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Javier Peñalba
Sábado, 25 de mayo 2024, 15:04
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De Papúa Nueva Guinea, territorio del Pacífico Occidental situado al norte de Australia, dicen que es el paraíso en la tierra. Cascadas, valles verdes, volcanes, arrecifes de coral... Pero durante la madrugada del viernes al sábado se convirtió en un infierno. Una montaña se vino abajo y sepultó buena parte de seis localidades situadas en el norte, en la región de Mulitaka. «Sucedió a primera hora, cuando la gente estaba dormida. Todo el pueblo desapareció», relató Elizabeth Laruma, presidenta de una agrupación empresarial de Porgera. El deslizamiento de tierras enterró más de mil casas. De momento, hay 300 desaparecidos. Las autoridades temen que el número de víctimas vaya en aumento en las próximas horas.
Hay pocos datos por la dificultad de acceso al lugar. El periódico local 'Post Courier' se puso en contacto con el parlamentario Aimos Aken, que pidió ayuda al Gobierno en las labores de rescate tras una la avalancha que había «enterrado al menos a 300 personas. Este desastre natural ha conmocionado a todo el país y, en especial, a la provincia de Enga, a unos 600 kilómetros al noroeste de la capital, Port Moresby. Según Aimos Aken, el número de casas arrasadas ronda las 1.200.
Por ahora, apenas se han rescatado cuerpos, según la cadena estatal australiana ABC. En las aldeas no hay maquinaria para mover todo el material desplazado por la avalancha. La ONG Care Australia asegura que las carreteras de acceso están bloqueadas y que «llevará un tiempo considerable despejarlas». Eso retrasará las misiones de ayuda. El gobernador de Enga, Sandis Tsaka, indicó que equipos de rescate de la Policía, el Ejército, ONG's internacionales y el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo se están desplazando a esta zona devastada por un «desastre natural sin precedentes».
«Aunque la región no está densamente poblada, nuestra preocupación es que la cifra de muertes sea desproporcionadamente alta», temen las autoridades locales. Algunos habitantes de los enclaves destrozados expresaron en la cadena ABC su temor a nuevos desprendimientos de tierra en esta área montañosa. Imágenes tomadas en el lugar de la catástrofe y difundidas por la cadena estadounidense NBC muestran una vasta área de rocas y tierra desprendidas de la colina cercana. También se observa a vecinos portando enseres y cavando entre la tierra en una búsqueda desesperada de supervivientes.
La zona afectada suele registrar lluvias intensas e inundaciones. Los corrimientos de tierra son habituales en Papúa Nueva Guinea, un territorio rico en recursos naturales pero en el que buena parte de sus nueve millones de habitantes es pobre. El país, que logró la independencia de Australia en 1975, es un crisol de cerca de 700 tribus, cada una con su propia lengua. Conservan sus tradiciones y modos de vida. Y, en algunos casos, tienen sus poblaciones en zonas de difícil acceso que quedan de inmediato aisladas cuando se produce un corrimiento de tierras.
A Papúa viajan muchos turistas y curiosos que buscan el encuentro con tradiciones milenarias, con el pasado del ser humano conservado por una tribus que «te reciben con los brazos abiertos», según recoge un reportaje de 'National Geographic'. En el lugar donde hay más de 50 especies de aves del paraíso, ahora tratan de desenterrar cadáveres de personas que hace unas horas dormían plácidamente en unas casas que hoy están enterradas.
«Los daños son catastróficos», repetía John Basi, trabajador de un centro de salud en esta región. «Necesitamos una intervención urgente del Gobierno y la compañía minera para gestionar esta crisis», pidió. La avalancha, además, provocó la suspensión de los trabajos en una explotación de oro próxima.
Australia y Nueva Zelanda ofrecieron de inmediato su colaboración en las tareas de salvamento. También lo hizo Estados Unidos. Su presidente, Joe Biden, anunció el envío de ayuda humanitaria. «Jill (su esposa) y yo tenemos el corazón roto por la pérdida de vidas y la devastación causada por el corrimiento de tierras en Papúa Nueva Guinea. Nuestras oraciones están con las familias afectadas por esta tragedia y con todos los miembros de los equipos de rescate que están poniéndose en peligro para ayudar a sus conciudadanos», declaró.
La Casa Blanca confirmó que está en «estrecho» contacto con el Gobierno de este país del Pacífico. Biden, además, garantizó que su administración actúa de forma coordinada con Australia, Nueva Zelanda, India y Japón para ayudar a «nuestro socio y amigo, hoy y siempre». Con este respaldo inmediato, Biden mejora su imagen en Papúa Nueva Guinea, dañada hace un mes durante un acto junto al Monumento a los caídos en Pensilvania.
Allí, el presidente recordó a su tío, el segundo teniente Ambrose J. Finnegan Jr, que fue derribado y murió en el Pacífico durante la II Guerra Mundial. «Nunca encontraron el cuerpo. Había muchos caníbales de verdad en esa parte de Nueva Guinea», sorprendió el político demócrata al referirse a Papúa. El primer ministro de este país, James Marape, acusó a Biden de menospreciar a su pueblo al dar «a entender que su tío fue devorado allí» por la población nativa. Papúa es un aliado clave de EE UU en esta parte de Oceanía, donde China trata de extender sus tentáculos.
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