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La escritora Laura Demaría. Ana Burgos
«Estoy en contra del 'todo va a ir bien'. La mayor parte de las veces las cosas no van bien»

«Estoy en contra del 'todo va a ir bien'. La mayor parte de las veces las cosas no van bien»

La escritora y periodista Laura Demaría profundiza en las dificultades de la maternidad en su nueva novela, 'Diario de una madre que perdió su nombre'

Álvaro Soto

Madrid

Sábado, 9 de noviembre 2024, 00:11

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La periodista y escritora Laura Demaría (Madrid, 1973) ha querido mostrar en su nueva novela, 'Diario de una madre que perdió su nombre' (Nocturna), la otra cara de la maternidad. Porque en ocasiones, ser madre es un drama que exige un gran autoconocimiento, un gran coraje y también un gran sentido del humor, destaca Demaría, autora también de 'Guía práctica del llanto'.

-¿Qué quiere contar en 'Diario de una madre que perdió su nombre'?

-La resistencia de una mujer que se niega a perder su identidad. Su voz y su nombre. La novela es un canto al amor, sobre todo al amor propio, como revulsivo y bálsamo contra el dolor, el miedo y la incertidumbre. Contra el abandono y la dichosa premisa de 'todo va a ir bien'. No abanderemos ese mantra. No lo repitamos. La mayor parte de las veces las cosas no van bien. Nada bien. La vida es difícil, la maternidad es una carrera de fondo, más aún cuando se complica, como ocurre con Mara, que le ha declarado la guerra a su madre, la narradora del libro. La protagonista vive un infierno provocado por su hija y escribir es su mecanismo de defensa. Más que un mecanismo de defensa es una reconstrucción del campo de batalla y de su propia identidad. Es la vía de comunicación, de educación y confianza que edifica como mujer y como madre, como mente inquieta y generosa, que sabe que debajo de ese odio y esa ira, hay una Mara cargada de cosas buenas. Para la narradora la escritura es memoria, un viaje dentro de otros muchos. Es un mapa emocional sincero. Quizá Mara no lea nunca el diario, pero existe y mientras lo escribe, se reencuentra consigo misma.

-¿Estas maternidades difíciles ocurren más a menudo de lo que parece?

-Sí. Vivimos en un mundo cada vez más desconectado. Más ficticio. Todo es artilugio y rapidez. La juventud se siente sola, abatida, indefensa y sin resortes reales. Pertenecer a un grupo les hace sentirse fuertes, porque se diluyen en él. Quieren ser masa. Les da vértigo mostrar su independencia, su personalidad. Supone una exposición para la que no están preparados, porque les obliga a mostrarse tal y como son. En carne y hueso, sin pantallas, sin mensajes de voz. Esa misma juventud es la que se hace los kilómetros que hagan falta y cruzan todos los puentes para achicar agua y limpiar las calles de las localidades afectadas por la DANA. Hay muy buena madera en ellos, pero creo que muchos padres no conocen a sus hijos y a muchos hijos no saben quiénes son sus padres. No es una cuestión de rangos sino de normas de convivencia. De tiempo compartido. Acabo de volver de un club de lectura organizado por la Universidad de Zaragoza donde se plantearon muchos casos como los del 'Diario'. Me ha reconfortado conocerlos y descubrir la resistencia de esas mujeres. Su valor, su capacidad de dar y de darse amor. Hay que hablarle a este dolor y a estas experiencias a los ojos.

-¿Hasta qué punto son los padres responsables del comportamiento de sus hijos?

-Creo que en un porcentaje muy alto no depende de los padres. En la mayor parte de los casos, y me centro en las madres, son seres presentes, altruistas, que están por y para sus hijos. Es cierto que la hiperprotección está demostrado que es una mala herramienta, pero influyen otros factores externos: el entorno, la percepción que esos hijos tienen de sí mismos, la presión social, el cambio de referencias, de paradigmas y valores, el consumo efímero de todo.

.¿Querer ser un padre ideal y que los hijos tengan un comportamiento exquisito puede provocar una reacción contraria en los vástagos?

-No necesariamente. El azar también juega un papel importante. Cada hijo es distinto. Educar no es fácil pero no es una llave maestra unidireccional.

-Hasta hace un tiempo, los testimonios sobre la maternidad ocultaban la parte negativa. ¿Se está produciendo un cambio que implica mostrar la otra cara de la maternidad?

-Sí y me alegra que esté ocurriendo porque esa otra cara existe y es necesario contarla, compartirla, perder el pudor. Reconocer el miedo, la fragilidad, el dolor es humano y abordarlo como tal ya es un éxito personal. Ser consciente de esto te hace más fuerte. Más consciente de quien eres.

-¿Es más difícil la maternidad hoy que en el pasado?

-Es distinta. Cada etapa ha tenido y tiene sus obstáculos. Hemos avanzado pero la invisibilidad y la injusticia siguen ahí. Las madres somos antes, durante y después de la maternidad, mujeres con deseos, anhelos, debilidades y fortalezas. Cuidadoras y facilitadoras natas en nuestros hogares. Somos trabajadoras las 24 horas del día. Siempre pendientes de cumplir con los objetivos. Dichoso sexo débil.

-¿Existe una presión social más apabullante sobre las madres por las redes sociales, que parecen exigir la perfección?

-Las redes sociales son una catarata que no permite ver la realidad. El mundo real es otra cosa. Primero porque la perfección no existe, y en segundo lugar porque esas redes crean arquetipos y referencias fuera de contexto y de lógica. Parto de la base de que cada madre ha de ser la madre que quiera y pueda. Las exigencias han de ir por otro lado y perseguir otras motivaciones que likes o seguidores.

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