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Manolo, el dueño del bar Costa Verde en Salamanca. José Manuel García
Bares con historia

El bar de Salamanca que se llenó para ver el entierro de Franco en una televisión a color

El Costa Verde, ubicado en la Plaza de la Fuente, lleva más de sesenta años formando parte de la hostelería de Salamanca

Laura Linacero

Salamanca

Sábado, 10 de agosto 2024, 12:10

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Uno de los que llaman 'bar de toda la vida'. Ubicado en la Plaza de la Fuente, este histórico bar de la capital lleva más de sesenta años siendo el café diario de los vecinos de la zona. «Los anteriores dueños lo tuvieron 15 años y mis padres lo cogieron en agosto del 1975», comenta Manolo. Entonces él era sólo un niño y hacía de la hostelería un juego. Sin embargo, para sus padres era una salida para darle un futuro a sus cuatro hijos. «Ellos habían estado trabajando en Alemania y cogieron el bar para que nosotros pudiéramos estudiar», recuerda Manolo, hijo de los fundadores y actual dueño del negocio.

El esquinazo del Costa Verde fue para esta pareja la oportunidad que les permitía labrar un futuro en Salamanca. «Miraron otro pero este era mucho mejor sitio porque era la carretera Portugal-Francia», explica. Manolo tenía nueve años entonces y recuerda que se tenía que subir a una caja para llegar a la cafetera y que, junto a su hermana, recogía los platos de las mesas. «Currábamos pero para nosotros era un juego», asegura.

Un juego que le ha llevado a ser él quien, años después, tomara las riendas del Costa Verde. «Algo hemos hecho bien porque tenemos clientes que vienen desde antes de tenerlo incluso nosotros», asegura. Para muestra un botón, y es que ahora sirve a «una pandilla que venían de estudiantes y ahora, ya jubilados, echan la partida aquí», apunta. Un ejemplo de que no es sólo un negocio, sino que se ha convertido en hogar para muchos de los clientes habituales. «A algunos les invité incluso a mi boda», sentencia.

«Venían al bar siendo estudiantes y ahora son jubilados que juegan la partida»

Uno de esos amigos íntimos que el bar les ha dado es el niño de la Capea y su familia. «Cuando nosotros cogimos el bar, Pedro llegaba nueva al barrio», asegura. Empezaron juntos una nueva etapa con incertidumbre y después de medio siglo, siguen al pie del cañón. «Ahora somos como de la familia», asegura.

Por calidad, por aficiones y por cercanía

En los clientes más habituales es más común establecer lazos de amistad y confianza. Sin embargo, el ambiente familiar del Costa Verde provoca que esa calidez se contagie. «Tenemos un matrimonio de Bilbao que cuando se va de vacaciones hace parada para vernos», comenta Manolo. Algunas son paradas por gusto, y otras por necesidad. «Teníamos un matrimonio que tuvo un hijo prematuro en el Santísima Trinidad y venían aquí a comer todos los días», recuerda. «Estuvo muy malo, y ahora el chaval viene y tiene ya diecisiete año», sonríe emocionado Manolo.

Eso es lo que compensa en un trabajo tan sacrificado como la hostelería, la relación que se forja con algunos de los clientes que cruzan el Costa Verde. Algunos lo hacer por rutina, otros de casualidad y muchos porque comparten una afición. El Costa Verde es un bar taurino y no es ningún secreto pues sólo el entrar ya da pistas de sus gustos. «Hemos tenido mucha gente relacionada con el mundo de los toros», reconoce«.

Los toros y Perfumerías Avenida son las dos patas que definen el estilo de este bar. «El baloncesto femenino lo disfrutamos mucho también», comenta. El Costa Verde disfruta de las azulonas y el equipo también de su cocina. «Desde Montero, José Ignacio o el seleccionador Miguel Méndez suelen venir aquí», explica. «Los árbitros que arbitran al Avenida y vienen cada uno de un sitio en España paran también siempre aquí a comer», añade.

  1. La anécdota estrella del Costa Verde

    La muerte de Franco a color

El mismo año en el que la familia de Manolo cogió el bar, murió Francisco Franco. Sólo llevaban tres meses detrás de la barra del Costa Verde pero tenían algo que hizo que, todos los vecinos del barrio, bajarán a ver al bar ese momento histórico: una televisión a color. «Mis padres la habían traído de Alemania y la bajaron para ver el entierro de Franco», comenta Manolo. Después de ese acontecimiento, la televisión se quedó en el bar. Sin embargo, no por mucho tiempo. «Nos entraron a robar y sólo se llevaron la televisión, no tocaron ni el dinero ni nada más, sólo la televisión», recuerda Manolo.

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