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A los tres años ya jugaba a comprar y vender vacas con su abuela y ahora, a los 28, Jesús Rodríguez es un ganadero que vive el campo con la pasión de quien lo lleva en las venas. Lleva cinco dedicándose a la ganadería pero desde hace algo más de un año decidió hacer un cambio en el manejo para hacer ganadería regenerativa. Al preguntarle, no puede ocultar su satisfacción e ilusión por el camino andado y los resultados que va consiguiendo.
Pero ¿en qué consiste la ganadería regenerativa? Fundamentalmente se basa en un manejo agroecológico que pone el foco en conservar los ecosistemas para ganar en biodiversidad. Jesús explica que por ello es necesario «tener muy claro cómo funciona la naturaleza y dejar por un segundo la idea que la gran industria nos ha metido a la fuerza». El objetivo es recuperar la fertilidad de los suelos y recuperar los ciclos de nutrientes, de energía y del agua.
Este joven ganadero también busca otro objetivo con este cambio: salvar las vacas. Lamenta que actualmente hay mucha persecución y demonización hacia el ganado vacuno al que se culpa de muchos males ambientales actuales. Él, en sintonía con esta corriente, afirma que no es la vaca la responsable, sino el manejo que se hace de ella. Y muchos de los que se han venido haciendo, incluída la ganadería extensiva con sobrepastoreo, no han sido los más acertados.
En defensa de estos animales afirma que «los procesos naturales más importantes y sobre los que tenemos control están basados en los movimientos migratorios de los grandes herbívoros» y eso es algo a recuperar y de lo que aprender. Y de ahí se desprenden tres claves de la ganadería regenerativa.
La primera clave es el tiempo de descanso del suelo. El pasto necesita recuperarse tras el paso del ganado que ha pastado, procesado y excretado lo comido. Si se decapita la parte aérea una y otra vez sin reponerse, las raíces también pierden vigor. Es necesario que pase tiempo para que, no solo las raíces, sino también los microorganismos y los innumerables animales que viven en el suelo puedan recuperarse. Jesús está contento porque en su finca, ubicada en Villarmuerto, ve cómo vuelven a aparecer escarabajos y lombrices que habían desaparecido.
El efecto de unas raíces más potentes supone varios beneficios. Por un lado ayudan a sujetar el suelo y a la vez que descompactar, lo que también ayuda a mantener la humedad. Y todo ello revierte de nuevo en la vegetación: en más variedad de plantas, más grandes y con mejor valor nutritivo. A partir de ahí se pueden conseguir distintos resultados según el ganadero. Se pueden conseguir «vacas más gordas efectivamente o bien más cantidad de vacas o bien las mismas pero reducir mucho los insumos. Todo ya va a depender de la orientación de cada productor por lo que vamos a tener en general mayor rentabilidad y mejores suelos año a año».
La segunda de las claves es el efecto manada. Mover el ganado dentro de la propia finca para evitar que dañe el suelo es importante. Una vez en las zonas nuevas de pasto guardadas, se busca su avance conjunto, de una forma similar a como lo harían las manadas de animales en libertad. Las madres van con las crías de diferentes años y todos los días cambian de zona. Jesús en concreto las cambia tres veces al día, dejando a sus 45 animales en un tercio de hectárea durante varias horas. Y no volverán a ese espacio hasta el año siguiente.
Este movimiento en grupo y en un espacio pequeño también ayuda a que los animales juntos tengan una mayor capacidad para protegerse de alimañas y otros depredadores. En otros sistemas el ganado está perdiendo ese instinto de autoprotección de la manada, asegura.
Los animales consumen la hierba sin selección y, al mismo tiempo, dejan su aporte de abono que no será demasiado porque no van a permanecer en ese lugar por demasiado tiempo. En su finca las pequeñas encinas prosperan adecuadamente, también los robles, que en esa zona actualmente sufren bastantes dificultades. El ganadero presume de ello porque demuestra, como él defiende, que las vacas pueden ser un buen aliado para conseguir el mantenimiento perfecto de las dehesas y la correcta conservación de las encinas y otros árboles.
Cambiar el ganado tres veces al día de lugar y conseguir que respete los espacios puede parecer un trabajo ingente. Pero del cuello de las vacas de Jesús no cuelgan cencerros. Llevan unos aparatos negros que son el instrumento que facilita su forma de manejarlas. Lo hace a través de una app que controla con el móvil. Allí dibuja sobre el plano los vallados virtuales y cuando sus animales se acercan a la línea, el aparato les avisa con una señal sonora. Si van a traspasarlos el aviso se convierte en una descarga eléctrica menor que la de un pastor eléctrico, lo que les disuade de hacerlo.
El joven ganadero considera esta herramienta como indispensable para este tipo de gestión y cree necesaria una línea de financiación para que pueda ser generalizado para un manejo más eficaz y accesible para todos los ganaderos. Él comenzó como proyecto piloto de una compañía de Noruega y está encantado de cómo facilita su labor, ya que le permite saber en cada momento dónde está cada animal.
La tercera clave es el ciclaje de la materia. Si hay demasiados excrementos de las vacas en el suelo eso envenena la vida en él. El exceso puede incluso contaminar los acuíferos. Pero de una forma equilibrada son un elemento valioso para dar fertilidad a la tierra. Nutren a la vegetación que, a su vez, aporta materia orgánica al suelo que mantiene la humedad y le ayuda a almacenar más agua y adquirir mayor resistencia ante las sequías.
Al final, los pastos que duran en el tiempo contribuyen a la fijación de CO2 y este sistema, por muchos de sus beneficios, se convierte en una aliado en la lucha contra el cambio climático a diferencia de otros manejos.
Jesús reconoce que implantar la ganadería regenerativa requiere mucha formación y aprendizaje. Él ha aprendido que con fe y ganas se pueden ver pronto los logros, pero también requiere pensar mucho. «El inicio es una locura», confiesa. Para cambiar totalmente el sistema al principio dio muchos palos de ciego y los errores le han dado lecciones para continuar. Ahora que sabe más, está dispuesto a compartir conocimientos con otras personas que quieran iniciar el camino.
En Salamanca por el momento son solo unos pocos los ganaderos que están iniciándose en este sistema. Él tiene localizados a media docena que están en contacto, pero se trata de un manejo en expansión por sus beneficios, no solo ambientales, sino económicos para los ganaderos, que cada vez dependen de menos insumos y ganan en productividad.
En concreto, este joven ganadero asegura que ha visto recuperar sus pastos de tal forma que en el último año apenas ha tenido que suplementar la alimentación de estas vacas durante apenas dos semanas y espera que a medida que los suelos vayan alcanzando un estado más óptimo será más rentable.
Sabe que estas prácticas, tan en consonancia con la naturaleza, todavía son vistas con cierto escepticismo por algunos sectores más conservadores que se sienten incluso atacados por el cuestionamiento de lo que ha implantado la ganadería más industrial. Sin embargo, a él no le importan las posibles opiniones de los demás. Le importa el bienestar de sus animales, el cuidado del entorno y los resultados que está logrando. Y eso le llena de una ilusión que no se debe a su juventud, sino a saber que va por el buen camino.
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