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Joe Biden y su esposa, a su llegada a Maui. Reuters

Biden visita Maui dos semanas después: muchos de los cadáveres nunca serán identificados

Las autoridades advierten al mandatario que muchos de los restos nunca serán identificados

Mercedes Gallego

Nueva York

Martes, 22 de agosto 2023, 07:12

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Igual que siempre hay una sorpresa de octubre antes de las elecciones presidenciales de noviembre, cada mandatario de EEUU parece estar predestinado a enfrentarse a un huracán de agosto (septiembre u octubre, porque los hay tardíos). El sino es que pocos dan la talla cuando se enfrentan inesperadamente a una catástrofe mayor de lo que nadie podía imaginar.

George W Bush sobrevoló Nueva Orleans cuatro días después de que el huracán Katrina devastase la costa de Louisiana y dejase a la ciudad sumergida bajo el agua. Mientras sus habitantes se hacinaban en un pabellón deportivo infernal o pedían socorro desde los tejados, el presidente felicitaba desde el aire al director del Departamento de Gestión Federal de Emergencias (FEMA) con un histórico: «¡Estás haciendo un trabajo fenomenal!».

Donald Trump tardó 13 días en visitar Puerto Rico tras el azote del huracán María y siempre será recordado con rencor por haber tirado rollos de papel de cocina a los damnificados. Ayer Joe Biden le igualó con una visita tardía a Maui, escenario del peor incendio en la historia de EEUU. Su fama de empático ardió entre los rescoldos de la isla donde durante dos semanas loss vecinas han llevado víveres en lanchas privadas, como hicieran los ciudadanos de a pie en el Golfo De México cuando llenaron espontáneamente la ausencia federal al Katrina de Bush. Ayer, algunos de los que regalaban frutas y sandwiches a los supervivientes ni siquiera miraron al cielo cuando se oyó pasar su helicóptero.

Magnitud del incendio

El gobernador demócrata Joshua Green ofreció al mandatario y su esposa un tour aéreo de 20 minutos para que entendieran la magnitud de un incendio en el que las llamas prendieron la isla como antorchas, a la espeluznante velocidad de una milla por minuto, ha calculado. La cola de un huracán de categoría cuatro azotó Maui este 8 de agosto con ráfagas de hasta 130 kilómetros por hora que arrancaron árboles de cuajo y tumbaron los tendidos. Algunos culpan a las eléctricas por no haber apagado el suministro, bajo la creencia de que esas chispas prendieron la hierba seca de un verano de sequía.

«Ahora verá lo que no se puede ver ni oler en las noticias», dijo al New York Times un jubilado residente en la isla. Paradójicamente se trataba de uno de sus seguidores, porque las críticas de los republicanos han sido descarnizadas. Nadie encuentra justificación para haber retrasado tanto la visita, por mucho que todos los presidentes justifiquen su ausencia con la voluntad de no distraer las tareas de emergencia. Para los que lo han perdido todo y viven con lo puesto en algún lugar prestado, las dos semanas transcurridas desde que las llamas engulleron a la antigua capital de Maui son una eternidad. Biden ha perdido la oportunidad de consolarlos con las historias de lo que sintió al perder a su mujer y su hija en un accidente de coche allá en 1972, como contó ayer una vez más. «Se lo que sentís en el pecho», dijo en su discurso de 10 minutos. «Imaginaos a un padre buscando a su hijo».

Tras la oteada aérea, el matrimonio Biden caminó compungido por las calles calcinadas como si desfilase por un decorado de cine apocalíptico, flanqueado por coches retorcidos y casas reducidas a sus cimientos. Las alarmas nunca sonaron y los mensajes de emergencia quedaron silenciados en teléfonos que habían perdido la señal horas antes. El caos se apoderó de los que intentaban escapar y se quedaron atrapados en el atasco. Todavía 40 perros buscan cadáveres entre los 4.000 coches calcinados y más de 2.000 edificios. Según le dijo la consejera de seguridad doméstica de la Casa Blanca, Sherwood-Randall, el 87% del área quemada ha sido rastreada, pero muchos de los cadáveres nunca podrán ser identificados.

Lista de desaparecidos

La lluvia que trae esta semana la tormenta tropical Hilary barrerá las cenizas entre las que aún se presumen algunas de las 850 personas que aún figuran en la lista de desaparecidos, y que se unirán a las 114 que se han confirmado muertas, de las que solo 27 han podido ser identificadas. «Sé que nada puede reemplazar la pérdida de vidas. Haré todo lo que esté en mi mano para ayudar a Maui a recuperarse y reconstruir», prometió el mandatario.

El discurso fue breve, porque Biden dejó más de una hora para consolar personalmente a los 350 familiares que le esperaban en un centro comunitario. El mismo al que algunos de los invitados no quiso ir, porque muchos han pasado de la conmoción inicial al resentimiento de sentirse abandonados. «Os prometo que estaremos aquí lo que sea necesario», les dijo él.

La Casa Blanca recordaba que más de mil empleados federales se encuentran sobre el terreno y han distribuido 50.000 raciones alimenticias, 75.000 litros de agua, 5.000 catres y 10.000 mantas, así como diez millones de dólares en asistencia federal, que incluye partidas para alquileres. Cifras que sonaban huecas a los que sostenían pancartas a su paso con «Fuck Biden» (Que le den a Biden) o incluso «Trump won» (Trump ganó).

La memoria es corta, pero el resentimiento puede ser profundo. Frente a la histórico higuera Bengala que presidía la ciudad de Lahaina, «quemada pero aún en pie», Biden recordó que en estas dos semanas ha estado en «continuo contacto» con el gobernador de Hawái ofreciéndole los recursos que necesitara, y seguirá haciéndolo. Como ese árbol de bayán, «el fuego no puede alcanzar las raíces», les dijo simbólicamente. «Maui es fuerte. Todo el país está con vosotros». FIN

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