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Rafael M. Mañueco
Sábado, 3 de agosto 2024, 18:05
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Ante la práctica desaparición del turismo procedente de países occidentales, la estampida de las principales marcas mundiales a causa de la guerra en Ucrania y las sanciones, el GUM (acrónimo en ruso de 'grandes almacenes del Estado') se ha convertido este verano en un lugar de paso obligado para los turistas llegados desde otras regiones de Rusia. Pero no para comprar nada, ya que los precios de sus boutiques siguen siendo prohibitivos, sino para pasear por sus lujosas galerías, saborear un helado, como mucho, comprarse alguna chuchería en el llamado Gastronom Número 1 o tomar un piscolabis en alguno de sus restaurantes o cafeterías.
Hasta hace no mucho, el GUM, situado en plena Plaza Roja frente al Kremlin, era frecuentado por la élite pudiente de Moscú, que acudía a las tiendas de moda a gastarse sus fortunas. El enorme impulso económico que experimentó Rusia se produjo en los años de vacas gordas del presidente Vladímir Putin gracias a la venta masiva a todos los países del mundo de gas, petróleo, oro, diamantes, níquel, aluminio y muchas otras materias primas abundantes en Rusia.
En el GUM tenían sus tiendas Chanel, Dior, Dolce&Gabbana, Gucci, Karl Lagerfeld, Louis Vuitton y Zara, entre otras muchas. Ahora sólo quedan marcas rusas, por ejemplo Maag, que sustituyó a Zara y se quedó con todos sus comercios. Están también los chinos con la firma Ellassay, que cuenta ahora con el mismo local que ocupaba antes Prada, o los turcos, como es el caso de Cimpa. Pero a los pijos moscovitas parece no interesarles demasiado lo que ahora se vende en el GUM tras haber perdido todo su glamur.
Se da además la circunstancia de que la nueva oferta no ha mitigado sus precios con respecto a las grandes marcas que salieron de Rusia durante 2022 y 2023. El resultado es que estas tiendas están casi siempre vacías. No así los tres esplendorosos pasillos del edificio con sus tres niveles y la fuente central, que están constantemente abarrotadas de viajeros llegados desde todos los confines de Rusia.
El Gastronom Número 1, con una decoración típica de los tiempos de Stalin, a base de mármol y ostentosas lámparas, es imagen y semejanza de los supermercados de la época soviética. Es una delicia para los nostálgicos porque ofrece lo que solía encontrarse en las tiendas a través de toda la URSS. Son marcas de alimentación rusas que tratan de conservar las envolturas y envases de la época comunista.
Y es que el GUM es un lugar ideal para hacer una pausa mientras se visitan los lugares más emblemáticos del centro de la ciudad como son el recinto del Kremlin con sus palacios e iglesias, la catedral de San Basilio, el Museo de Historia o el mausoleo de Lenin. La zona permite además desplazarse a pie a bulliciosas calles como Nikólskaya, Ilinka o Tverskaya, llegar hasta el Teatro Bolshói y a hoteles de solera como el Metropol o el Nacional.
En la calle Ilinka, por cierto, a escasos metros del GUM se encuentra el Gostini Dvor, otro de los edificios históricos de la capital. Los Gostini Dvor (Patio de huéspedes) eran antiguos mercados que funcionaban también como casas de postas. En casi toda Rusia fueron reconvertidos en centros comerciales. El de Moscú está lleno de tiendas de suvenires y artesanía. Su imponente patio central se suele utilizar para exposiciones, ferias y congresos. Putin pronunció allí su discurso sobre el estado de la nación el pasado 29 de febrero.
Y junto al Teatro Bolshói está el TsUM (grandes almacenes centrales), otra gran superficie comercial. El nombre le viene igualmente de la época comunista. La actual apariencia gótico-modernista que tiene la fachada, ahora en reparación, le fue dada en 1908. Ahí están las tiendas de los principales diseñadores de moda rusos.
Pero es el GUM, en realidad, el centro comercial más antiguo de Moscú. Primero aparecieron caóticas casetas de madera, luego se levantó un edificio de ladrillo que se quemó –durante los incendios premeditadamente provocados por la población en 1812 para echar de la capital a Napoleón y sus tropas– para construirse sobre sus cenizas otro inmueble que terminó siendo demolido en 1869.
Los comerciantes de la ciudad anunciaron entonces un concurso para erigir una nueva edificación y lo ganó el arquitecto Alexánder Pomerántsev. El espectacular techo acristalado, muy parecido al de las galerías de Milán, lo diseñó el brillante ingeniero Vladímir Shújov. En apariencia, el techo parece ingrávido y muy ligero, pero para su construcción se necesitaron varias toneladas de metal.
El nuevo GUM abrió sus puertas en 1893. Más que tiendas, entonces había grandes salones de lujosos interiores con diligentes dependientes. Abrieron también en aquel momento la consulta de un dentista, un taller de grabado y joyería, una peluquería, una oficina de correos y un restaurante. Se organizaban además exposiciones y veladas musicales.
Después de la Revolución Bolchevique de 1917, los almacenes fueron nacionalizados y cesó el comercio. Se reabrió en 1953 con el mismo interior existente hoy día, aunque con menos iluminación y brillo. Pero eran las tiendas mejor surtidas de la toda la Unión Soviética. Por eso, lo primero que hacían los forasteros al llegar a la capital era ir de compras al GUM.
También lo hacían los moscovitas casi a diario hasta que en los años que el país estuvo dirigido por Yuri Andrópov (entre 1982 y 1984) y para evitar que los funcionarios emplearan las horas de trabajo para tratar de pescar en el GUM algún artículo deficitario, la Militsia (policía) se dedicaba a acordonar la zona y exigir la documentación a los que salían de los almacenes para comprobar si se habían escapado de sus puestos de trabajo. De ser así, eran castigados a veces con la pérdida del empleo. Los reincidentes podían acabar incluso en la cárcel. Estas galerías hoy día ya no tienen el mismo atractivo comercial, aunque sí lo tienen desde el punto de vista estético, cultural y turístico.
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