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Escritor de variados registros, Juan Gómez Bárcena tiene la virtud de que ningún libro suyo se parece al anterior. Este afán de no repetirse se advierte también en 'Mapa de soledades' (Seix Barral), su obra más reciente, un ensayo en el que indaga en el gran problema de nuestro tiempo, «la epidemia de soledad». El prosista indaga en este mal que no distingue entre fronteras, géneros ni clases sociales, al tiempo que cartografía la genealogía del aislamiento, desde el que embarga al poderoso hasta el que conduce a la locura, pasando por la clausura del ermitaño, del urbanita, del hombre del campo… «Hay una relación entre los populismos, especialmente de derechas, y la soledad, algo que está muy estudiado. En general los votantes de esos partidos tienden a ser personas muy solitarias, con lo cual son más fáciles de manipular, precisamente porque no tienen otras referencias. Vivimos cada vez más aislados en burbujas de cosmovisiones que nos hacen ver con sospecha al que nos rodea. Y eso me parece muy peligroso, dado que el populismo intenta dinamitar esa idea de lo colectivo, algo que está consiguiendo», cuenta Gómez Bárcena.
Autor de varias novelas y un libro de relatos, Juan Gómez Bárcena (Santander, 1984) recala en la no ficción para trenzar un relato documentadísimo en el que se entreveran las pinturas de Edward Hopper y su criaturas confinadas; Emily Dickinson, poeta agorafóbica y enigmática; y la tragedia del escritor Horacio Quiroga, cuentista que se quitó la vida con polvo de cianuro en la selva, desvalido, acompañado de calor un de horno y en medio de la vegetación lujuriosa de Misiones. Fue en la selva, cuando visitaba la casa de Quiroga, cuando Gómez Bárcena se enteró de la muerte de otro gran asceta y solitario, el Hombre del Agujero, un indígena que vivía solo en la selva amazónica de Rondonia (Brasil), condenado a una vida errante y sin compañía desde que los colonos perpetraron un genocidio contra su pueblo. No se sabe por qué, construía chozas sin cesar y horadaba el suelo en cada una de las casas que habitaba. «Era un caso que siempre me había llamado la atención y sobre el que había leído algo. En aquel entonces empecé a comparar la soledad de Quiroga con la del Hombre del Agujero. Vi que no tenían nada que ver, aunque ambos escogieran el mismo retiro, en este caso la selva».
En 'Mapa de soledades' el escritor desmenuza anécdotas, medita sobre sus propias experiencias y analiza casos de hombres y animales que escogieron el apartamiento para vivir, como esa ballena que canta a una frecuencia inusual, de 52 hercios, tan rara que nunca obtiene respuesta de sus congéneres. Para escribir sobre esta panoplia de soledades el escritor se recluyó durante un tiempo en el monasterio cisterciense de Santa María de Huerta, en Soria, un lugar que le procuró la soledad necesaria pensar y anotar ideas, sin ninguna conexión a internet, un sitio ideal para sentir el vacío. «Los monjes viven en una soledad absoluta respecto al mundo, pero al mismo tiempo no se sienten solos, en la medida en que viven una vida con Dios como testigo. Al mismo tiempo tienen lazos de comunidad muy fuertes. Un monje me habló de la experiencia increíble que para ellos es cantar: los conflictos se disuelven cuando afinan sus voces».
¿Qué tiene el éxito para que personajes como Miley Cirus, Janis Joplin o Michael Jackson se encerraran en su concha y no salieran de ella. Joplin aseguraba que cada noche hacía el amor con cien mil personas en un concierto, pero luego llegaba su hotel y se daba de bruces con la soledad. Cirus dio la espantada al renunciar a una gira mundial: creía que su voz en los recitales multitudinarios resonaba como el eco vacío en un paraje desierto. «Sentirte permanentemente expuesto es tan solitario como no ser visto».
Gómez Bárcena cree que vivimos tiempos extraños, en los que la gente quiere colmar el ocio con vivencias disparatadas para difuminar el vértigo de estar a solas con uno mismo. «Muchas veces intentamos llenar permanentemente nuestro tiempo de acontecimientos, que es algo pasajero. Se está perdiendo la noción de experiencia. Porque sin unos momentos de soledad, no hay manera de poner en valor la vida. Y pienso que eso tiene también que ver con la escritura. El escritor es alguien que encuentra experiencias donde otras personas no encuentran nada y precisamente esa experiencia es la que crea el texto».
Frente a la exacerbación imperante del individualismo, Gómez Bárcena, apuesta por la recuperación de lo colectivo y lo comunitario. «Tenemos un umbral cada vez más bajo ante la insatisfacción y el conflicto, lo cual nos está llevando a experiencias cada vez mayores de soledad».
«Hay una idea de que lo colectivo no funciona, de que el Estado no se fija en tu caso particular. De que otros nos están amenazando, que hay una migración que viene. Estas ideas, efectivamente, alimentan nuestro ego, nos dan la idea de que nosotros tenemos el secreto de la verdad sobre qué está sucediendo en el mundo», alega el ensayista, quien disecciona la soledad en diferentes tiempos y lugares, desde los 'hikikomori' japoneses que se recluyen en sus cuartos a María Antonieta, pasando por el nazi Albert Speer.
Como asevera Gómez Bárcena, hay solitarios por elección o por obligación, los hay que buscan en la vida ermitaña el placer y los que, a fuerza de no ver a nadie, terminan locos. Se puede estar solo en una isla, como el capitán Pedro Serrano, que inspiró la figura de Robinson Crusoe tras un naufragio en 1526.
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