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J. Castillo
Lunes, 3 de junio 2024, 18:45
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La obesidad y el sobrepeso representan uno de los problemas de salud mayoritarios para la población española: han triplicado su incidencia a nivel global desde la década de los 70. El último informe elaborado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria (AESAN) en colaboración con el Centro Nacional de Epidemiología del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) determina que el 55,8% de los mayores de 18 años residentes en nuestro país presenta un exceso de peso, porcentaje que refiere en un 18,7% a la obesidad y en un 37,1% al sobrepeso. Por su parte, la prevalencia de la obesidad severa alcanza a un 4,9% de las personas adultas.
La cuestión, que afecta en mayor medida a hombres que a mujeres, no es baladí: está asociada a numerosas enfermedades cardiovasculares y tipos de cáncer, lo que en último término disminuye la esperanza de vida e impacta sobremanera -en términos económicos- sobre el sistema nacional de salud.
Con esta radiografía y la imagen irreal que proyectan las celebridades en las distintas redes sociales, no extraña que las aplicaciones móviles consagradas a la pérdida de peso se encuentren entre las más descargadas. De hecho, los principales sistemas operativos (iOS y Android) albergan funcionalidades que evalúan nuestro estado de salud en consonancia con las pulseras de monitorización y los relojes inteligentes. El quid de la cuestión es si estas herramientas sirven para algo o si, por el contrario, pueden inducir conductas compulsivas.
Este medio preguntó al médico nutricionista Javier Aranceta, presidente de la Real Academia de Medicina del País Vasco, para quien estas aplicaciones «valen si uno se compromete de verdad a seguir los pasos que le indican y pone, como en todo, un poco de sentido común a la decisión de perder peso». No obstante, si observamos las investigaciones científicas llevadas a cabo en los últimos años, la respuesta pierde rotundidad.
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Óscar Beltrán de Otálora
Un estudio comandado por el profesor japonés Yoshio Nakata (publicado en la revista 'Nutrients') comparó a un grupo de control con otro de usuarios de la aplicación 'CALOmama Plus', diseñada para la pérdida efectiva de peso. Concluyó que los segundos adelgazaron más que los primeros, pero aún restaba comparar dichos resultados con los de otros grandes estudios para determinar hasta qué punto podemos generalizar.
Algo, esto último, llevado a cabo por los investigadores de la red internacional Cochrane. Interesados en descubrir de una vez por todas si las aplicaciones móviles resultan útiles para adultos y adolescentes (de entre 13 y 17 años) con sobrepeso u obesidad, recopilaron aquellos estudios de prestigio que consideraran al menos una app diseñada en torno a dos o más modificaciones de conducta: «La aplicación tenía que ayudar a las personas, por ejemplo, a hacer un seguimiento de su peso, alimentación o actividad y, además, proporcionar, por ejemplo, mensajes de motivación o información sobre hábitos saludables», explican los encargados de la revisión.
Finalmente se analizaron 18 estudios que involucraron a más de dos mil personas durante lapsos de seis meses a un año, obteniéndose las siguientes conclusiones: aquellas investigaciones que compararon el uso de una aplicación con su no empleo determinaron un cambio de peso prácticamente nulo tanto en los primeros sujetos como en los del grupo de control: «Es probable que una aplicación para móviles produzca poca o ninguna diferencia en la calidad de vida y el bienestar al cabo de un año y poca o ninguna diferencia en los hábitos alimentarios al cabo de uno o dos años», sentencian desde Cochrane.
Otros estudios buscaron diferencias significativas en los resultados de utilizar dos apps de salud diferentes, pero tampoco las encontraron. Uno de ellos, concretamente, comparó a los usuarios de una aplicación de cómputo de calorías con los de una basada en dietas cetogénicas: aunque es cierto que los segundos perdieron algo más de peso al cabo de seis meses, la evolución a largo plazo fue prácticamente idéntica (insignificante).
El último supuesto a considerar fue el de las investigaciones que contrastaron apps de salud con el empleo de nutricionistas. Aquí se demostró «que una aplicación para móviles apenas produce diferencias en el IMC en comparación con el asesoramiento personalizado al cabo de seis meses», aunque no se hallaron estudios durante periodos más extensos.
La conclusión central de la revisión Cochrane, por consiguiente, es que «los médicos y otros profesionales de la salud deben reflexionar detenidamente sobre la conveniencia de recomendar aplicaciones para móviles a las personas con sobrepeso u obesidad, ya que los resultados identificados no son suficientes para demostrar que sean útiles. [...] Cuando éstas se compararon con no hacer nada o con el asesoramiento personalizado, las diferencias que se encontraron fueron pequeñas y podrían no tener un efecto importante en la vida cotidiana».
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