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La artista Elena P. Cuesta junto a una de sus obras. Álex López
Arte Emergente en Salamanca

Cuerpos, trajes, folclore y memoria en la escena artística salmantina

La artista Elena P. Cuesta reinterpreta los símbolos del folclore popular desde una mirada queer, feminista y poética, para así, generar nuevas narrativas y una cultura inclusiva

M.J. Carmona

Domingo, 4 de mayo 2025, 18:33

Desde pequeña lo tuvo claro. Elena P. Cuesta creció en una familia donde el arte y el folclore formaban parte del día a día. Su padre pintaba, su hermana mayor cursó el bachillerato artístico y ella misma acabó apuntada —con entusiasmo— al grupo folclórico San Marcos en su pueblo, Doñinos de Salamanca. Aquel brillo de los trajes y los bailes tradicionales pronto se mezcló con una mirada crítica: «Sí, me encantaba, pero también viví la parte más dura: la represión que se sufre a través de la tradición, sobre todo cuando no encajas en sus normas rígidas».

Esa tensión entre lo que se muestra y lo que se silencia, entre las formas heredadas y las posibilidades de transformarlas, atraviesa su trabajo artístico. Graduada en Bellas Artes con mención en Escultura por la Universidad de Salamanca, ha explorado disciplinas como la instalación, la performance, el arte sonoro o el videoarte, todo desde un enfoque híbrido, político y profundamente personal.

Violencia, cuerpo y memoria

En su videoinstalación 'Códigos Represivos', premiada en MedinaFilm, Elena utiliza el cuerpo como archivo y lo somete al contacto con elementos del traje tradicional. «Esos objetos rígidos que parecen bellos, pero son violentos en su estructura y en la forma en que condicionan los cuerpos que los habitan», explica. No busca una representación explícita del dolor, sino una forma poética de mostrarlo: «La violencia puede expresarse sin que sea incómodo de ver, sin revictimizar. Por eso desarrollé lo que llamo el 'método etnográfico forense', una forma de analizar y visibilizar heridas simbólicas a través del arte».

La investigación y la práctica están completamente entrelazadas en su vida. Actualmente está doctorando en Historia del Arte y Musicología en la Universidad de Salamanca, donde continúa indagando sobre el folclore, el cuerpo, la muerte y las estrategias queer. «Todo se retroalimenta. La práctica me lleva a teorizar y la teoría me lleva a crear», afirma.

Aunque ha trabajado con múltiples formatos, el videoarte es un lenguaje que: «Me interesa por su libertad, por no necesitar un gran equipo técnico ni una narrativa lineal. Es una herramienta discursiva que permite experimentar, mezclar performance, imagen, sonido… todo con mucha autonomía», explica.

Lejos de la etiqueta fácil, su obra no busca solo impactar visualmente, sino generar pensamiento. Dentro de todo, destaca también por el activismo queer o los gestos cotidianos que transforman la tradición desde dentro. «Lo queer está en todo, no tiene por qué ser evidente. Basta con plantear una hibridación que desestabilice el sistema».

Libros, memoria y objetos vivos

Actualmente, Elena participa en la exposición colectiva Transitar los libros, en la Casa de las Conchas de Salamanca, con una pieza que parte del archivo personal del joyero Luís Méndez: el diario donde su abuelo y su padre reflejaron todos los elementos para realizar botones charros y otras piezas de filigrana típicas de la región. «Es una obra muy íntima, pero también política.

Luis Méndez le propuso a Elena hacer algo diferente a las joyas tradicionales para la exposición. Entonces ella aprovechó el valioso archivo familiar; en una caja de cartón pluma podemos ver una de las imágenes del diario donde aparecen distintas filigranas. En el proceso creativo se incluyó una plataforma giratoria con imanes, donde se colocaron flores secas y otros elementos decorativos, como piezas de botón charro y lacre, que tienen un significado personal y familiar para Luis. Estas piezas no solo son decorativas, sino que también evocan memorias y conexiones con su familia, especialmente en honor a su hermano, quien también es artista.

La obra se presenta de manera interactiva, utilizando tecnología como un sensor para controlar el movimiento de la plataforma giratoria, lo que añade una dimensión dinámica a la exposición. Esto permite que los espectadores interactúen con la obra de una manera única, creando una experiencia visual y sensorial que va más allá de la joyería tradicional.

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Elena vuelve una y otra vez a la idea de comunidad. La que se crea desde abajo, en espacios como Interacciones —un ciclo de talleres artísticos en la Casa de las Conchas—, pero también la que debería estar presente en las prácticas culturales tradicionales. «La cultura popular no tiene por qué excluirnos. A veces se vende como un espacio comunitario y resulta ser muy cerrado, elitista, con dinámicas machistas o clasistas. Hay que repensar cómo abrimos esos espacios».

Como escenógrafa de objetos, también reflexiona sobre la simbología de los materiales: castañuelas que solo pueden tocarse si tienes manos grandes, es decir que las toquen solamente los hombres, bordados que borran los mitos paganos para imponer una estética nacionalcatólica… «Todo habla. La forma en que tratamos los objetos revela cómo tratamos a las personas. La cultura y la tradición, a veces, se vende como algo puro e único, pero también ha ido adaptándose a los tiempos, como las melodías de los tamborileros, que se han actualizado para resultar más atractivas, ¿por qué no hacerlo con el resto de elementos y que sea más inclusiva?» Es una de las principales cuestiones a la que da respuesta a través de su obra.

El arte en Salamanca: entre la precariedad y la esperanza

Cuando hablamos de la situación del arte emergente en Salamanca, la respuesta es clara: «Es una ciudad con talento, pero con pocos recursos. Hay muchas ganas, pero muchísima precariedad. Se espera que trabajemos gratis, que lo hagamos todo por amor al arte… y eso acaba afectando también a la salud mental».

A pesar de ello, Elena encuentra fuerza en su comunidad artística: «Son mi familia. Hay mucho apoyo entre compañeras y eso lo hace más llevadero. Pero necesitamos que se reconozca el valor de lo que hacemos».

Actualmente, además de la exposición en la Casa de las Conchas, trabaja en una muestra colectiva que verá la luz a lo largo de este mes de mayo dedicada a Carmen Martín Gaite junto a artistas como Montse Galán y Lucía Quesada. También participa en espacios como La Querida, una propuesta festiva y política que reivindica la cultura queer.

'Charradas, enciclopedia de danzas populares fantasmagóricas'. Imagen cedida por Elena P. Cuesta

Imaginar es ya actuar

Es una cita de Donna Haraway, una de sus referentes. Y es que, para Elena, el arte no es solo un espejo, sino una herramienta transformadora. «Mi objetivo es simple: dar voz a otras formas de hacer cultura, una cultura verdaderamente inclusiva. No hace falta que sigamos las normas de siempre. La cultura la transformamos nosotras constantemente».

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