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Raquel C. Pico
Domingo, 11 de agosto 2024, 07:11
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Las estadísticas dicen que a la población le cuesta conciliar el sueño. Según datos que recoge la Sociedad Española de Sueño (SES), el 58% de los españoles no duerme bien y la media de horas de sueño (6,8) está por debajo de la horquilla de las recomendadas. Unos 12 millones de personas no descansa de forma adecuada y más de 4 tienen algún tipo de trastorno del sueño crónico y grave.
Si se pone el foco en la juventud, las cosas apuntan en una dirección todavía más preocupante. Según una investigación conjunta de la SES, la Sociedad Española de Neurología (SEN) y la Fundación Mapfre, el 83,5% de los jóvenes muestra algún síntoma nocturno de insomnio.
Pero ¿qué explica estas horas de mal descanso? La cuestión está muy conectada con el contexto actual y la abrumadora cantidad de estímulos —el 61% de los jóvenes se 'quita' horas de sueño de forma voluntaria para hacer otras cosas—, pero también con elementos como la contaminación, el cambio climático y hasta cómo percibimos la importancia del sueño. Al fin y al cabo, todavía no se ha dejado de ver a las horas de descanso como una especie de tiempo perdido.
«Es un poco difícil saber si dormimos peor que nunca, porque tenemos pocos datos sobre cómo se dormía», apunta Mª Ángeles Bonmatí, miembro del grupo de trabajo de Cronobiología de la SES, al otro lado del teléfono, pero sí señala que un cúmulo de elementos contextuales llevan a que se duerma menos. La luz eléctrica hace que perdamos horas de oscuridad, pero además vivimos en una sociedad especialmente ruidosa.
«El estilo de vida moderno —caracterizado por el uso excesivo de dispositivos electrónicos, el estrés constante y los horarios de trabajo irregulares— contribuye a que muchas personas experimenten dificultades para la conciliación y el mantenimiento del sueño en la noche», suma Daniela Silva, especialista en Medicina Interna y E-Health Medical Manager de Cigna Healthcare España. «De hecho, la alteración del sueño es el principal impacto del estrés a nivel mundial y afecta a casi la mitad de los españoles (47%), según muestra el estudio 'Cigna 360-Vitality'», suma.
En términos de contaminación, la acústica es la que más lastra las horas de sueño. Según cálculos de Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), 6,5 millones de personas padecen trastornos de sueño en el continente por culpa del ruido y, en España, se registran unas 1.000 muertes prematuras vinculadas.
Los culpables son el tráfico y otros elementos de la actividad urbana. En resumidas cuentas, la calle no te deja dormir. «Estas interrupciones no solo afectan la duración del sueño, sino también su calidad, lo que puede conducir a problemas de salud a tanto a corto y como a largo plazo», indica Silva. La cuestión no es además baladí, porque la contaminación acústica no solo no deja dormir una noche, sino que tiene efectos a largo plazo en la salud física y mental de quienes la padecen.
A la acústica, también se deben sumar la contaminación lumínica y la ambiental, que alteran el sueño. Un exceso de luz puede alterar el ritmo circadiano, apunta la doctora. «En cuanto a la contaminación del aire, sabemos que la polución puede aumentar el riesgo de desarrollar trastornos respiratorios como alergias y asma», suma. Respirar mal impacta igualmente en la calidad del sueño.
No menos importante es tener presente que el cambio climático afecta también al sueño. Como indica Bonmatí, la temperatura está relacionada con cómo dormimos. La escalada de temperaturas complica las cosas para la buena calidad del descanso.
«Mientras dormimos, nuestra temperatura corporal baja 1ºC, por este motivo nos encontramos más cómodos y dormimos mejor en un ambiente más fresco», explica Silva. Al subir la temperatura ambiental puede hacerse más difícil regular la temperatura corporal. Como señala la experta, algunos estudios ya muestran que a partir de los 25º «dormimos peor y menos horas».
Durante las olas de calor dormimos peor y, justamente, una de las consecuencias de la emergencia climática es su mayor recurrencia.
Dormir mal no es solo una cuestión de comodidad, sino también una de mala salud. «El sueño es un proceso fisiológico, fundamental para la salud», sintetiza Bonmatí. Se han encontrado vínculos entre un mal descanso y trastornos metabólicos, problemas cardiovasculares, hipertensión, salud mental o hasta enfermedades neurodegenerativas. Igualmente, se conecta con el rendimiento cognitivo. Como explica Silva, disminuye la capacidad de concentración o de toma de decisiones. Hasta nos hace tener peor memoria.
Algunas de las consecuencias las vemos de forma inmediata, cuando nos despertamos al día siguiente con una ligera 'resaca' por el duermevela. Otras, se ven a largo plazo. Un estudio del del CIBER, la Universidad de Valencia y FISABIO ha descubierto una asociación entre los problemas de sueño en la infancia y el desarrollo de síntomas del trastorno por déficit y atención (TDAH) en edades posteriores.
Las horas de sueño perdidas, perdidas están. La idea de que ya lo recuperaremos «no es real», insiste Bonmatí. «Nuestro organismo no entiende de fines de semana», apunta. Hay que dormir cada día las horas que necesitas. Se habla de 7 a 8 horas, pero esas son «horas promedio», algo sobre lo que la experta hace hincapié.
«El sueño no es no solo una cuestión individual», recuerda Bonmatí. Por eso es importante que se valore, se tenga en cuenta en los planes de salud y se piense en ello cuando se habla de cómo deberían ser las ciudades. Esto implica abordar la contaminación, pero también tener presentes elementos como las zonas verdes. «La incorporación de más zonas verdes y espacios naturales en entornos urbanos puede reducir la contaminación acústica y atmosférica, proporcionando un ambiente más tranquilo y saludable para los residentes», suma Silva. También ayuda a impulsar estilos de vida más saludables.
A nivel individual, Bonmatí recomienda irse a dormir a la misma hora todos los días, reducir el uso de dispositivos «para conciliar el sueño necesitamos desconectar, relajarnos» y bajar al máximo el ruido en casa.
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