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Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Viernes, 8 de noviembre 2024, 19:08
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Quienes pensaban que Kamala Harris ganaría las elecciones no estaban solos. La inteligencia iraní también lo había estimado así. El Gobierno de Teherán había encargado el asesinato del expresidente a unos asesinos a sueldo, pero decidió posponerlo hasta que pasaran los comicios porque «sería más fácil» una vez que perdiese la protección especial que le proporcionaban los servicios secretos, reforzada a raíz de los dos intentos de atentado que había sufrido.
La información sobre el plan de los ayatolás para matarlo se ha conocido tras la imputación de dos delincuentes comunes que Teherán había reclutado a través de un afgano deportado de Estados Unidos que actualmente vive en esa ciudad. Farhad Shakeri, de 51 años, emigró a Estados Unidos de pequeño y acabó en una prisión de Woodbourne (Nueva York) cumpliendo sentencia por robo a mano armada. Tras catorce años entre rejas salió en libertad provisional y fue deportado en 2008. Sus correrías internacionales incluyeron su detención en Sri Lanka con 92 kilogramos de heroína. Finalmente terminó ubicándose como empleado de instalaciones petrolíferas en Teherán, donde conoció a miembros de la Guardia Revolucionaria interesados en explotar los contactos con el hampa que había hecho en prisión.
Este tercer intento de asesinato de Trump en menos de tres meses ni siquiera llegó a fraguarse. Según el testimonio que ha dado en remoto al FBI, el 7 de octubre los funcionarios iraníes le dieron una semana para presentarle la estrategia y si no lo hacía «la IRGC pospondría su plan para asesinar a la Víctima-4 hasta después de las elecciones presidenciales». Shakeri asegura que nunca tuvo intención de llevarlo a cabo. El fiscal general, Merrick Garland, confirmó este viernes el complot en un comunicado. «No toleraremos estos descarados intentos del régimen iraní de amenazar nuestra seguridad nacional», afirmó.
Del testimonio y del número de víctima asignado en la imputación se deduce que asesinar a Trump no era el primer encargo que Shakeri recibía. Antes le habían pedido eliminar a una destacada periodista persa residente en Brooklyn, que este viernes se identificó en X como Masih Alinehad, además de a dos empresarios israelíes que viven en Estados Unidos.
Irán le había jurado venganza a Trump desde que en el último año de su presidencia ordenase el atentado con dron que mató en el aeropuerto de Bagdad al general mayor Qasem Soleimani. Y, como ocurriese con el escritor Salman Rushdie, el régimen de los ayatolás no olvida, sino que apuesta por una venganza en frío. «Paciencia», le recomendaba Shakeri a sus impacientes compinches. El intermediario había advertido a sus contactos de la IRGC que matar a Trump les costaría «una enorme cantidad», a lo que no objetaron porque el dinero «no era la cuestión», le respondieron. «Ya hemos gastado mucho». Por la periodista disidente estaban dispuestos a pagar 1,5 millones de dólares.
La noticia no podía salir en peor momento para Irán. Tras ganar las elecciones el martes, su víctima es ahora presidente electo y está en camino de volver al poder el próximo 20 de enero. Durante la campaña el impredecible magnate había fluctuado entre tratar a Irán todavía con más dureza que en su primera presidencia o tenderle la mano. Todo indica que la información recopilada por el FBI a raíz de las entrevistas con Shakeri y la detención de sus dos compinches estadounidenses habría inducido ese cambio de actitud.
En agosto, durante una conversación en X con Elon Musk, el entonces candidato dijo estar dispuesto a negociar de nuevo un acuerdo nuclear con Irán porque «las consecuencias serían imposibles». Fue él quien en 2018 canceló el trato arduamente negociado por Estados Unidos, la Unión Europea, Rusia, China, Gran Bretaña, Francia y Alemania. Según él, el Plan de Acción Integral Conjunto, legado de Obama, era «el peor trato jamás negociado», al que consideraba «una vergüenza» para su país por haber entregado al Gobierno iraní los activos que tenía congelados en cuentas internacionales, estimados entre 50 y 150.000 millones de dólares, además de otros 1.700 relacionados con una antigua disputa de armas antes de la Revolución Islámica de 1979.
301 votos electores
sumaba ya este viernes Donald Trump cuando el recuento electoral avanza hacia su final. Para ser presidente precisaba de 270.
Con el tiempo su actitud fue cambiando. «No quiero hacerle nada malo a Irán», dijo a Musk, revelando su disposición a iniciar conversaciones. Sin embargo, al final de septiembre, y presumiblemente tras la detención de los dos delincuentes de pacotilla que el contacto de la Guardia Nacional había reclutado, regresó a su retórica más aguerrida. La víspera de las elecciones dijo en un mitin celebrado en Raleigh (Carolina del Norte) que «haría explotar sus principales ciudades y el país entero».
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En ese momento Trump todavía era un candidato por el que poca gente apostaba en el exterior. Hoy es el próximo presidente y se puede anticipar una nueva escalada de las tensiones entre ambos países, agravadas por los ataques de Israel, que han convertido a la región en un auténtico polvorín a punto de estallar.
Las imputaciones contra Carlisle Rivera, alias 'Pop', y Jonathan Loadholt, detenidos en septiembre en Brooklyn y Staten Island, respectivamente, tras ser interceptadas sus comunicaciones con Teherán, revelan también el largo alcance de los crímenes de Estado que trascienden las fronteras internacionales. Dictaduras como Rusia, China, Arabia Saudí, Turquía e Irán se encargan de hacer saber a sus disidentes que no hay lugar en el mundo seguro para ellos, como hacen también Israel y EE UU con los sospechosos de terrorismo a los que asesinan con drones en terceros países, sin juicio previo y al margen de la legalidad internacional.
El fiscal del Distrito Sur de Nueva York, Damian Williams, calificó los cargos como un mensaje contundente para quienes continúan con estos esfuerzos: «Seremos implacables en nuestra persecución de actores malignos, sin importar dónde residan. No descansaremos hasta llevar ante la justicia a aquellos que amenacen nuestra seguridad».
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