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El centro de Salamanca sigue dando pasos para su futuro cierre a los vehículos, objetivo final de la implantación de la nueva ZBE, pensada más para restringir el tráfico en la almendra central que para limitar la circulación de los vehículos más contaminantes. La nueva fase acaba de llegar con la finalización de las obras y apertura de un ramillete de calles adaptadas al nuevo paradigma, empedradas, con aceras al nivel de la calzada y las primeras prohibiciones para circular.
Las últimas en ponerse en servicio han sido las transformadas en cuatro puntos de la ciudad: plaza de San Juan Bautista, barrio de San Juan de Sahagún y los trayectos de cuesta de Oviedo-Balmes y Corrilo-Íscar Peyra-Cuesta del Carmen, que ya tienen fases terminadas. Y no serán las últimas, porque ya están adjudicadas o en marcha otras actuaciones que rematarán Vaguada de la Palma y Crespo Rascón y las zonas de Correhuela, Poeta Iglesias o plaza del Peso, para los que hay proyectadas actuaciones con más zonas verdes.
La puesta en servicio de las calles peatonalizadas ha venido acompañada en todos los casos con la actuación tipo: plataforma única, algunas zonas verdes y nuevo alumbrado y servicios generales. Y se han rematado con la eliminación de aparcamiento y las primeras prohibiciones a la circulación.
Es el caso, por ejemplo, de la zona de San Juan de Sahagún, que luce una señal que prohíbe el acceso salvo a autorizados. Una de las cámaras azules de control de tráfico y matrículas recuerda que, pronto, entrar en esta zona sin permiso será sinónimo de multa.
Este es el objetivo último y gran cometido del despliegue de dispositivos que se ha hecho en el centro, desde cámaras a detectores de calidad de aire. Con ellos se va a hacer un control exhaustivo del tráfico con control de acceso que se complementarán con nuevas estaciones de medición de calidad del aire que deberán registrar la mejora ambiental que se espera. Se suman a las numerosas cámaras repartidas de la ciudad con funciones de tráfico: las que multan y las que no.
El objetivo es que no entren al centro vehículos que no deban hacerlo, lo que en estos momentos es el talón de Aquiles del sistema de control de accesos instalado años atrás. En su momento, se desplegó una primera red y se abrió la opción de obtener permiso para circular por parte de vecinos, colegios, hoteles, carga y descarga...
La manga ancha convirtió la red que tenía que controlar el tráfico en calles peatonales en un coladero. Se otorgaron hasta 10.000 permisos para circular y las teóricas calles sin coches llegaron a tener un tráfico de 2,7 millones de vehículos al año, más que algunas carreteras provinciales.
De cara a la entrada en vigor de la ordenanza y nueva regulación del tráfico en el centro peatonal, se quiere acabar con este sinsentido. El objetivo es endurecer los controles, ser estrictos y limitar al máximo el número de vehículos que accedan al centro para hacer realidad uno de los motivos del cierre al tráfico: dar prioridad a los peatones.
Según la normativa, en la futura zona de bajas emisiones los peatones tendrán prioridad absoluta sobre cualquier otro vehículo; en el orden de prelación irán después las bicicletas, el transporte colectivo y los vehículos de movilidad personal y, en último lugar, el vehículo particular. Algo que, hasta ahora, es al revés por el intenso tráfico de carga y descarga y el acceso incontrolado a calles peatonales.
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