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Plaza Mayor de Salamanca Álex López
Del aula a la calle: 10 expresiones que nacieron en Salamanca

Del aula a la calle: 10 expresiones que nacieron en Salamanca

Muchas de las frases que usamos a diario tienen un origen mucho más local de lo que imaginamos. Salamanca ha dejado huella no solo en la literatura, sino también en el habla popular

Miércoles, 7 de mayo 2025, 21:14

En Salamanca no solo se ha hecho historia entre libros, claustros y cátedras, sino que también se ha moldeado el idioma. Algunas expresiones que hoy se usan en toda España nacieron en sus aulas universitarias o en las tertulias de sus cafés, cuando los estudiantes de la universidad más antigua de España empezaron a dejar su marca lingüística entre bromas, latinajos y agudeza salmantina. El ambiente universitario, con su mezcla de tradición, cultura y picardía, fue el caldo de cultivo perfecto para que muchas de esas frases saltaran de la academia a la calle.

Una de las más conocidas es 'estar en Babia', que aunque se relaciona con León, se popularizó desde Salamanca gracias a los estudiantes que la usaban para referirse a quien estaba despistado o ausente. También expresiones como 'poner los cuernos' (relacionada con la simbología medieval que los salmantinos conocían bien) o 'irse por los cerros de Úbeda' encontraron eco en esta ciudad, donde la ironía y el doble sentido han sido parte del ADN local. Y muchas de estas frases viajaron en boca de estudiantes a otras partes de España, convirtiendo Salamanca en una auténtica incubadora del idioma coloquial.

Estar en Babia: aunque la comarca de Babia está en León, fueron los estudiantes de la Universidad de Salamanca los que empezaron a usar esta expresión para referirse a las personas que estaban distraídas o fuera de cobertura. Con la fama de los reyes que 'se iban a Babia' a descansar, el término se adaptó a los que estaban presentes físicamente, pero con la mente en otro mundo. Fue desde Salamanca desde donde se extendió por el resto del país, cargada de tono irónico.

Saber latín: en una ciudad donde el latín era el idioma base de la enseñanza universitaria, no solo lo hablaban los profesores, también los alumnos que destacaban. Pero con el tiempo, 'saber latín' pasó a significar algo más allá como tener picardía, astucia o saber manejarse en algo. No bastaba con aprobar, había que 'saber latín' para sobrevivir a exámenes, profesores y vida nocturna. Esta expresión se convirtió en sinónimo de inteligencia práctica y sigue usándose a día de hoy.

Hablar en cristiano: durante siglos, Salamanca fue el punto de encuentro de varias culturas. Árabes, judíos y cristianos convivían en una ciudad marcada por la diversidad lingüística, y la expresión 'hablar en cristiano' surgió para pedir que se hablara en castellano, sobre todo entre quienes no entendían el latín académico o los rezos en otras lenguas. Además, en el entorno universitario fue una frase habitual entre los estudiantes y los profesores que buscaban claridad... o evitar hacerse los tontos.

Ir de picos pardos: aunque hoy en día se usa para referirse a salir de fiesta con intenciones pícaras, su origen es muy visual. En la Salamanca del siglo XVI, los estudiantes identificaban a ciertas mujeres por su calzado a través de unos zapatos puntiagudos de color marrón conocidos como 'picos pardos'. De ahí que irse con ellas fuera literalmente 'irse de picos pardos'. Era una forma de hablar sin nombrar directamente a las prostitutas, muy común entre los estudiantes.

Tirar los tejos: el 'tejo' era un objeto que se usaba en los juegos medievales, pero también servía para lanzar pequeñas piedras o señales. En Salamanca, esta expresión se adaptó al juego amoroso de lanzar miradas, indirectas, o incluso papelitos a alguien que te gustaba. En los bancos de piedra o durante las clases, 'tirar los tejos' se convirtió en costumbre... y en deporte de riesgo si el profesor se daba cuenta.

Poner los cuernos: a pesar de que su origen se remonta a la Europa medieval, en Salamanca la frase se convirtió en tema recurrente entre burlas y rumores. En una ciudad repleta de estudiantes jóvenes que estaban lejos de sus familias, las historias de amores y desamores llenaban las calles. 'Poner los cuernos' pasó de ser una expresión simbólica a una forma popular de hablar de la infidelidad en una época en la que el humor y la ironía eran parte del día a día estudiantil.

No decir ni mu: derivada del sonido 'mu' que imita al murmullo, esta frase fue muy común en los exámenes orales de la Universidad. Cuando un alumno se quedaba en blanco, el profesor podía soltar con desdén un «no dice ni mu». Desde entonces, se usa para describir a quien no dice palabra, ya sea por timidez, despiste o miedo. Un clásico salmantino para describir a los callados… o a los que se hacen los suecos.

Tener más cuento que Calleja: Saturnino Calleja fue un editor madrileño famoso por sus libros infantiles, pero fue en Salamanca donde su apellido se convirtió en expresión. ¿Por qué? Porque los estudiantes, expertos en inventarse excusas y exageraciones, empezaron a compararse con sus libros. Así nació la frase 'tener más cuento que Calleja' para hablar de alguien que se monta una historia tras otra. En Salamanca, el cuento era casi un arte.

Pasarlas canutas: aunque su origen militar hace referencia a los cañones o los cartuchos, en el lenguaje universitario de Salamanca se transformó en una forma de hablar de los malos tragos como los exámenes difíciles, los suspensos o las noches sin dormir. 'Pasarlas canutas' se convirtió en un comodín para cualquier situación complicada, y aún hoy sigue viva en el lenguaje.

No dar ni golpe: con tanto estudiante bohemio y una vida nocturna intensa, Salamanca se ganó fama de ciudad donde se podía estudiar... o no. 'No dar ni golpe' empezó a usarse con sorna para hablar de quienes vivían del cuento, no estudiaban, no trabajaban y, sin embargo, siempre estaban en la Plaza o en los bares. Además, a día de hoy se sigue usando para criticar la vaguería, aunque en tono humorístico.

Decir que Salamanca tiene lengua propia no es exagerar. Sus calles, sus plazas y sobre todo sus aulas han sido testigo de cómo el idioma se moldeaba al ritmo de la vida universitaria, del ingenio estudiantil y de la ironía castiza. Porque hablar como un salmantino no es solo usar palabras: es tener calle, tener tablas y, sobre todo, tener memoria. Y ahora que las redes sociales arrasan con todo lo que suene a 'de antes', merece la pena recordar que muchas de las frases más dichas nacieron aquí, entre libros, piedras doradas y noches largas.

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