burgalesa, en Caleruega, hace cuatro años que apostaron por la lavanda y en la actualidad suman 230 hectáreas. «La mayoría somos pequeños propietarios de la zona», aclara José Ignacio Delgado, uno de los miembros de esta cooperativa, «somos una zona de mucha altitud y el secano de trigo y cebada no da mucho rendimiento así que se ha apostado por otros cultivos como lavanda, viñedo o girasol para diversificar».
Este agricultor se muestra convencido de que la superficie de aromáticas, al menos en su zona, «va a ir a más», no descarta alcanzar las 500 hectáreas y ya han tomado la decisión de crear una destilería para la lavanda que estará operativa en los próximos tres años.
Delgado insiste en que es un cultivo «de lo más sostenible, es un protector natural» que no requiere mucho más que un «laboreo de mantenimiento» y que en el caso de su cooperativa ha generado un puesto de trabajo.
Considera que la lavanda y la vid se han convertido en «un binomio perfecto» para los campos de Caleruega y en ese deseo de ir más allá con la destilería o un centro de interpretación para también aprovechar el potencial turístico, reclama el necesario «apoyo de las instituciones».
Desde el punto de vista agronómico, las últimas lluvias «a diferencia de otros cultivos han llegado a tiempo, hay una sobrefloración», comenta José Ignacio, quien reconoce que a pesar de ser un cultivo que aguanta muy bien la sequía, también es lo que más le puede castigar «y es muy compleja de regar, hay que hacerlo con cubas, es costoso y con dificultades».
Segar y destilar
En la localidad vallisoletana de Zaratán también cultiva lavandín Ángel González, quien coincide en que el agua de junio «ha venido muy bien a las plantas, en su floración se va a notar». Según sus cálculos, la planta estará lista para segarla los últimos días del mes de julio, una tarea que hará con su propia máquina y que ya se está realizando en los campos de lavanda de zonas de Castilla la Mancha.
Otra cuestión será la destilación, «mucha gente la hace en Ampudia», y el precio que este año se pague por la esencia que se obtiene que, en su caso, debería tener un valor añadido al tratarse de superficie ecológica. «El mercado está muy parado o bajando mucho, lo que voy a hacer es obtener el aceite y almacenar ya que en unas condiciones óptimas sí que dura». Las aromáticas no son una excepción a un «mercado loco» como es el de los productos agrícolas por lo que considera oportuno «esperar a ver la evolución».
La Asociación Nacional Interprofesional de Plantas Aromáticas y Medicinales (Anipam) ha alertado esta misma semana que la situación real del sector de la producción y destilación de lavanda y lavandín «está muy lejos de la euforia».
Este colectivo habla de «tres crisis simultáneas» entre las que incluye «la crisis del clima, con dos años consecutivos de sequía profunda (al últimas lluvias han sido solo un paliativo temporal), la crisis regulatoria (ante la necesidad de que la Unión Europea respete el carácter natural de nuestros productos) y la crisis de los mercados, donde desde hace tres años los precios de los aceites esenciales puros y naturales han descendido radicalmente».
En este sentido, desde Anipam aseguran que los agricultores de aceite puro y natural de lavanda y lavandín «no pueden vender sus productos porque el precio de mercado solo cubre la mitad de sus costes, no hay operaciones de compraventa».
Piden que no se olvide que «detrás del glamour está el trabajo» para referirse así a todo el interés social que despierta este cultivo, por lo que reclaman, además, «que los turistas respeten nuestros campos, que las administraciones y nuestros representantes políticos defiendan nuestras reivindicaciones ante la Unión Europea y que nuestra industria apueste decididamente por productos puro y naturales que puedan ser identificados como tales por los consumidores«.
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