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Raquel C. Pico
Vigo
Miércoles, 10 de enero 2024, 13:43
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Es el mediodía del primer día tras la larga temporada de Navidad. Hace mucho frío y llovizna y las playas viguesas están prácticamente vacías. En Samil, la más popular, un par de turistas pasean por la orilla —no están buscando plásticos, responden extrañados cuando se les pregunta— y también lo hace Andrea, una profesora de biología que acaba de salir del instituto y se ha venido hasta el borde del Atlántico para ver si los pellets que llevan semanas llegando a las costas gallegas lo han hecho también a la viguesa.
Aunque se habían producido ya llegadas a algunas playas de municipios cercanos, aún no se veían esa tarde en las orillas de la ciudad más poblada de Galicia. Pero lo harán, explica la profesora referenciando lo que calculan quienes están siguiendo la evolución de esta marea blanca. Las mareas se encargarán de ello.
Los primeros avistamientos se produjeron a mediados de diciembre en la ría de Muros y Noia. Todo había empezado antes: la cronología que comparte la Federación Ecoloxista Galega arranca el 8 de diciembre, cuando el buque Toconao perdía a la altura de Viana do Castelo, en la vecina Portugal seis contenedores. Uno llevaba miles de sacos de pellets de resina plástica, cada uno de 25 kilos, según datos de Ecoloxistas en Acción. El día 13 ya se vieron en las costas gallegas los primeros pellets. En las playas más afectadas, era como «si granizara». Desde entonces no han dejado de llegar y, si no se recogen cuando tocan tierra, las mareas los vuelven a llevar mar adentro, enquistando el problema.
La profesora ha estado siguiendo lo que está ocurriendo en redes sociales, que han sido el primer punto de información para la población sobre qué ocurría. También ha sido el punto de partida para la movilización civil: los voluntarios se han lanzado a las playas a recoger este material. Un grupo de WhatsApp y chats en Telegram, así como la actividad de cuentas de referencia —como la de la asociación Noia Limpa—, están sirviendo para saber a dónde ir.
Según calcula al otro lado del teléfono Manoel Santos, coordinador de Greenpeace en Galicia, este pasado fin de semana más de 1.000 personas estuvieron limpiando las playas. «Es un orgullo ver a la gente, como ayuda y va a las playas», señala Rita Míguez, presidenta de la Asociación Nacional de Mujeres de la Pesca (Anmupesca) y ella misma mariscadora en Arcade.
Este protagonismo de los voluntarios ha hecho que no pocas personas piensen en la marea negra del Prestige. También ha creado una situación compleja. Las organizaciones ecologistas han diseñado recomendaciones para «que no sea peor el remedio que la enfermedad» —las personas voluntarias no saben necesariamente qué debe hacerse y qué no— y muchos se preguntan dónde estaban, mientras esto ocurrían, las administraciones públicas. Como señala Santiago Cruz, patrón mayor de la Cofradía de Noia, recoger el vertido es un trabajo delicado. Cruz lamenta que la Xunta de Galicia no está ni coordinando el proceso ni poniendo suficiente personal ahora que ya han empezado a acercarse a las playas. «La Xunta reaccionó muy tarde», resume.
Mientras, la Xunta de Galicia y la administración central se han enzarzado en un tira y afloja de acusaciones sobre quién dijo qué y cuándo. El gobierno gallego ha tardado en activar el nivel 2 de alerta, que aumenta los recursos disponibles para actuar contra esta marea blanca. Lo hizo después de la vecina Asturias. También ha insistido en que los pellets no son tóxicos en diferentes declaraciones, algo que tanto desde los grupos ecologistas como la industria pesquera puntualizan.
Aunque las comparaciones con la marea negra del Prestige abundan, las dos crisis no son exactamente iguales. Santos pide que «seamos rigurosos» y señala que este no es un nuevo Prestige. Esta es una crisis «muy diferente», aunque tenga, concede, algo idéntico a aquella marea negra, la de la respuesta tardía de las administraciones públicas. Ese tiempo que pasó entre el 13 de diciembre —cuando se supo que se había perdido carga— y el 5 de enero en el que la Xunta activa su plan fue demasiado tiempo, señala Santos. Afrontar los efectos del vertido es «más difícil ahora que hace dos semanas»
Aun así, esto no quiere decir que los pellets que estén llegando a las costas gallegas sean inocuos. Nada más lejos de la realidad. De hecho, los vertidos de pellets ya tienen un complicado pasado, como demuestra la tragedia medioambiental que protagonizaron —con un vertido mucho mayor— en Sri Lanka.
«Sí son tóxicos: son plástico», recuerda Cruz. «Los peces los pueden comer», advierte. También luego los pájaros que se alimentan de ellos. De hecho, SEO BirdLife ya ha señalado que estos plásticos pueden afectar a las aves marinas. Les preocupa, de forma especial, el chorlitejo patinegro, una especie en peligro que vive en una de las zonas que primero se vieron afectadas. Todo en la naturaleza es, además, una cadena. Desde la cofradía piensan también a largo y medio plazo, a lo que puede pasar en 20, 50 o 100 años.
El plástico tarda siglos en desaparecer y los microplásticos son una pesadilla medioambiental. «Los plásticos son un problema y son peligrosos para el medioambiente», explica Santos. No son inocuos. Los pellets «actúan como una esponja tóxica», se convierten en pequeñas microbombas tóxicas con consecuencias a la larga. «Decir que no son peligrosos es minusvalorar el problema», apunta el coordinador de Greenpeace.
«El sector lo ve con preocupación», indica Rita Míguez, y apunta otro elemento importante: «Otra vez demuestra lo vulnerable y lo fácil que es dañar el medio marino». Porque, aunque el vertido de los pellets es ahora el que domina los titulares, lo cierto es que es una pieza más de una situación compleja.
Por un lado, es un aviso más sobre la cuestión del plástico. «Esto es la punta del iceberg», lamenta Santos. Cada año, acaban en los ecosistemas 160.000 toneladas de pellets, recuerda. Se usa demasiado plástico y solo un cambio normativo cambiará las cosas, suma.
Por otro, está la letra pequeña de la navegación marítima. La costa gallega es una autopista del mar. Por ella pasan entre 35.000 y 40.000 barcos al año y un tercio llevan sustancias peligrosas. Podrían ser en realidad más, porque, como recuerda Santos, hay elementos —como los pellets— que no son considerados peligrosos y no contabilizan como tales. Los grupos ecologistas están recordando sus peticiones de cambiarlo, para que tengan que ir en bodega y con más medidas de seguridad.
Y, paralelo a todo esto, está la propia situación de las rías gallegas. Santiago Cruz lleva muchos años trabajando en el mar. Son 47 años mariscando y 22 de patrón. Mucho tiempo, resume, y suficiente para comparar cómo estaba antes el agua y cómo está ahora. «Las rías estaban limpias», señala. Ya no lo están tanto. Enumera que en el mar acaban las aguas de depuradoras que no hacen bien su trabajo, vertidos o, en el caso de la de Muros y Noia, las de la mina de San Finz, contra la que lucha la industria pesquera y los ecologistas. «Verter sale gratis», denuncia.
«Las rías no soportan tantos vertidos», apunta Cruz. «Las rías gallegas no están como deberían», insiste. Este es un problema a largo plazo. Uno que golpea a los ecosistemas marinos y a las familias que viven de ellos. Solo en Noia —de donde sale el 70% del berberecho que produce España— trabajan en su ría 1700 personas.
Más al sur, Rita Míguez recuerda igualmente que están «sufriendo» y llevan tiempo denunciando los problemas de los ecosistemas marítimos. «El marisqueo lo está pasando mal y esta es la gota que colmó el vaso», resume. Ha caído la producción en los últimos años y no hay planes claros para actuar ante los problemas que sufre el mar.
El vertido de los pellets ya está en los juzgados: Ecoloxistas en Acción ha interpuesto ya una demanda en Noia contra la armadora propietaria del Toconao por el vertido. Como explican en un comunicado, quieren asegurarse de que «quien contamina paga». Pero quienes viven de ellas —y en ellas— insisten en que este es un problema más en un contexto complejo que necesita una más activa defensa del mar. En juego están sus ecosistemas y sus trabajos. «No sé a qué esperan para cuidar las aguas», lamenta Cruz.
Las organizaciones que están coordinando a los grupos de voluntarios insisten en que, si se ven pellets, hay que avisar a las autoridades del avistamiento: llamar al ayuntamiento de la zona afectada y notificar en el 112. Los pellets no pueden ser tirados en un contenedor de recogida de basuras y también debe tenerse especial cuidado cuando se retiran. Los voluntarios están usando coladores y embudos para no dañar las playas al retirarlos.
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