El bar de Salamanca que presume de más de cien ginebras y 28 años de historia
El Salón del Café, en la calle El Aire, mantiene la esencia con la que abrió en 1997 aunque se ha ido renovando a las tendencias actuales
La constancia es su secreto y la atención en mesa, su seña de identidad. El Salón del Café abrió sus puertas en 1997 en la calle de Mérida, en el barrio del Rollo y allí permaneció hasta 2016, año en el que se trasladó a la calle El Aire, donde sigue recibiendo a sus clientes con la misma filosofía: «No nos gustan las modas, por eso seguimos aquí después de 28 años», asegura su propietario. Ese parece haber sido el secreto de su éxito y la clave para lograr la supervivencia que no han podido imitar otro negocios de hostelería.
En estas casi tres décadas, Tito Aparicio, el propietario del establecimiento, ha visto cómo otros bares de amigos desaparecían, mientras ellos ampliaban oferta y espacio. A lo largo del camino, han gestionado cuatro negocios, incluido un restaurante en la calle Pollo Martín y, desde hace dos años, 'The Other Salón del Café' en la calle Azucena. Un local que tomaron con la idea, precisamente, de ampliar sus fronteras. «El 'Salón del Café' se nos quedaba pequeño y decidimos abrir otro», asegura Tito.
Aunque su exitosa trayectoria pueda resumirse en grandes pasos hacia adelante, el camino no siempre ha sido fácil. La adaptación a los cambios que ha experimentado la hostelería ha sido obligada. «Cuando abrimos, en el 97, poníamos las copas en vaso de tubo, no había botánicos ni 'perfect serve'», recuerda. Esa 'profesionalización' del sector les ha hecho estar a la última en las tendencias que exigía la clientela. Sin embargo, esa modernización no les ha hecho perder su esencia. «Somos de los pocos locales que seguimos yendo con nuestra bandeja servicio en mesa», comenta orgulloso.
Amoldarse a las novedades, mantener el buenhacer y no quedarse atrás, tampoco en la oferta del local. Esas han sido las tres premisas que han permitido la resistencia del Salón Café tras casi treinta años. Y, para ejemplo, un botón. «De los 10 o 12 tipos de ginebra que teníamos al inicio hemos pasado a ofrecer 112. A eso se suman cafés con y sin alcohol, batidos naturales y una amplia variedad de tónicas y refrescos. La carta se adapta a los gustos actuales, pero sin perder la esencia original», añade Tito.
«La mayoría vienen porque han estado en otro evento como invitado»
Además de este despliegue en su oferta, cuentan con un reservado para eventos privados que preparan «a la carta» según las peticiones de cada cliente. «Sólo tienen que pedirnos lo que quieren, y nosotros le damos un presupuesto», aclara. La publicidad más efectiva ha sido siempre la recomendación personal. «La mayoría viene porque ha estado en otro evento como invitado», cuenta. El resultado: un calendario que ya tiene septiembre completo y empieza a cerrar fechas para diciembre.
Punto de referencia cofrade
Paralelamente, el local ha sido durante años punto de referencia cofrade. Allí nació la asociación Rincón Cofrade, que organizaba exposiciones, conferencias y una revista cultural durante la Cuaresma. «Abríamos las puertas a todo el que quisiera colaborar», recuerdan. Fotógrafos, escritores y músicos encontraron en el Salón del Café un espacio para compartir su pasión por la Semana Santa, atrayendo a visitantes de toda España.
A punto de cumplir tres décadas, el Salón del Café sigue demostrando que, en tiempos de modas fugaces, la permanencia se construye con trabajo, atención cuidada y el cariño de una clientela que ha visto allí pasar desde bautizos hasta bodas.
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La anécdota estrella del Salón del Café
Un camarero gemelo teletransportado
Hubo una vez que Tito pudo teletransportarse o bien le salió un hermano gemelo. Casi eran las únicas dos opciones para verle en dos sitios distintos: primero como camarero en una cena y luego sirviendo copas en otro establecimiento. Eso creyó una clienta que después de haber estado cenando en uno de sus locales, le atendió Tito en otro de la marca 'Salón Café'. «Me preguntó: '¿Tienes un hermano gemelo?'», recuerda Tito. Ella se sorprendió al escuchar cómo el camarero le narraba todo lo que habían cenado. «No sabían que teníamos dos locales», explica Tito.