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«Anna Montañana lo ha pasado muy mal. Ha habido un principio de boicot esta temporada por parte de algunas jugadoras». Jorge Recio daba una píldora de la dura gestión de vestuario de la presente campaña. Nada fácil, como una montaña rusa en la que pasas más miedo que disfrute. Hay adrenalina de la mala y solo quieres que acabe ya. Recio quería que se acabara ya. En cambio, Anna no. Anna confiaba en una final, porque cuando estás al límite, el disfrute en la montaña rusa es indescriptible, como en la final de la Copa. En esta entrevista no pierde la prudencia, pero se muestra más real que nunca.
«No sentí alivio cuando acabó, pensé en ese 'poco más' que nos hubiera hecho ganar. Está claro que ha sido una temporada complicada, pero tenía fuerzas para seguir empujando si hubiéramos llegado a la final, porque ese era el objetivo: llegar a la final. Quería decir 'eh, que hemos sobrevivido y seguimos aquí'», comienza a analizar.
Quizás es la visión desde fuera, pero la semifinal ha sido ese momento para gran parte de la afición. Avenida ha 'seguido aquí' ante el claro favorito al título (y de hecho campeón), Valencia Basket. «Sí. Creo que revivimos una vez más y en toda la temporada diría que ha habido tres veces en las que el equipo ha revivido. Eso también dice mucho. Desde fuera entiendo que se quiera ver a Avenida en la final o incluso ganando el título, como pudo ser en la Copa, pero ha habido altibajos, en los que los bajos han sido muy bajos y el equipo ha vuelto», confiesa.
En concreto, Montañana habla de tres momentos: octubre, en las ventanas de selección; febrero, después de la eliminación de Euroliga; y tras la Copa de la Reina. Una «reconstrucción» constante que parte en las tres ocasiones de «tocar fondo». Y es la lectura más positiva posible, el haber vuelto siempre, algo que se escribe en tres palabras, pero que son noches sin dormir, quebraderos de cabeza y una fuerza inagotable del cuerpo técnico.
Precisamente, hasta octubre hay un proceso de creación de equipo, con implicación de la propia entrenadora. Sin embargo, tres piezas fueron despedidas antes de terminar el año; Arella Guirantes, Harrigan y Cornelius. Una situación límite, de la que, sin llegar a dar nombres, habló Jorge Recio al terminar la temporada. ¿Cuál es la versión de Anna Montañana?
«El verano pasado fue un verano movido desde un punto de vista personal. El equipo estaba prácticamente acabado, a falta de alguna pieza, y con situaciones en asterisco. Es decir, había alguna lesión y la necesidad de crear una plantilla más larga. La realidad es que ese equipo no cuajó, no conseguimos hacer que todas fuésemos a una. No siempre hay 12 jugadoras, con circunstancias diferentes, que tengan el mismo objetivo y hagan ese 'click' clave para poder competir al máximo. No lo conseguimos y tuvimos que buscar una solución.
Esa solución pasaba porque el equipo se redujera drásticamente y aún así hicimos buenos partidos. Y quiero recalcarlo de nuevo, el equipo siempre ha estado, en los momentos importantes siempre ha estado a pesar de los nueve cambios de jugadoras, entre idas y venidas, desde Sierra que vino solo para pretemporada, pasando por la vuelta de Sika, al último fichaje. Son continuos cambios y eso es difícil. De hecho, en el último fichaje yo le pedí al equipo ese esfuerzo extra porque entendía que ellas también sufren. Todo esto se resume en intentar hacer todo lo posible para que el equipo funcionara y creo que lo ha hecho, pero en una inconsistencia: pasas de ganar a Valencia a perder contra Ensino, lo que crea inestabilidad y dudas en lo que es está haciendo«, argumenta.
No ha mencionado la palabra boicot. «La decisión de que ellas dos se fueran -por Harrigan y Arella- fue de 'esto no está funcionando y tenemos que tomar una decisión'. Eran dos jugadoras con contratos importantes que no estaban rindiendo, pero creo que no es solo culpa de ellas. Es culpa de ellas, culpa mía, culpa del entorno, del equipo... se tomó esa decisión y después fue todo encadenado al regreso de Antonia, el fichaje de Lekovic, de María... cuando tomas esa decisión, también estás atado al mercado de qué es lo que podemos hacer. Boicot o no boicot... no conseguimos que todas miraran hacia lo mismo. Lo que tengo claro es que siempre voy a intentar buscar soluciones para que el equipo funcione».
¿Se achaca algo de ese momento? «Me achaco todo. Jorge dice que el culpable es él, pero la entrenadora es siempre la culpable de todo. Seguramente, si volviera atrás hubiera tomado decisiones antes o hecho otras gestiones, pero eso es a toro pasado. Lo he intentado absolutamente todo, hasta el último momento. Soy una entrenadora que va a estar siempre empujando por encontrar la manera de que mi equipo se cohesione, juegue bien al baloncesto y gane», responde.
Aún así, se siguió fichando, el equipo ha recibido a su última jugadora antes de Copa de la Reina, pero la rotación ha sido mínima. De hecho, en palabras de la propia coach, la situación física ha sido «límite». ¿Podría haber rotado más?
«Creo que es algo que se me ha achacado y la razón está en cómo se ha ido construyendo el equipo. Lekovic, por ejemplo, llega a mediados de febrero, tiene que absorber conceptos y tomar decisiones, con la necesidad a nivel de equipo de ganar. El hecho de haber tenido una plantilla amplia nos ha permitido entrenar a buen nivel y eso es imprescindinble para poder competir a tal nivel. Yo en la Copa de la Reina tenía claro que teníamos que ir con las jugadoras que entendían lo que significaba ese nivel de competición o con altos porcentajes de toma de decisiones buenas. Está claro que una jugadora no coge confianza si no juega, pero siento que siempre hemos estado al límite y no ha habido margen de construcción. No es algo que cambiaría a día de hoy. Sierra no ha jugado y su día a día ha sido muy bueno y ha sido una gran profesional», reflexiona.
En femenino, porque es como nos gusta hablar. El mundo de la entrenadora dicen, es un mundo de soledad. Un segundo plano constante que sale a la palestra en los peores momentos y este año Avenida ha tenido varios. Anna confiesa que sí, que la soledad ha sido su compañera en muchas ocasiones y que eso le ha llevado a fortalecerse mentalmente, no ahora, sino a lo largo de los años.
«Me he ido a Colombia, a Argentina, he entrenado en LEB Plata y en Primera División. He hecho lo que tenía que hacer para labrarme mi carrera y por eso la que más sabe de soledad soy yo. Está claro que esta profesión es ingrata, porque tomas muchas decisiones y todo el mundo te valora, pero nadie viene a ver cada entrenamiento. Yo nunca quiero el spotlight, ni cuando se gana ni cuando se pierde, pero entiendo que viene intrínseco. Abogo siempre por el grupo», cuenta.
Un grupo, por cierto, que se percibe totalmente nuevo la próxima temporada. Ya hay siete bajas confirmadas, con las dudas de Delaere, Andrea Vilaró, Laura Gil y Silvia Domínguez, además de la certeza de Iyana. Se quiere un equipo renovado, pero Anna no utiliza la palabra «diferente».
«No me gusta comparar, creo que se termina una etapa y empieza otra nueva. Hablamos del mismo presupuesto y mismas condiciones. Lo que se busca el año que viene es hacer un equipo de jugadoras que quieran venir a Avenida, un grupo con la mente abierta para luchar y estar lo más arriba posible, sabiendo la realidad del baloncesto actual donde las reglas han cambiado. Las estructuras de los equipos ACB son muy grandes y Jairis tienen una capacidad económica muy alta. Además, ya hay muchos equipos en Europa, con una capacidad económica muy alta. Y las jugadoras buscan ligas más cortas para poder irse después a Estados Unidos. Esa es la realidad», explica.
¿Con qué se convence a una jugadora para que fiche por Avenida con esta realidad? «Lo primero, a mí no me gusta convencer. Quiero jugadoras que quieran venir a Avenida. Para mí, por mi pasado, Avenida significa mucho y quiero que sientan lo mismo. Yo sé lo que significa el escudo. Lo que hay que vender es la historia del club, el proyecto que queremos crear y, por supuesto, la afición, que es estandarte. Jugar delante de 3.000 personas todos los días llama. Hay muchas jugadoras que nos dicen que no y no es ser víctima, es la realidad que tenemos», continúa.
¿Pero qué quiere Anna? «Quiero un equipo humilde, con ganas de trabajar y de crecer, que se encuentre en sintonía con la afición. Quiero gente con hambre, que disfrute del día a día, que sea competidora. Quiero el mejor equipo posible. Con más o menos talento, pero me preocupa más la mentalidad de la jugadora, las ganas de crear», sentencia.
Además, tiene una cosa clara: «La jugadora que empiece, acaba la liga. Quiero sí o sí estabilidad, sabiendo que hay un porcentaje de error, porque es normal que existan lesiones».
Más allá del equipo de jugadoras, el equipo técnico resulta fundamental en la puesta en marcha de un nuevo proyecto. ¿Habrá continuidad? «Creo que es una toma de decisiones conjunta de muchas cosas. Ahora mismo, no está cerrado. Hay que ver cada uno cómo se ha sentido, si quiere la continuidad o no y si el club también quiere. Acaba de terminar la temporada y es momento de que cada uno individualmente decida qué es lo que necesita. El club también está creciendo a nivel de estructura y hay que ver cómo congeniamos con ello. Las jugadoras también se nutren de esto, el primer equipo en general», reivindica.
Un staff profesional. «Está claro y creo que ahí Jorge ha ido añadiendo más y más. El esfuerzo es enorme. Este año hemos tenido un staff amplio y está claro que se está invirtiendo. De cara al año que viene no se ha abordado todavía, pero es primordial su confección, también para mí, para estar bien yo. El staff es el apoyo, es el 'ayudante', tanto para las jugadoras como para mí».
Récord de todo en el peor momento en años. Qué más se puede pedir. Sin embargo, la palabra Eurocup parece un tema aún tabú. La afición debe ilusionarse, debe entender la realidad, la nueva vida de Avenida y demostrar seguir ahí. Resilencia.
«El apoyo de la afición es increíble. Tenemos a 3.000 personas esperando lo mejor de nosotros y lo único que quieren es que luchemos. Creo que se vio en la Copa de la Reina. Esto es lo que verdaderamente une, que gente de la grada se sienta orgullosa de lo que ve en la pista. El nivel de exigencia es alto, pero hay una nueva situación. Ahora se debe disfrutar del camino, no solo con el triunfo. La reflexión es ilusionarse con el equipo, esto es una pasión y es lo que deben esperar del año que viene. Queremos seguir ilusionando».
Un mensaje que Anna lanza a la afición de Avenida, como su principal y gran lección de la temporada, encontrar el disfrute dentro del sufrimiento. «Es una máxima. Me gusta y me cuesta disfrutar del camino. Es mi objetivo, aunque a veces no pase, pero ojalá podamos disfrutar de todo, de victorias, de sobreponernos a las adversidades... es lo más complicado del deporte porque siempre estás evaluada y no solo yo, el equipo. Es lo que más busco a nivel personal y lo que le repito a las jugadoras. Hay que disfrutar del proceso y hacer que la afición disfrute».
¿Cómo le gustaría que la viera la afición? «No lo he pensado. No puedo gustar a todo el mundo. Creo que la afición estará contenta con un equipo que transmite y compite. Es muy complicado gustar y pensar que tengo que ser de una manera para que todos seamos felices. Mi trabajo es oscuro, no quiero las luces. Lo que más me gustaría es que el equipo sea lo que ellos quieren».
Pero Anna Montañana es de una manera... «Anna es intensa y me ha costado entender esa palabra, porque en una mujer viene con connotaciones sociales. Soy una entrenadora que siempre está a full. Espero seguir mejorando porque quiero llegar a ser la mejor entrenadora que pueda llegar a ser. Soy competidora y me gusta el trabajo, esa es mi esencia. Sé que tengo que mejorar cosas, pero mi intensidad, mi dedicación y mi pasión no van a cambiar. Ese día no seré yo, seré otra persona. Ante todo soy perseverante y trabajadora, eso sí puedo decirlo».
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