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Como a toda su generación, al periodista vasco Ignacio Villameriel (San Sebastián, 1984) le marcó profundamente el asesinato de Miguel Ángel Blanco. Pero conocer que una gran mayoría de los jóvenes vascos, 25 años después del crimen contra el concejal del PP de Ermua, desconocían siquiera quién fue Blanco le hizo concebir una novela que tratara de recordar aquellos hechos. 'Sargori' (editorial Milenio) es la crónica novelada de esos días de julio de 1997 en que la sociedad vasca comenzó a rebelarse contra ETA a través de las vivencias de un veterano periodista, su becario y la novia de este joven reportero. Y con 'Sargori' Villameriel publica su tercera obra tras sus dos anteriores libros de viajes, 'La flecha naranja' y 'La ruta del Quijote'.
-¿Por qué eligió para su novela ese mes de julio de 1997?
-En el verano de 2022 estaba releyendo el libro 'Sostiene Pereira' de Tabucci y coincidió que, por aquel entonces, se cumplieron 25 años del asesinato de Miguel Ángel Blanco. Los diarios regionales de Colpisa (yo lo leí en el Diario Vasco) lanzaron un completo monográfico especial sobre la efeméride con varios reportajes muy interesantes. Entre ellos hubo uno que me llamó particularmente la atención. Afirmaba que una amplia mayoría de los universitarios actuales no habían oído nunca hablar de Miguel Ángel Blanco y se me ocurrió que su historia se podía contar de una manera similar a la del libro de Tabucci que estaba leyendo. Únicamente había que cambiar el Lisboa de entreguerras por el San Sebastián de finales de los 90, con dos periodistas como protagonistas. 'Sargori' cuenta la historia de dos periodistas que viven en San Sebastián. Perales es un sesentón que dirige una agencia de prensa independiente y que ya está pensando en su jubilación. Su existencia es un tanto gris hasta que, de pronto, un día aparecen en su vida Fran, que hará las veces de su becario en el convulso verano de 1997, y su novia María. El contacto con los dos jóvenes hace reverdecer a Perales, un personaje en continuo conflicto consigo mismo. La juventud y el empuje de Fran y su novia harán que el veterano periodista se replantee su vida personal y profesional.
-¿Cambiaron las cosas para siempre después de aquellos días?
-Bajo mi punto de vista, y sin ánimo de meterme mucho en política, el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco fue el principio del fin de ETA. Es verdad que siguió cometiendo atentados algunos años más, pero desde aquel julio del 97 perdió muchos de los apoyos que, por acción u omisión, aún tenía dentro de una gran parte de la sociedad vasca. Sin embargo, tras perpetrar la amenaza del asesinato de Blanco, la sociedad en general -no solo la vasca- salió a la calle en masa para mostrar sin cortapisas, y sobre todo sin miedo, su rechazo a la violencia terrorista.
-¿Cómo era la sociedad vasca de hace tres décadas?
-La sociedad vasca de hace tres décadas estaba, en mayor o menor medida, coartada por el miedo. Mucha gente estaba en contra de ETA, pero tampoco se atrevía a demostrarlo abiertamente por miedo, por cobardía, por no parecer menos vasco o por las razones que cada uno pudiera tener. En mi caso era bastante pequeño todavía, pero era evidente que estaban por un lado los correligionarios que apoyaban a ETA abiertamente y por otro, los constitucionalistas que se jugaban el tipo a diario. Y entre ellos una amplia tierra de nadie donde la gente normalmente prefería no significarse demasiado. Ese puede ser el caso del protagonista de esta historia, el veterano periodista Perales, que siempre se había caracterizado por ser un mero espectador que prefería no meterse en jardines, pero quien finalmente decide tomar partido ante la gravedad de los acontecimientos.
-¿Qué papel ha jugado el periodismo en el llamado conflicto vasco?
-Los periodistas de aquella época, al menos los que cubrían información política fuera de los medios cercanos a la izquierda abertzale, se jugaban directamente la vida. En muchos casos tenían que ir con escolta, pero supongo que por encima de todo se guiarían por su vocación periodística, sin dejarse vencer por el miedo, para poder seguir contando lo que estaba ocurriendo.
-¿Cómo es posible que los jóvenes de hoy desconozcan quién es Miguel Ángel Blanco?
-Ese asesinato -y por desgracia me tocó vivir unos cuantos desde mi más tierna infancia hasta mi juventud- no se me olvidará en la vida. Lo recuerdo tan vívidamente como si fuera ayer. Recuerdo, por ejemplo, cómo los periodistas le dan la noticia al padre de Miguel Ángel fuera de su portal como si lo hubiera visto en el Telediario de esta tarde. Y, así, recuerdo claramente la secuencia de aquel angustioso fin de semana. De ahí que me sorprendiera tanto aquel reportaje al que he hecho mención anteriormente. Además, para más inri, los universitarios a los que hacían referencia creo que eran del Grado de Criminalística, por lo que me pareció todavía más sangrante que ni les sonara el tema. Y, ojo, no lo digo con una visión revanchista ni mucho menos. De hecho, mi intención ha sido en todo momento escribir un libro desde una perspectiva de reconciliación.
-¿El olvido ha sido el precio que ha habido que pagar para convivir hoy?
-Eso habría que preguntárselo a las víctimas directas de ETA, pero entiendo que su respuesta sería más afirmativa que negativa. Por mi parte, ya he dicho que mi intención única es recordar un hecho que a mí me pareció muy grave, que creo que no se me olvidará mientras viva, y que creo además que no se debería olvidar tan a la ligera. Insisto, no desde una óptica revanchista, sino de reconciliación.
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