Balcones llenos de plantas para mejorar la calidad ambiental en Salamanca

Cuando hace 26 años Emilia Sánchez, vecina de la calle Wences Moreno, empezó a llenar de plantas su balcón, no imaginaba que estaba realizando una actuación que un cuarto de siglo después sería considerada como estratégica para mejorar la calidad ambiental de la ciudad. Ahora puede presumir de haber ganado una edición del concurso de balcones que organiza la asociación de vecinos ZOES, del barrio del Oeste. Pero se enorgullece más de su hortensia de 20 años, uno más de los que tiene su nieta. Para ella sus plantas son su ilusión y su entretenimiento.

Reverdecer la ciudad no es un capricho estético o una moda pasajera. Es una necesidad para conseguir que sea más sostenible y saludable para sus habitantes. Se trata de un hecho respaldado por la ciencia y al que Europa destina numerosos fondos. El Ayuntamiento, dentro de Savia, su plan de su plan de infraestructura verde, está tratando de renaturalizar Salamanca aprovechando todas las oportunidades de espacio. Y necesita la colaboración de los vecinos para transformar también cuantos más balcones y otros rincones sea posible en pequeños oasis de biodiversidad. Por suerte ya hay muchos salmantinos con larga experiencia en esta importante tarea.

Carlos Martín y Consuelo García de la Rosa tienen todavía muchas flores en su pequeño pero coqueto balcón. Viven en un séptimo piso en María Auxiliadora y no conciben una terraza sin plantas. Cuando él estudiaba en Madrid, le regalaba a ellas pequeños cactus y crasas al volver el fin de semana. Y estas variedades siguen siendo las favoritas de ella como se puede comprobar en solo un vistazo. Carlos, por su parte, siente debilidad por su clavelera, que lleva acompañándolos 15 años. Esta pareja ya jubilada asegura que cuidar de este vergel les da «muy buenas sensaciones» y les aporta cierta compañía. No hay que olvidar que se trata de seres vivos. Además, ver cómo florecen y prosperan es muy satisfactorio.

En los últimos inviernos han notado que ya no es tan necesario proteger las plantas de las heladas echando el toldo las noches frías. En cambio, este verano y a pesar del riego por goteo que tienen instalado, han tenido algunas bajas por el exceso de calor. «El tiempo está dislocado», lamentan.

Precisamente las infraestructuras verdes son una herramienta para la adaptación y mitigación del cambio climático. Entre otros beneficios, son capaces de bajar algunos grados la temperatura de las ciudades.

Alicia González nos muestra las fresas y tomates que a mediados de noviembre crecen en la terraza de su casa, a pocos metros del convento de San Esteban. No sabe si está admirada y aterrada por esta tardía cosecha que probablemente sea más frecuente a partir de ahora como consecuencia del citado cambio climático. La higuera que crece en el patio contiguo es para ella tan monumental como los edificios que rodean su vivienda. Además de los frutos y los múltiples beneficios ecosistémicos que ofrecen las plantas (como procurar hogar a los polinizadores), esta mujer destaca la serenidad que aporta su cercanía.

Con una hija muy pequeña, Rodrigo Santamaría ve en su terraza una oportunidad para el juego, la experimentación y el aprendizaje. La niña juega a la selva, siembra semillas que sube del parque, observa a los insectos y descubre el crecimiento y los cuidados de las plantas. Su hermano y él lo vivieron también en la infancia y ahora no conciben que al mirar por la ventana el paisaje sea solo cemento, hormigón y ventanas. Un ciprés, un laurel, un abeto, alhelíes, pensamientos, crisantemos, romero, hierbabuena y numerosas hierbas que llegan solas o transportadas por los pájaros conviven en un espacio en el que, salvo para regar, intenta intervenir lo menos posible para que sea la naturaleza la que se regule sola.

Ahora que el Ayuntamiento quiere animar a los salmantinos a tener sus terrazas llenas de plantas, hay que pensar en algunos motivos por los que actualmente no lo están. Viviendo en pisos de alquiler, no muchas personas se animan a tener plantas en su terraza. Pero en la calle García Tejado hay un piso alquilado cuyo contrato incluye la obligación de cuidar de un olivo y otras plantas. La primera persona que se instaló en él no lo hizo demasiado, pero tanto una joven que estuvo después como la pareja que lo tiene actualmente han aceptado de buen grado esta tarea. De hecho, este año han recogido unas pocas aceitunas para su consumo. Un premio simbólico para quienes contribuyen a que todos disfrutemos de un entorno más sano.

La conclusión, en cualquier caso, es que cualquier terraza, balcón, azotea, patio o alféizar puede convertirse en un magnífico instrumento para combatir el déficit de naturaleza. Y cuantos más se unan, mejor será el resultado.

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