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M.J. Carmona
Domingo, 23 de febrero 2025, 17:06
Hay trayectorias que se construyen con el tiempo y otras que irrumpen con fuerza desde el principio. La de Lidia Martín Pinzolas (Alicante, 1997) parece pertenecer a este segundo grupo. Aunque su carrera aún es corta, su presencia en el mundo del arte contemporáneo es intensa y prometedora. Su trabajo, una evolución del paisaje con tintes abstractos y expresionistas, ha ido ganando solidez con cada pincelada.
Desde pequeña, la pintura estuvo presente en su vida gracias a una educación cultural sólida en su familia. Sin embargo, su decisión de estudiar Bellas Artes no fue inmediata ni evidente. «Entré en la carrera porque era un reto para mí, me hacía salir de mi zona de confort», reconoce. Aunque tenía interés en otras disciplinas como la filosofía o la filología, el arte acabó atrapándola. Fue en los veranos en la Sierra de Francia, pintando paisajes del natural, cuando comprendió que esa era su vocación.
Lidia define su pintura como abstracta, con ecos expresionistas y pinceladas que, en ocasiones, rozan el impresionismo. Su lenguaje pictórico se sitúa en un punto intermedio entre la tradición del paisaje y la experimentación contemporánea. Su proceso creativo es un equilibrio entre planificación e improvisación: «Antes de empezar un cuadro pienso en los colores y la paleta que quiero utilizar, pero a medida que avanzo, la obra me va pidiendo cambios». Durante años ha trabajado en series asociadas a las estaciones del año, explorando gamas cromáticas propias de cada época. Ahora, sin embargo, busca mayor libertad en su uso del color.
Óleo, acrílico, pasteles y técnicas mixtas se combinan en su obra. Ha experimentado con transferencias, spray e incluso flores secas, en una búsqueda constante por expandir los límites de su pintura. «Según el cuadro que esté haciendo, utilizo más acrílico o más óleo con aceite», explica. Los pasteles le permiten una mayor inmediatez, ideales para captar paisajes en exteriores de forma rápida y vibrante.
Las influencias de Lidia son tan diversas como su paleta de colores. Van desde los grandes maestros como Rubens y Velázquez, pasando por los paisajistas del siglo XIX como Sorolla, Joaquín Mir y Anglada Camarasa, hasta las expresionistas abstractas Helen Frankenthaler, Joan Mitchell y Lee Krasner. Su último descubrimiento, Hilma af Klint, parece abrirle nuevas posibilidades dentro de su evolución artística. Además, hay un componente sutil de arte pop en su obra, una influencia más conceptual que visual. «Creo que está ahí de forma indirecta, aunque no sea evidente».
Más allá de la técnica y la experimentación, Lidia busca que su obra despierte emociones. «Me gusta hablar de la belleza porque es algo que me emociona. Cuando veo algo hermoso me conmueve, inevitablemente mi pintura llega a provocar esas emociones». Considera que en un mundo acelerado y muchas veces hostil, es fundamental rodearse de belleza para enriquecer la vida cotidiana.
La Sierra de Francia y Salamanca han sido escenarios fundamentales en su pintura. «Pintar en la naturaleza me permite conectar con lo esencial y plasmar el paso del tiempo», explica. La ciudad, sin embargo, le genera sentimientos encontrados en cuanto al arte contemporáneo. «Salamanca sigue muy enfocada en lo antiguo, lo universitario. Hay poco espacio para lo nuevo porque el público mayoritario no lo consume. Si no hay público, no hay galerías», lamenta.
Por suerte; «Mi obra gusta tanto a quienes entienden de pintura como a quienes no. Cuando algo es visualmente bonito, la gente no le pide más». No obstante, es consciente de que el mercado del arte no siempre recompensa el esfuerzo. «Puedes gustar mucho, pero eso no significa que vendas. Hay veces que el balance económico es negativo».
Pero su motivación para pintar va más allá del reconocimiento. «Aunque no tuviera objetivos, seguiría pintando porque me gusta. No se trata solo de dinero o fama, sino de que el arte sea valorado como una manifestación auténtica». En su trabajo, Lidia explora el paso del tiempo, la fugacidad de las cosas y aquello que permanece: la belleza. «La vida es lo que es, y hay que buscar más allá. Si no, nos dejamos llevar por la tristeza y todo se vuelve más gris».
Actualmente, sigue moviéndose en el circuito artístico y trabajando en la beca de arte del DA2. Además, su labor docente le ha permitido compartir su pasión con los más pequeños. «Me encanta despertar en los niños la curiosidad por el arte. No tienen la vergüenza de los adultos para preguntar, y les entusiasma que su profesora también pinte».
Con una visión clara de lo que quiere transmitir y un estilo en constante evolución, Lidia Martín Pinzolas sigue explorando los límites de la pintura, buscando siempre ese equilibrio entre la emoción, la experimentación y la belleza.
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