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Los radares y la guerra a la velocidad son dos de los pilares del control del tráfico en Salamanca, pero la vigilancia de los límites, habitual en grandes avenidas, se ha trasladado a un luga insólito: las calles peatonales y, sobre el papel, sin tráfico.
La Policía Local ha empezado a controlar con radares las calles peatonales del centro ante las quejas por los excesos de velocidad de furgonetas y caminones en las horas del carga y descarga, cuando decenas de vehículos circulan con plena libertad en calles cerradas al tráfico en las que es obligatorio circular despacio.
Esta semana se ha podido ver a agenteas de la Policía Local colocando uno de los radares portátiles que tiene el cuerpo, que se instala sobre un trípode. Han empezado a ponerlo en calles peatonales del centro, donde el tráfico debería ser una excepción, pero donde no hay más que pararse cualquier mañana para observar imprudencias y excesos de velocidad.
El concejal de Policía ha informado en la última comisión municipal del uso de radares en el centro de Salamanca para controlar la velocidad a la que circulan los vehículos del carga y descarga. El asunto ha sido objeto de queja recurrente por parte de los grupos políticos y se ha decidido tomar cartas en el asunto. Por ahora, y según el concejal Fernando Carabias, no se ha detectado incuplimiento de las normas, pero la realidad a pie de calle es otra y la velocidad excesiva en calles llenas de peatones existe.
Decenas de furgonetas y camiones están autorizados para circular en las calles peatonales del casco histórico durante la mañana para hacer los repartos. Deben hacerlo con precaución y dando prioridad a los peatones, pero no siempre es así. Y llama la atención la velocidad a la que lo hacen.
En teoría, estas calles peatonales no tienen tráfico y en ellas los viandantes tienen prioridad, pero se permite la circulación de vehículos en determinadas condiciones. Previa solicitud, se autoriza entrar en zonas controladas con cámaras para hacer repartos, además de en caso de residentes o turistas alojados en establecimientos dentro del área peatonalizada.
El centro histórico no sólo es en gran medida peatonal, sino que está limitado a 20 km/h porque casi todo es plataforma única. Esa sería la velocidad límite a la que se podría circular en caso de tener permiso para hacerlo.
Cuando se aprobó la nueva regulación de carga y descarga (en realidad, funciona como un bando), se limitó la hora hasta la que se podía circular (10.30) y se puso el acento en dar prioridad a los peatones y evitar situaciones de riesgo o la imagen de calles llenas de camiones de reparto. Sin embargo, tras menos de dos años con la norma el balance es desigual.
Sí se ha ordenado la circulación, con islas donde aparcar, y se ha limitado la imagen de una Plaza Mayor convertida en parking de furgonetas, ya que se reguló el aparcamiento en torno a las farolas. Sin embargo, la intensidad de vehículos sigue siendo alta, se circulan mucho más deprisa de lo recomendable para estas calles y es frecuente que se incumplan horarios límite.
Además, se dejó una puerta abierta al pequeño reparto, al margen de camiones y furgonetas con límite de peso, pero eso ha supuesto que las calles del centro estén llenas a todas horas no sólo de este tipo de vehículos de mercancías, sino de repartidores en VMP y otros vehículos.
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