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Miguel Pérez
Sábado, 30 de noviembre 2024, 12:39
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La guerra ha entrado de lleno en Alepo, la segunda ciudad más importante de Siria y símbolo del dominio del régimen de Bashar al-Assad. Las tropas rebeldes encabezadas por el grupo yihadista Hayat Tahrir al Sham (HTS) han tomado durante este sábado «más de la mitad» de la urbe y circulan ya por emplazamientos históricos como la Gran Mezquita, la ciudadela y la plaza Saadalá al Yabri, la más importante de la capital regional, según ha informado el canal Al Yazira.
El propio ejército sirio ha reconocido esta mañana que se ha retirado de Alepo debido al numeroso contingente de «terroristas» y al hecho de que éstos se han desplegado en «múltiples frentes de combate», inasumibles para las tropas gubernamentales. Las fuerzas armadas han explicado que están a la espera de recibir refuerzos con el fin de organizar una posible reconquista del terreno perdido.
La oposición ha realizado una gran demostración de fuerza y desde este viernes ha arrasado con cualquier atisbo de resistencia en un gran número de distritos de la capital regional. Sin embargo, las luchas libradas entre los dos bandos han sido menores de las que podían preveerse en un choque de estas características, según las primeras versiones de los observadores, ya que los militares tampoco habrían opuesto una resistencia sustancial, abrumados por el volumen de las tropas enemigass. Los insurgentes han conquistado además más de medio centenar de poblaciones, algunas de ellas de alto valor estratégico. Es el caso de Saraqab, en la provincia noroccidental de Idlib, que hasta ahora suponía un paso clave para el abastecimiento del ejército gubernamental en Alepo.
Por primera vez desde 2016, cuando el régimen expulsó de esta gran ciudad a los rebeldes con la ayuda de Rusia e Irán, el miedo se ha instalado de nuevo entre sus dos millones de habitantes. De vez en cuando se escucha el silbido de los misiles y las motocicletas de los combatientes recorren las calles. Hay controles, el tráfico de la principal autopista que enlaza Alepo con Damasco ha sido desviado para evitar víctimas civiles, las autoridades han cerrado el aeropuerto y las fuerzas de seguridad han decretado un «toque de queda» con el fin de limpiar «los restos de la guerra»; un término que se aprecia como un eufemismo en estos momentos tras la retirada del ejército y cuando el enfrentamiento no tiene un final a la vista. El Gobierno, en cualquier caso, trata de minimizar el alcance de la ofensiva y atribuye a «desinformaciones» cualquier noticia sobre un avance opositor.
También es la primera vez en ocho años que la aviación rusa y siria vuelve a bombardear Alepo y otros enclaves que han caído en manos del HTS y sus milicias afines. El Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, una organización altamente fiable en sus informes cuya sede se encuentra en Londres, ha señalado que cuatro personas murieron esta madrugada del sábado después de que un caza ruso disparase tres misiles contra un cuartel militar en Mare, una comunidad rural al norte de Alepo.
La base había sido tomado horas antes por el Ejército Nacional, un grupo paramilitar de la región que incluye a exmilitares y mercenarios. Los bombardeos aéreos se han concentrado también en el barrio de Al Furqan, en el oeste de la ciudad, donde la insurgencia ha logrado instalar una especie de cabeza de puente. Por este punto los milicianos han conseguido entrar en el centro histórico y avanzar aparentemente sin grandes problemas en una campaña fulgurante.
Algunos estrategas consideran que Alepo técnicamente ha caído y que los rebeldes no tardarán en reocupar la totalidad de la urbe de la que fueron expulsados en 2016 bajo el empuje de las tropas sirias, con la colaboración de Rusia e Irán. Según estas fuentes, la oposición armada ha adoptado ya una posición de dominio sobre los principales enclaves estratégicos tras doblegar cualquier posibilidad del ejército para llevar a cabo una contraofensiva inminente. El mando militar insurgente ha asegurado en Telegram que se ha producido un «colapso importante» de las tropas gubernamentales y que numerosos soldados se han «retirado de varios lugares estratégicos» en toda la provincia de Alepo y la vecina Idlib, que es el gran feudo de la oposición en Siria.
Mientras las milicias avanzaban esta madrugada, camionetas provistas de potentes altavoces y mensajes en redes sociales instaban a los soldados de Al-Assad y a la población a no oponer resistencia. El mando rebelde afirma que los militares han abandonado el centro de Alepo y se han refugiado en el este, en Al Safira, donde también se habría trasladado el gobernador de la provincia.
Su versión coincide con la que ha trasladado el ejército sirio, que reconoce haber sufrido «decenas» de bajas y admite su retirada de forma «temporal». «El gran número de terroristas y los múltiples frentes de combate llevaron a nuestras fuerzas armadas a efectuar una operación de redespliegue destinada a fortalecer las líneas de defensa para absorber el ataque, preservar vidas civiles y de soldados y prepararse para un contraataque», subraya un comunicado oficial del Estado Mayor.
Sobre el presidente Al-Assad, que ha debido pedir la ayuda militar del Kremlin, existen rumores de que se encuentra en Moscú. La última vez que el dirigente sirio estuvo en la capital rusa fue a finales de junio, cuando se reunió con el presidente Vladímir Putin para analizar el deterioro del conflicto en Oriente Medio. Los dos mandatarios reafirmaron entonces su voluntad de ahondar en el compromiso mutuo de cooperar en materias de seguridad, comercio y economía. En ese sentido, el Kremlin ha prometido al Gobierno de Damasco que enviará refuerzos en menos de 72 horas para luchar contra los rebeldes. La ONU se ha declatado «profundamente alarmada por la situación», debido al riesgo sobre la población civil y el incremento de la desestabilización en Oriente Medio.
La operación relámpago de las facciones yihadistas comenzó el pasado miércoles, a la par que Israel y Hezbolá tanteaban en Líbano las primeras horas de su alto el fuego provisional. La ofensiva representa la respuesta de la oposición al aumento de los ataques del ejército gubernamental y las tropas rusas sobre sus bastiones tradicionales. En la práctica, implica la ruptura del cese de hostilidades decretado en 2020 después de la última campaña militar de Al-Assad contra la insurgencia.
Al ejército le ha sorprendido la presión de las fuerzas de Hayat Tahrir al Sham, que en este último periodo de cuatro años parece haber acumulado un notable volumen de armamento pesado, drones y vehículos blindados. En Alepo se han apoderado de varias sedes oficiales del Gobierno y de las prisiones. Aunque todo ello ello está teniendo su coste en sangre. Según el observatorio con sede en el Reino Unido, este sábado han muerto al menos sesenta personas, lo que eleva el balance de cuatro días de lucha a 311 fallecidos. De ellos, 183 son combatientes islamistas y de otras facciones proturcas. También hay un centenar de soldados sirios y de grupos aliados proiraníes, además de 28 civiles entre las víctimas mortales.
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