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Xavi Daura, en su despacho. Eva Perey
«La magia del cine es capturar lo accidental»

Xavi Daura | Cómico, guionista y escritor

Un verano a la última
«La magia del cine es capturar lo accidental»

Acaba de publicar su segunda novela, 'Quemar dinero', una sátira de la industria audiovisual acerca de una cineasta independiente que recibe un cheque en blanco para rodar la película más cara de la historia

Iker Cortés

Madrid

Miércoles, 24 de julio 2024, 00:09

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Salta de una disciplina a otra con una facilidad pasmosa, siempre pivotando en torno al humor y la chanza. Xavi Daura (Barcelona, 39 años) comenzó a hacerse un nombre en el mundo de la comedia junto a su 'hermano' Esteban Navarro con el dúo Vengamonjas y una colección de vídeos tan graciosa como surrealista. «Éramos youtubers antes de que existiera la palabra», recuerda. El éxito del canal, cocinado a fuego lento, les llevó a escribir para los chanantes, unos de sus grandes referentes, mientras continuaban llenando su espacio con exquisitas webseries y una oscura parodia de 'Los Simpson', que les hizo incluso girar por teatros de toda España. A todo ello hay que sumar su exitosa trayectoria en el 'stand-up', su labor como guionista en 'La resistencia' y una incipiente carrera como escritor que ve ahora publicada su segunda novela 'Quemar dinero' (Temas de Hoy), una ácida sátira acerca de la industria del cine.

-Sus iniciales forman XD, el emoticono de la carcajada. ¿Estaba predestinado al cachondeo y a la risa?

-Es de esas casualidades que hacen mucha gracia. Yo creo que predestinado no, pero bueno, es una manera bonita de verlo.

-Se dio a conocer junto a Esteban Navarro en Vengamonjas, un dúo que a mediados de los 2000 comenzó a inundar YouTube de vídeos de comedia.

-Nosotros nos conocíamos desde el colegio y siempre habíamos tenido nuestras coñas y tal, pero en el verano de 2006 empezamos a hacer sketches porque nos gustaba 'La hora chanante'. Nos salía un poco copiar eso. Y también descubrimos YouTube, así que empezamos a publicar ahí. Eso nos daba mucha vidilla. De repente, generábamos como una pequeña filmografía que nos tenía muy motivados. Era un pasatiempo para pasar el verano, pero después dijimos: «Hostia, ¿por qué no seguimos picando piedra aquí?». Porque veíamos que empezaba a seguirnos gente y aquello podría ser muy guay si algún día se convertía en nuestra forma de vida.

-Fueron los primeros youtubers, pero no hacían 'unboxings' ni contaban su vida, hacían ficción.

-Exacto, éramos los primeros youtubers sin saber lo que era un youtuber realmente, porque no se habían inventado este tipo de cosas, ni estos términos, ni las redes sociales. De hecho, la motivación inicial en realidad era enseñar lo que hacíamos a los amigos que no vivían cerca. No contábamos con que luego se fuera sumando más gente.

-Seis años más tarde, les fichaban los propios chanantes para 'Museo Coconut'. Sueño cumplido, ¿no?

-Totalmente. Eso fue muy fuerte. Nos pidieron una prueba de guion para ver si podíamos entrar allí como guionistas y para nosotros era como una cosa como muy inalcanzable. Pensábamos que iba a ser otro fracaso, otra puerta que se nos iba a cerrar, porque ya nos se nos habían cerrado muchas puertas de otros proyectos, que parecía que iban a funcionar y que al final nunca te cogían. Y esto ya era el colmo porque eran nuestros referentes, si ellos nos acababan rechazando... Pero al final, no. Y aquello sí que nos cambió la vida porque a partir de ahí sí que empezamos a dedicarnos profesionalmente a esto, entramos en el mundo de la tele y ya empezamos a participar en todo tipo de proyectos.

-Siguieron alimentando su canal con un montón de webseries y empezaron a colaborar con distintos medios de comunicación como 'GQ'. La cosa culminó en 'Da Suiza', un reverso tenebroso de 'Los Simpson', que incluso les llevó de gira por teatros.

-Esa época yo creo que fue la mejor porque empezamos a hacer esta parodia de 'Los Simpson' muy chunga y tuvo un éxito que no nos esperábamos. No dábamos un duro por ello pero era un poco lo de siempre: nosotros nos lo estábamos pasando muy bien haciéndolo. Y a raíz de eso nos preguntamos cómo podíamos hacer más temporadas y para conseguir la financiación pensamos en hacer los pases en vivo de nuevos capítulos: que los espectadores paguen su entrada y que con ese dinero se pague la siguiente temporada. Y al final el espectáculo en vivo fue genial, nos lo pasábamos mejor que con los propios capítulos. La interacción con el público era increíble. Nosotros no estábamos acostumbrados al calor del público, a la reacción inmediata de alguien que se está riendo delante de ti. Y además descubrimos la manera de autofinanciarnos y eso te da libertad para hacer lo que quieras.

-Ahora Vengamonjas está un poco en 'stand-by'. ¿Cuál es la razón? ¿Las agendas se complican? ¿Madurar era esto?

-(Ríe). No hay ninguna razón en concreto. Sí hay un punto de madurar, también de que en 2019 estabamos ya un poco cansados porque la gira de 'Da Suiza' era muy divertida pero también muy cansada. Ese año pensamos que por qué no descansábamos en 2020 y eso llevó a que nos relajáramos un poco. Después entró la pandemia, Esteban tuvo un hijo, empezó en la música con Rigoberta Bandini, yo empecé a dedicarme al 'stand-up'... La verdad es que el descanso nos vino muy bien. Luego seguimos trabajando con 'GQ', Netflix, pero ya a un ritmo mucho más tranquilo. Y llegamos a la conclusión de que en este momento vital en el que estábamos, preferíamos trabajar a otro ritmo, sin estresarnos por grabar cosas y editar todos los días.

El salto al 'stand-up'

-¿Cómo se fraguó su salto al 'stand-up'?

-Bueno esto fue por los shows de 'Da Suiza', donde cada uno teníamos nuestro rato a solas en el escenario y yo hacía 'stand-up', pero con mi personaje. Y me di cuenta de que me gustaba mucho, me llenaba. Cuando se terminaban las giras de 'Da Suiza', me quedaba un poco huérfano, pensando que tenía que esperar hasta una nueva gira, hasta que un día me planteé apuntarme a micros abiertos y juntarme con otros monologuistas. Y así empezó, simplemente por mantener ese músculo activo.

-Ese momento coincide también con su incorporación como guionista a 'La resistencia', ¿no?

-Sí, de hecho en 'La resistencia' me ficharon como guionista porque vieron en YouTube un monólogo mío. A mí me cuajó y desde entonces estoy ahí.

-Le escuché decir que era uno de los trabajos más fáciles y satisfactorios...

-Tiene su técnica y sus misterios, pero sí es muy agradecido porque, aparte de que el ambiente que hay en 'La resistencia' es muy bueno y hay un compañerismo muy chulo, yo trabajo a distancia, con lo cual lo mío es incluso un poquito más cómodo, ya que puedo trabajar desde cualquier parte. Es casi como si me hubieran dado una beca. «Te damos un sueldo para desarrollar ideas y tu también puedes desarrollar tus propios proyectos».

Su primera novela

–En 2019 publicó 'Bravo' (Temas de Hoy), su primera novela, donde parodiaba el circo mediático que envuelve al fútbol. Con el tiempo, se convirtió en un relato casi profético, donde tenía incluso hueco Luis Rubiales.

-Es que perfectamente podían estar en la novela y sí que después de esta historia hay gente que me ha dicho que por qué no me animo a hacer una segunda parte. El caso Rubiales es un ejemplo perfecto de todo lo que rodea al fútbol. Pone en evidencia el machismo que llevamos años viendo, con esta cosa de los señores que mandan, pero es que también coincide con el auge del fútbol femenino. Es muy triste, por todo lo que conlleva, pero también tiene algo de positivo porque entramos en una nueva etapa en la que hay que vigilar, cortarse un poco si eres un señor como Rubiales, que va por ahí con sus huevos.

Daura, junto a su réplica de Jasbula Mago Medot. Eva Perey

-¿Alguien del sector le dijo algo?

-Gente del mundillo del fútbol se lo leyó y en general recibí reacciones muy positivas de lo que se han reído. Por ejemplo en la parte de 'El chiringuito de jugones', me decían que el capítulo parecía una cosa supersurrealista, pero podría ser perfectamente verdad. Vamos, que la realidad supera a la ficción en este caso. Claro tú me has comentado lo de Rubiales, que fue una cosa muy sonada, pero es que cuando yo estaba terminando de escribir 'Bravo', estaba sucediendo que a Messi lo estaban juzgando por evadir impuestos, con posibilidad de pena de cárcel, y a la vez se estaba estrenando un espectáculo del Circo del Sol dedicado a Messi. Para que veas que eso nunca para y que siempre hay una noticia extraña o surrealista.

El rodaje más caro de la historia

-En 'Quemar dinero', su nueva novela, se acerca a un mundo que le toca mucho más de cerca: un gran estudio ofrece a Maya Blanco, la gran promesa del cine indie en España y ganadora de un Oscar, un cheque en blanco para hacer la película más cara de la historia. De la exageración que describe en la novela, ¿qué cree que se puede acabar cumpliendo? ¿Una tortuga dirigiendo un gran estudio de cine? ¿El merchandising de películas que ni siquiera existen?

-Hostia, qué bien que me digas eso, porque justamente lo del merchandising de películas que no existen salió de algo real y es que, documentándome para la novela, un productor me dijo que ellos ya estaban estrenando películas en el cine pero como un anuncio para cuando finalmente salgan en plataformas. Es decir, lo que les interesa es que la gente vea la película en las plataformas, pero en medio si la estrenamos en el cine pues sirve como reclamo para que luego las vean en el servicio. Me pareció superperverso esto de plantear un estreno de cine como un anuncio. Es como la idea de hacer películas solo para vender muñecos. Y le fui dando vueltas y acabé con la idea de vamos a intentar vender merchandising para niños de películas que ya ni siquiera existen, que no me extrañaría que ya estuviera pasando.

-Seguro que hay Funkos que no van de nada.

-Exacto (ríe), funkos de nada. Eso hay que empezar a hacerlo.

-Volviendo al aspecto más profético de 'Quemar dinero'...

-Yo creo que lo que puede ser más visionario es eso de que cada vez se le hace más caso al algoritmo. Cada plataforma tiene su algoritmo, su manera de entender a sus espectadores y cada vez le dan más protagonismo y poder al algoritmo. No me extrañaría que dentro de unos años ya vivamos en un mundo en el que no se escriben guiones, sino que los guiones van saliendo de una máquina, como si ya no hiciera falta que haya ningún humano pensando nada. Que bastara con repetir la misma fórmula una y otra vez y la gente pues esté ya contenta, pero solo durante ese día, y al día siguiente quieran ver otra cosa. Como que tampoco le dan muchas vueltas a lo que han visto y no hay mucha reflexión. Esa es la distopía hacia la que vamos.

-De hecho en la novela desliza una obsesión muy pura sobre todo lo que se esconde detrás del éxito: el algoritmo, las anécdotas falsas, los estudios de mercado... Asusta eso de que nada se deje al azar, ¿no?

-Claro. Es que a ver si mí me dices que a través de la IA vamos a tener el mejor entretenimiento jamás inventado y va a ser increíble, pues yo digo para adelante. Pero el hecho de que se reduzca la posibilidad de accidentes es lo que me da miedo, porque en la creatividad, a lo largo de la historia del cine y de la televisión, los accidentes siempre han sido los que nos han dado las nuevas cosas que de repente han sorprendido a la gente o reinventado el medio. Esa es la magia del cine, capturar lo accidental.

-Describe en el comienzo una noche en 'El hormiguero'. Nunca le han invitado, ¿no?

-No, yo no he ido a 'El hormiguero' ni como invitado ni como público. Para mí es una fantasía. Al iniciar la escritura del libro quería que hubiese un capítulo en el que la protagonista fuese a promocionar una película a un programa de tele e inicialmente pensé que fuese 'La resistencia', pero de repente pensé que 'El hormiguero' es infinitamente mejor para lo que quiero contar, que es el 'mainstream' puro y duro. Es donde de verdad iría alguien a promocionar algo a lo grande, digamos, y además me funciona muy bien porque en 'El hormiguero' puedes ver las lógicas del 'mainstream', el espectáculo familiar a lo bestia. Para mí era una maravilla poder meterme en ese mundo.

-Es una novela también que tiene algo de ensayo, reflexiones que detienen el relato. ¿Fue muy difícil equilibrar ambas realidades?

-Sí, la verdad es que desde el inicio estaba pensando cómo podía hacer que la historia fuera cómica y lanzar a la vez reflexiones que me atacan y me parecen interesantes. En un momento determinado decidí, de vez en cuando, hacer una reflexión pura y dura sin tener que relacionarla ni siquiera con la historia, aunque luego de manera natural se relacionara. ¿Por qué no hago evidente que soy el autor hablándote y te hago una reflexión que creo que suma a todo lo que es el universo que estoy relatando? Y de hecho la primera reflexión que hice fue la de la leyenda urbana de Marisol, que habla de que después de su primera película, a la joven actriz la cambiaron por otra. Ese capítulo cero al principio tenía un subtítulo que era 'el espacio mental donde quiero que se desarrolle esta historia', el de la leyenda urbana y la duda de si algo es real o no, y para mí era eso, como una premisa. Es decir, la historia que os voy a contar se desarrolla en este terreno mental y yo creo que a través de ahí salieron todas estas reflexiones. Yo tenía toda una lista de reflexiones sobre situaciones en las que algo puede ser real o ficticio, como por ejemplo los animales en un rodaje. ¿Qué entiende un animal en un rodaje? ¿Qué significa eso para él?

-¿Qué da más miedo, la página en blanco o un cheque en blanco?

-Yo creo que da más miedo el cheque en blanco porque de repente tienes la responsabilidad de cumplir con la misión, ya no es algo hipotético, sino real. Y ahí surge, por ejemplo, el síndrome del impostor.

«Nunca he sufrido el síndrome del impostor porque Vengamonjas empezó como un juego. Si no hubiese sido por esa inconsciencia, no hubiésemos hecho ni la mitad de las cosas»

-¿Usted lo ha padecido?

-Yo siempre digo que no lo he sufrido. Nosotros con Vengamonjas empezamos de una manera tan como de juego que en ningún momento nos planteábamos que eso tenía que rendir cuentas a nada. Para nosotros era pura diversión. Con los años, las situaciones fueron derivando a lo profesional y a cumplir con objetivos, pero siempre pensábamos: «Vamos a hacer lo que podamos y vamos a intentar pasarlo bien». Si no hubiese sido por esa inconsciencia, no hubiésemos hecho ni la mitad de las cosas que hemos hecho. Además, es que nosotros también hemos trabajado mucho con el error. Es decir, cuando algo nos salía mal, no era ningún drama, era como: «Ah, vale, pues vamos a intentar entender qué es lo que ha salido mal para luego no volver a hacerlo». Vegamonjas siempre ha sido algo muy experimental.

-¿Y usted qué haría con un cheque en blanco?

-Ostras, pues mira, me montaría algún tipo de proyecto que implicara viajar con amigos. Me encantaría tirarme al mundo del documental, grabar cosas así un poco sobre la marcha y luego investigar dónde hay una historia, dónde se puede armar algo interesante. Pero vamos, de entrada, lanzarme a la jungla.

-Hacia el final de la novela pinta un mundo en el que los días pasan muy lentos y los contenidos se han multiplicado exponencialmente para entretener a la gente. ¿Tenemos miedo al vacío y al silencio?

-Total. Es darnos cuenta de que en el mundo en el que vivimos ya nadie se va a aburrir nunca más porque ya no existe la situación en la que alguien está simplemente esperando al autobús mirando a la nada. No creo que sea algo malo, simplemente es algo que hay que tener en cuenta y hay que ir con cuidado. Porque ya lo estamos viendo: todo el mundo desarrolla ansiedad desde muy pequeño, cada vez hay más problemas de hiperactividad y de no poder estar sin hacer nada... Y vamos, yo soy el primero me despierto mirando Instagram y lo último que hago es mirar Instagram. Así es como se empaquetan mis días. Es muy entretenido, es muy divertido, pero a la vez hay este punto de ¿a dónde vamos con todo esto? Yo creo que habría que inventar algún tipo de entretenimiento que sea no hacer nada, como una especie de ejercicio entretenido. De hecho, el final a mucha gente le está pareciendo un final feliz y para mí es apocalíptico. Es como decir que el mundo se acaba con todo el mundo permanentemente entretenido, pero ya nada tiene sentido.

-¿Le gustaría llevar alguna de las novelas al cine o a la televisión?

-Una cosa que disfruto mucho de escribir las novelas es no tener ninguna limitación de producción, poder imaginar sin ningún tipo de barreras lo que sea, cosa que en el cine no puedes hacer porque luego hay que convertirlo en realidad y a mi me gusta sentirme muy libre. Con 'Bravo' se intentó, hubo un interés oficial. O sea una productora se puso a intentar desarrollar el proyecto y a mí me hacía mucha ilusión. Yo también estaba implicado, pero al final no acabo cuajando en ninguna plataforma. Pero vamos, que para mí la experiencia de ver cómo funcionaba todo ese proceso de intentar vender un proyecto y tal, ya me parecía interesante. Además es mucho más de lo que yo había imaginado que podría pasar con mi novela. Si aparece un proyecto que además está hecho con buen gusto, con buen criterio y que puede ser una adaptación interesante de los libros. Genial. Si hay que forzarlo, no, prefiero que no.

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