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Cristina Fernández Cubas en su escritorio. Iván Giménez

Libros

Cristina Fernández Cubas
«El cuento es un tirano implacable»

Con 'Lo que no se ve', la gran dama del relato rompe un largo silencio narrativo para indagar de nuevo en lo invisible

Domingo, 5 de octubre 2025, 00:12

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Casi una década ha tardado Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) en engavillar una nueva colección de cuentos. En 'Lo que no se ve' (Tusquets) engarza seis historias con un hilo común: el mundo invisible que tanto nos inquieta. «Soy una exploradora de misterios y conflictos al margen de cualquier moda. Me gusta navegar en aguas turbulentas», admite la narradora, una de las voces más singulares y premiadas de la literatura española.

«No es que mis cuentos se cocinen a fuego lento; van a impulsos, por oleadas», explica esta gran dama del relato que alberga dudas sobre su propio reinado cuentístico. «La vida es paradójica. Cuando empecé, elogiaban mis cuentos pero esperaban de mí una novela. Ahora me coronan como cuentista», ironiza la también autora de tres novelas y una pieza teatral.

«Mis cuentos exploran una realidad plagada de misterios», dice la escritora, fija en las quinielas del Premio Cervantes tras recibir el Nacional de las Letras en 2023 «por la magia de su narrativa» y el Nacional de Narrativa en 2015 por 'La habitación de Nona', su anterior libro de relatos.

Ganar el Cervantes no le quita el sueño. «Ni lo pienso. Mi mayor premio son los lectores», zanja. Tampoco entra al trapo sobre el desequilibrio entre ganadoras (6) y ganadores (42) en el palmarés del máximo galardón de las letras hispanas. «Hay muchas autoras que merecen el Cervantes y muchos autores que no lo tuvieron y también lo merecían», sostiene.

Portada del libro. Tusquets
Imagen - Portada del libro.

«El relato es el género que más me atrae como escritora y lectora, y el misterio le va muy bien. Cada cuento tiene su propio enigma y esos misterios me seducen», explica. «Indago en lo que no conozco y juego con el tiempo y el espacio». «Como decía Einstein, la realidad no es más que una ficción persistente. Es muy tramposa, engañosa, y por eso me gusta moverme en ese inquietante mundo de claroscuros», añade.

Sabe que un cuento es «un mecanismo de relojería que no admite el mínimo error». «Sus elementos son como teselas de un mosaico. Si una no encaja, todo salta por los aires», afirma. «El cuento es un tirano implacable muy cruel. Un párrafo desacertado se lo carga, algo que en la novela pasa desapercibido», resume. «No puedes permitirte devaneos ni circunloquios. Un cuento te dice cuándo está acabado, y un libro de cuentos también. Alguna vez se desmadran y debes estar vigilante para que no ocurra», advierte.

En casi todos sus relatos hay una constante: parten de situaciones cotidianas en las que irrumpe algo inesperado -una visita, una visión, un sueño-, y a partir de ese momento nada vuelve a ser igual. «Muchos se adscriben al género fantástico, y no lo son. Lo fantástico es la mirada. Trato de ver no solo lo evidente; busco lo invisible y mi forma de narrar se define por esa mirada fantástica», afirma.

En la estela de Poe

Entre Poe, Chéjov, Kafka, Borges o Cortázar, elige al primero. «Poe está ahí desde mi infancia. Antes de leerlo me lo contaba mi hermano. Mi fascinación por las atmósferas misteriosas, opresivas y contaminadas está en 'La caída de la casa Usher' o en las leyendas de Bécquer», dice.

¿Somos quienes creemos ser o como nos ven los demás? es otra pregunta que late en sus cuentos. «Los demás son un espejo tremendo que puede ser completamente deformante. Es muy peligroso mirarse todo el rato en ellos. Hay que mirarse uno mismo por dentro», aconseja.

Admite que sus sueños se cuelan en sus relatos y viceversa. «Si durante varias horas al día estamos soñando y somos seres que transitan por un mundo de códigos completamente distintos al de la vigilia, es que forman parte de nuestra realidad», razona.

Entre sus personajes abundan las mujeres, pero Fernández Cubas no distingue entre literatura femenina y masculina. «Creo en la literatura sin adjetivos. Si se los ponemos vamos mal. A veces entro en la mente de una mujer, generalmente de una niña, pero también de un niño o de un hombre hecho y derecho como Bruno, el narrador de 'Il Bucco', uno de los cuentos de este libro», concluye.

Escribir sigue siendo «un juego» que retrotrae a la narradora «al placer y al miedo gustoso» que le provocaban las historias que su niñera les contaba por la noche a ella y a sus hermanas. «Ya me inquietaban y fascinaban entonces y sigo jugando con eso». De ahí surgen cuentos que nacen de «una explosión primigenia en la cabeza». «Tiene que haber primero un incentivo fuerte, pero la bomba definitiva estalla sobre el papel. Nunca está todo dicho en la cabeza», reconoce.

'Mi hermana Elba' (1980) fue su primer volumen de relatos, al que siguieron 'Los altillos de Brumal' (1983), 'El ángulo del horror' (1990), 'Con Ágata en Estambul' (1994), 'Parientes pobres del diablo' (2006) y 'La habitación de Nona' (2014), premiada con el Nacional de Narrativa. La recopilación de la mayoría de estos relatos, publicada en 2008 bajo el título 'Todos los cuentos', recibió los premios Ciutat de Barcelona, Salambó y Cálamo.

Ha firmado novelas como El año de Gracia (1985), que inspiró al compositor Albert Sardá una ópera; El columpio (1995) o La puerta entreabierta (2013), que publicó bajo el seudónimo de Fernanda Kubbs. Es además autora de la obra de teatro 'Hermanas de sangre' (1998); del libro de memorias narradas 'Cosas que ya no existen' (2001) y del ensayo 'Emilia Pardo Bazán' (2001).

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