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Cuando los gastos aprietan, la calefacción se queda al final de la lista de prioridades.
Por qué la pobreza energética «tiene rostro de mujer»

Por qué la pobreza energética «tiene rostro de mujer»

Las personas de menores ingresos tienen problemas para acceder a la energía que necesitan, pero las cosas son todavía peores para las mujeres. A la brecha económica, se suma una de género

Raquel C. Pico

Lunes, 20 de febrero 2023

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Puede que el invierno empezase en España siendo inusualmente cálido, pero enero y —por lo que las previsiones de la AEMET apuntan para estos primeros días—febrero no están siendo tan calurosos. Las alertas por frío se suceden y, mientras esto ocurre, en no pocos hogares se cuestionará si se puede encender la calefacción. Son quienes sufren pobreza energética.

En esta realidad existe, además, una brecha de género: en el reparto de probabilidades, es más posible que esa persona que no puede permitirse encender la estufa sea una mujer. La investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid, Marta Gayoso, recuerda cómo la frase de «la pobreza energética tiene rostro de mujer» se ha acabado convirtiendo en una suerte de lugar común que se utiliza de forma generalizada en las instituciones al abordar el tema para resumir rápido lo que es un hecho. «Está demostrado», añade, y señala que ya existe toda una literatura científica —«revisada por pares»— que aborda la cuestión.

«Existen diferencias incuestionables respecto a cómo afecta de manera diferente la pobreza en general y la energética en particular a las mujeres respecto a los hombres», apunta por su parte Yolanda Picazo Ramírez, coordinadora del Área de Energía de la Asociación de Ciencias Ambientales (ACA), insistiendo en «la necesidad de seguir profundizando en el conocimiento y la caracterización de la pobreza energética».

«La pobreza energética es un problema estructural», concluía hace unos meses Maria Nikolopoulou, jefa del Grupo sobre Igualdad del Comité Económico y Social Europeo (CESE), en unas jornadas sobre la cuestión impulsadas por el Parlamento Europeo. «Está relacionado no solo con los precios de la energía, sino también con los ingresos individuales, de manera que afecta especialmente a las personas más vulnerables que en su mayoría son mujeres», apuntaba.

Cuestión de prioridades... de gasto

En ese último punto está la clave para comprender el porqué de esta situación. Las mujeres son, de media, más pobres que los hombres y, por ello, es más factible que tengan problemas para pagar la factura de la luz o la del gas. Un estudio de 2016 se fijó en quiénes pedían ayuda a servicios sociales en Barcelona para poder seguir teniendo acceso a la energía: el 70% de estas personas eran mujeres.

Como explica Gayoso, cuando se está en una situación de tensión económica, se establecen prioridades de gasto. Es bastante posible que encender la calefacción, por mucho frío que haga, se vaya a la parte más baja de la lista.

«Entre los factores principales que originan la pobreza energética, se encuentran el bajo nivel ingresos, el elevado precio de la energía y la mala calidad de las viviendas que habitamos», explica Picazo Ramírez. Las mujeres se encuentran en una situación, en general, más precaria que los hombres en todas esas áreas, lo que asienta un contexto que «hace que el 68% de las mujeres respecto al 32% de los hombres se encuentren en situación de pobreza energética».

«No es que las mujeres tengan más frío por ser mujeres», apunta Gayoso, «lo fundamental es dejar claro el peso de la construcción social», el cómo la posición que ocupan las mujeres todavía en la sociedad —y los lastres económicos derivados— impacta de forma indirecta en su acceso a la energía. De hecho, no es casualidad que los hogares más pobres —y más afectados por la pobreza energética— sean los monomaternales y los de las personas mayores de 65 años que viven solas (mayoritariamente, mujeres).

Gayoso ha formado parte de la investigación elaborada por científicas de la UPM —y liderada por Carmen Sánchez-Guevara—, que se ha adentrado cuestionario mediante en esta cuestión hablando con mujeres madrileñas. Sus conclusiones encuentran un eco entre los roles de género tradicionales y la pobreza energética, puesto que, entre otras, el papel de cuidadoras o el impacto que tiene la segregación de género en qué se sabe hacer dentro del hogar impactan en el acceso a la energía.

 

Una crisis que agrava otra crisis

Además, es importante tener presente que esta doble brecha se está produciendo muy cerca. Cuando se habla de pobreza se suele pensar en los países en vías de desarrollo: en realidad, es algo que ocurre en todas partes, España incluida. «Es un problema que se extiende más allá de nuestras fronteras, tanto a nivel europeo como a nivel mundial», asegura Picazo Ramírez. Solo en Europa, recuerda, son «más de 100.000 los europeos [el dato aquí no está separado por géneros] que mueren cada año por carecer de una buena calefacción en sus hogares».

La crisis energética derivada de la guerra en Ucrania no ayuda, porque no solo ha subido los costes energéticos, sino que ha agravado los problemas ya generados por la pandemia.

Y si la crisis energética ha sido un lastre reciente, la climática no simplificará las cosas ni a corto ni a largo plazo. «El cambio climático ya afecta más a las mujeres que a los hombres y sobran informes que así lo evidencian, mientras faltan acciones decididas para conseguir frenarlo», recuerda la coordinadora de la ACA. Luchar contra sus efectos está fuertemente vinculado con el modelo energético que se adopta como sociedad, así que la solución al cambio climático se conectará también con la de quien tiene acceso a la energía.

 

Resolver el problema

Perfilar una solución al problema sería posible. En las ya mencionadas jornadas impulsadas por el Parlamento Europeo, se alentó a que la Unión Europea diseñe políticas energéticas en las que se tenga en cuenta como factor específico el género.

Picazo Ramírez recuerda que ya se han puesto en marcha iniciativas desde diferentes administraciones y organismos. «Aun así, queda mucho margen de maniobra y se necesita seguir profundizado en el porqué de la feminización de la pobreza energética y cómo conseguir reducirla», apunta.

El cambio puede empezar incluso desde algo tan básico como simplemente hablar de ello. «Una cuestión muy importante es la sensibilización y la democratización del término», indica Gayoso, puesto que de este modo se comprende la existencia del problema y también se acaba con el estigma, un primer paso para que quienes sufren pobreza energética den pasos para solucionarlo.

Gayoso reivindica como potenciales soluciones la regulación de los precios de la energía, pero también la educación desde una edad temprana en sensibilidad energética o el acondicionamiento de los hogares para que sean más resilientes. «No puede ser que tengamos parques tan deficientes», lamenta. También serían necesarios más datos desagregados para poder comprender mejor el alcance de esta brecha de género en el acceso a la energía.

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