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Hay historias que comienzan con un final. En el caso de la biblioteca popular Giner de los Ríos, los finales que gestaron su nacimiento fueron tres. En concreto, los de las bibliotecas que la antigua Caja Duero tenía en Garrido, San José y Pizarrales, a finales de 2012. Garrido contaba ya con la Torrente Ballester, la más emblemática de las municipales. Pero los lectores de los otros dos barrios quedaron huérfanos de libros.
Aunque la Obra Social de la mencionada Caja estaba dispuesta a donar parte de sus fondos para que pudieran seguir siendo utilizados en otro espacio, el Ayuntamiento de Salamanca no quiso tomar el relevo. El entonces concejal de Cultura, Julio López Revuelta, pronunció al respecto una de las frases más desafortunadas de su carrera y por la que todavía es recordado con desagrado por muchos salmantinos: «Los vecinos de estos barrios no necesitan bibliotecas porque no les gusta leer».
Esa sentencia, en plena rueda de prensa, se convirtió en un revulsivo. La Federación de Asociaciones de Vecinos de Salamanca, FEVESA, tomó el guante. Resultaba ofensivo condenar a los habitantes de la periferia a estar alejados de la cultura. Era muy injusto que por vivir en barrios obreros y con altos índices de población gitana tuvieran menos acceso a la lectura.
El entonces presidente de la federación vecinal, Chema Collados, acompañado por otras personas, viajó a Barcelona para conocer la biblioteca popular recién creada en la antigua fábrica textil de Can Batlló. Volvieron maravillados y con muchas ganas de reproducir el proyecto: un espacio convertido en foco de la actividad social y cultural, con huerto urbano, club de lectura, abiertos a la creación artística, con interés por el cine y muchas cosas más que no tienen cabida en una biblioteca pública convencional.
Enseguida encontraron cómplices para esta aventura. Faltaba dar con el sitio adecuado. No tardaron en saber cuál: el antiguo colegio Giner de los Ríos, en el barrio San José. Con el nombre del fundador de la Institución Libre de Enseñanza, que tenía entre sus propósitos principales acercar la cultura a la gente, especialmente la más desfavorecida, parecía predestinado para una iniciativa así. El espacio estaba infrautilizado. En aquel momento solo lo utilizaba un grupo de personas para jugar la partida.
Collados recuerda que solicitaron a la corporación municipal que les cediera su uso, pero la propuesta fue rechazada. Para entonces ya había un abultado grupo de personas, procedentes de movimientos vecinales, sociales y culturales de la ciudad, apoyando el proyecto. Empezaron las reivindicaciones. Estaban dispuestos a conseguirlo aunque tuvieran que ocuparlo. Y así se lo hicieron saber al Ayuntamiento, poniendo como tope dos días antes de la festividad de San Juan de Sahagún de 2013. Había incluso familias con niños pequeños dispuestas a encerrarse aunque fuera la Policía a desalojarlos. Pero no fue necesario. El Consistorio cedió y al hacer los trámites oportunos, FEVESA y las asociaciones de vecinos de El Tormes y San José quedaron como titulares.
Los primeros momentos de la biblioteca popular fueron emocionantes. Muchas reuniones y asambleas. Montones de manos y de ideas. Raúl Vacas recuerda aquel inicio con cariño. Él y otros poetas y escritores montando las estanterías que después soportarían los libros. La decisión de hacer un huerto en el patio. La participación de los voluntarios y, sobre todo, las voluntarias, superiores en número.
Ascen y Araceli, que actualmente siguen ejerciendo de bibliotecarias al frente del proyecto, detallan que la apertura al público tuvo lugar en septiembre de 2013. Hacen hincapié en lo gratificante de ese tiempo. Mucha gente de los barrios trastormesinos y de toda la ciudad, apoyando cada paso. Aunque es imposible mencionar a todo el mundo y quedarán grandes pilares en el tintero, en un instante recuerdan también la participación de Monserrat Villar, Pilar Borrego, María Riera, Fernando Saldaña y Josetxu Morán, entre muchos otros.
Se hicieron comisiones para catalogar los fondos, coordinar las actividades, para la organización general y para dar difusión a través de los medios de comunicación. Se celebraron presentaciones de libros, recitales de poesía con música, cuentacuentos. La sala que tenían inicialmente se quedó pequeña y tuvieron que solicitar una más, ahora llamada Sala del Conocimiento. Allí albergaron actividades educativas en colaboración con el Secretariado Gitano y talleres para los niños del barrio o de narrativa para adultos, entre otros.
Nació un club de lectura. Organizaron talleres de educación sexual con Adavas. Acogieron charlas con temáticas de todo tipo, desde el parto natural, al testamento vital. Se desarrollaron dos ferias de la EcoRed y mercadillos para obtener fondos para renovar los fondos bibliográficos. Y mucho más.
Incluso se rodó un cortometraje, Estocolmo, del vallisoletano Álvaro Martín, que se alzó con nada menos que 26 premios internacionales, entre ellos el de Best Humor Film de la Comic-Con de San Diego de 2014 y los de la Seminci y el Festival Internacional de Cine de Gijón en su categoría, el mismo año.
Fueron seis o siete años de esplendor. Con mucha actividad y una innegable labor social.
Pepita Mena y Tina Martín, presidentas de las asociaciones vecinales de San José y El Tormes al principio se volcaron en el proyecto personalmente. Después, desde sus posiciones de nexo de los movimientos asociativos y sociales del barrio, también siguieron colaborando y creando sinergias. Pero el fallecimiento de ambas en poco espacio de tiempo se notó bastante, según detallan Araceli y Ascen.
A mediados de 2018 el Ayuntamiento de Salamanca inauguró la nueva biblioteca municipal del barrio de La Vega. Un gran logro para la zona trastormesina, que no había dejado de reivindicar una biblioteca pública. Con muchos medios y más cercana a la carretera de Béjar, captó a muchos de los usuarios que antes iban a la Giner de Los Ríos desde El Zurguén y la Vega. También sus cuentacuentos y otras actividades fueron atrayendo a mucho público de la zona trastormesina.
El parón de la pandemia, como le ha pasado a tantas otras iniciativas y asociaciones, ha marcado un antes y un después en la biblioteca popular. Está costando volver a arrancar. Prosiguen los préstamos, el club de lectura, el huerto y un taller infantil los jueves por la tarde. Se echan de menos manos, pero sobre todo, sangre nueva con ganas de revitalizar el proyecto.
Desde las asociaciones vecinales de El Zurguén, El Tormes y San José se reconoce la gran labor de la Giner de los Ríos. Ascen y Araceli son conscientes del trabajo realizado con niños y jóvenes que tuvieron referentes culturales y animación a la lectura cerca de casa. Muchos son ya padres de familia que todavía siguen saludándolas y al resto del equipo que sigue haciendo posible esta iniciativa. Ese papel, y el de albergar actividades tan variadas que no hubieran podido salir adelante en otro espacio, han logrado que el espíritu de esta biblioteca permanezca muy vivo en personas que hace tiempo que no la pisan.
Por eso, el final de la pandemia y el de esta primera década pueden convertirse en otro principio para la biblioteca. Uno en el que se retomen lazos perdidos. En el que aparezcan jóvenes con ganas de crear nuevos proyectos. Gente proactiva que siga haciendo girar la rueda por la cultura en sus aspectos más comprometidos. Y es que hay lugares predispuestos para hacer realidad las utopías.
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