Secciones
Servicios
Destacamos
LUIS GÓMEZ
Viernes, 9 de septiembre 2022, 15:55
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Isabel II se coronó también como indiscutible icono de estilo. Sus 70 años de reinado han constituido un interminable desfile de singulares estilismos, a veces rozando límites estridentes. Su figura siempre quedará ligada a sus inseparables bolsos de mano y sus más de 5.000 sombreros, sus broches, paraguas transparentes, collares de perlas, sus sempiternos guantes blancos y clásicos mocasines, rematados con algún que otro detalle metálico como hebillas o cadenas. Un estilo del que han bebido firmas como Alexander McQueen, Dolce&Gabbana y Vivienne Westwood.
Desde 1993, justo 40 años después de ser coronada, la soberana británica tuvo a Angela Kelly como mano derecha, a quien confió todos los detalles de su imagen. En el libro 'Dressing the Queen: The Jubilee Wardrobe' (Vistiendo a la reina: el guardarropa real), la autora advertía desde la necesidad de conocer las connotaciones simbólicas que tiene cada color en los distintos países a los que viajaba la monarca hasta asegurarse de que siempre utilizase paraguas transparentes para que sus súbditos pudiesen verle la cara.
Si sus faldas nunca subían por encima de sus rodillas, sus escotes pecaban de modestos y sus abrigos, perfectamente previsibles, para reafirmar la corrección y solemnidad. De hecho, su mayor rasgo estilístico ha sido su fidelidad con una fórmula reconocible, basada en colores sólidos y muy vivos –un estudio reveló que solo llevaba estampados un 13% de las veces–, broches y perlas en el cuello y un bolso que parece siempre el mismo. Tiraba mucho del azul Klein, amarillo pollo, verde lima y rojo pasión. Colores llamativos para ser reconocida fácilmente entre la multitud y para que se la viese de lejos. «Si vistiese de beige, nadie sabría dónde estoy», solía bromear Isabel II.
Kelly no solo le ayudó a elegir su ropa. También diseñó muchos de sus trajes. Puso su firma, por ejemplo, al conjunto y sombrero amarillos que lució en la boda de los duques de Cambridge o el modelo de color melocotón con el que deslumbró en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos de Londres» 2012.
Si acudía a un hospital, optaba por tonos brillantes para que la pudiesen identificar los pacientes con problemas de visión. Antes de echárselos encima, vestidos y faldas tenían que pasar la «prueba del ventilador» para que fuesen inmunes a las corrientes de aire. Primero testaban el movimiento y ligereza de las prendas frente a un ventilador y, si era necesario, les cosían pequeñas pesas en los dobladillos para que el viento no dejase al descubierto las piernas. Todo con tal de evitarle apuros y que su peor imagen llegue a las portadas de los periódicos.
Solía calzar zapatos viejos (negros, la mayoría de las ocasiones) porque le resultan más cómodos y con tacones, como mucho, de cinco centímetros. Sus clásicos bolsos de mano –típica 'it bag' cuadrada y negra– incorporaban asas largas para que no se le enganchasen en los puños. Presa de su propio estilo, era también fiel a algunas marcas. Los bolsos de mano solían ser de Launer y se remontan a 1968, cuando Sam Launer le envió uno a juego con sus zapatos negros de Rayne. Años después, en 1981, Launer obtuvo de la monarca la Royal Warrant, el sello de confianza que la reina Isabel II concede a las tiendas de las que es clienta habitual. Desde entonces, si los rumores son ciertos, la reina ha comprado más de 200 bolsos de Launer, prefiriéndolos generalmente del modelo Traviata y de color negro. Su precio es de 2.110 euros e incluyen un espejo a juego.
Desde que fue coronada el 2 de junio de 1953, tampoco cambió el peinado. Lo llevaba así para tener la cara «despejada». Fiel a los abrigos de cuello redondo y corte recio, tenía la costumbre de meter ropa de luto en la maleta en todos sus viajes. Los sombreros no eran ni muy altos, para que no le creasen problemas cada vez que subía y bajaba de los coches, ni la parte de atrás muy baja, para evitar que le rozase el cuello del abrigo.
Si su agenda incluye encuentros con niños, los adornaba con plumas para llamar la atención de los pequeños, mientras que, para resaltar su seriedad, los mangos y bordes de los paraguas se coordinaban con el conjunto. «El sombrero es un recordatorio de que la reina está contratada para un servicio, para un trabajo», sostienen los expertos. Isabell II tenía su sombrerero favorito: el británico Philip Somerville, casualmente el creador de muchos de los modelos que lució Lady Di.
Con fama de austera, a la reina le perdían los zapatos hechos a mano de Anello & Davide, a 1.200 euros el par, y había días que llegaba a cambiarse hasta siete veces de look. La monarca siempre tuvo guiños cómplices con marcas británicas icónicas como Burberry, Hunter o Barbour, sobre todo cuando visitaba zonas rurales o montaba a caballo.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Un ático dúplex abuhardillado con historia y diseño vanguardista
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.