El bar de Salamanca abierto en 1979 que tiene como religión los jueves de cocido
El Líbano, en el Paseo de San Vicente, es un mítico de comida tradicional en la ciudad y desde hace dos meses, tiene un relevo que mantiene la misma esencia
Aunar la esencia tradicional de un bar con casi medio siglo de historia con el arrojo de unos hosteleros para continuar la historia de un mítico de Salamanca da como resultado una combinación difícil de superar. El Líbano, en el Paseo de San Vicente, abrió sus puertas en 1979. Su comida tradicional y su peso en la gastronomía de la ciudad hizo de este establecimiento un mítico en Salamanca. Desde hace seis meses Laura Lastra, su padre Álvaro, Reyes García y su marido tienen el traspaso decididos a seguir escribiendo la historia de este local.
«Nosotras estábamos trabajando en hostelería y el padre de Laura y mi marido son cocineros así que nos decidimos a coger el traspaso», comenta Reyes. Desde hacía años estaban dentro del sector y esta oportunidad supuso dar el salto a montar su propio negocio. «Pensamos que en vez de trabajar para otras personas, podíamos tener algo nuestro», indica. Algo arriesgado en los tiempos que corren, pero que poco a poco fueron dándolo forma hasta hacerlo realidad. «Vinimos un día a ver el bar, nos gustó pero lo dejamos en el aire. Luego ya en casa lo hablamos y decidimos tirar hacia adelante», explica Laura.
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Un restaurante de toda la vida y en pleno funcionamiento que buscaba una segunda vida para no dejarlo morir y lo encontró de la mano de estos salmantinos. «Los clientes nos dicen que hemos sabido seguir la línea y que les gusta mucho», apunta. Y como prueba, que muchos de los fieles que durante décadas han tomado el café mañanero en el Líbano lo siguen haciendo a pesar del cambio de manos. «Y los nuevos que vienen, repiten, así que es buena señal», añade Laura.
Lo bueno no cambia
La pizarra de la entrada lo adelanta, el cartel del 'los jueves de cocido' lo asevera, la barra llena de pinchos lo confirma y el comedor al más puro estilo tradicional termina por concluir que, efectivamente, la nueva era del Líbano va a seguir los pasos de su predecesor. «Cuando lo cogimos queríamos seguir con la línea de comida casera y tradicional», añade Reyes. Esos platos que definen la gastronomía charra y que piden a gritos rebañar hasta la última miga. «Carrilleras ibéricas, huevos rotos, el revuelto de gambas frescas y langostinos...», comienza a enumerar Laura.
«Nos dicen: '¡Como la comida de mi madre!'»
Un listado que deja a los paladares satisfechos al gozar de una comida de toda la vida. «La gente cada vez lo demanda más porque en sus casas igual no tienen tiempo para hacerlo», comenta Reyes. Incluso les espetan el mejor piropo que se puede hacer a un cocinero. «Lo valoran muchísimo. Nos dicen: '¡Como la comida de casa de mi madre!», nos explican.
Y es que no hay nada más familiar y más típico que tener un día de la semana reservado al cocido. Es un emblema del Líbano que el relevo lo ha querido mantener. Todos los jueves, hay una cita ineludible con el puchero. «A la gente el cocido le encanta, funciona muy bien», añade Laura.