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A la izquierda un jabalí en las inmediaciones del río Tormes, a la derecha una persona tocando un gato en la misma zona. Álex López

Los jabalíes vuelven a Salamanca por la comida de los gatos: así atrae la ciudad nueva fauna invasora

La aparición de un jabalí joven en la zona del Tormes reabre el debate sobre cómo las ciudades están atrayendo y, a veces, alimentando sin querer a especies que desequilibran los ecosistemas: a unos los mimamos, a otros los ignoramos, pero todos están aquí por nuestra culpa

Ana Carlos

Salamanca

Viernes, 25 de julio 2025, 08:17

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La aparición durante varios días, hace unas semanas, de un jabalí joven al lado del Tormes, junto a la colonia de gatos más grande de Salamanca, no pasó inadvertida. Decenas de personas pudieron verlo a distintas horas, desde el atardecer hasta la madrugada. No causó ningún daño, pero volvió a plantear preguntas sobre qué pasa cuando los animales salvajes se acercan demasiado a lo urbano.

No es la primera vez que el jabalí llega a la ciudad. En otoño de 2022, por ejemplo, una piara fue capturada en el parque de Huerta Otea. El río y los cultivos de regadío cercanos funcionan como corredores verdes para una especie cada vez más visible y numerosa en toda España.

Alberto Hernández, veterinario y miembro de SEO-Birdlife Salamanca destaca que la presencia de un ejemplar joven aislado no supone ningún problema. Solo indica que hay poblaciones alrededor de la ciudad. Lo más probable es que simplemente estuviera vagando en busca de otros grupos. Y al encontrar la comida de los gatos, eso le hiciera regresar.

Entornos que funcionan como un buffet libre

La proliferación de jabalíes en núcleos urbanos tiene causas comunes: Regadíos cercanos con cultivos de maíz, que les sirven de refugio y alimento; basura accesible; colonias de gatos a las que robar comida (algo cada vez más frecuente en el Levante y Cataluña) y jardines. Y además no hay depredadores.

El animal, de dieta completamente omnívora, no pone remilgos entre pienso, huevos de aves o anfibios. Arrasa con lo que encuentra. Y se reproduce sin freno: una sola hembra puede tener entre 7 y 10 crías por camada. Aunque se les caza masivamente, su número sigue creciendo por toda la península.

En ciudades como Barcelona o algunas zonas del País Vasco ya no son una anécdota sino un problema de convivencia. En Salamanca, de momento, su presencia es anecdótica.

Tanto Alberto Hernández como el catedrático de zoología de la Universidad de Salamanca Miguel Lizana, apuntan que el verdadero problema de la proliferación del jabalí en toda la Península Ibérica es la falta de depredadores naturales. El águila real y el lobo son capaces de comerse con facilidad a los ejemplares jóvenes. Si los eliminamos, luego no podemos quejarnos de que los jabalíes se salgan de control.

Los otros invasores

Pero no sólo los jabalíes autóctonos evidencian cómo nuestras acciones están transformando los entornos urbanos y naturales. La lista de especies que no deberían estar en la capital salmantina es larga y muchas de ellas fueron introducidas por el ser humano —de forma consciente o no— sin prever las consecuencias.

El Tormes es hoy el ejemplo de un ecosistema alterado por numerosas especies invasoras. Para empezar por los peces. Son muy minoritarias las especies autóctonas en sus aguas. Desde hace muchos años en buena parte del río se han ido introduciendo otras de forma ilegal y a su paso por la capital prácticamente solo queda algo de barbo y trucha.

Del mismo modo se han introducido cangrejos exóticos: el americano, el señal, e incluso alguno procedente de China, asegura Lizana. La consecuencia es que han desplazado al cangrejo autóctono, relegado ya solo a zonas frías de montaña.

Predadores oportunistas que desplazan especies autóctonas

El catedrático recuerda que entre las especies más dañinas está el visón americano, al que se intentó frenar en la provincia por su impacto en especies tan deseadas por los pescadores como el hucho. En la ciudad no es difícil verlo, en ocasiones hasta es grabado por las personas que pasean y que muchas veces no saben quién es ese animalillo tan activo y de aspecto simpático.

«Se habla mucho del lince, pero ahora mismo el visón europeo puede ser la especie más amenazada de España», apunta Lizana. Los americanos, además de desplazar al europeo (del que ya solo quedan núcleos muy pequeños en la Península), lo contagian con un virus que para el autóctono resulta mortal.

«Se habla mucho del lince, pero ahora mismo el visón europeo puede ser la especie más amenazada de España»

Es un animal voraz y oportunista que caza en las orillas. Le da lo mismo un pez, una rana o un pájaro. Eso ha facilitado su expansión por toda la península.

También es fácil encontrar a las omnipresentes tortugas de Florida, liberadas por particulares que no sabían qué hacer con sus mascotas. Lizana advierte que se están extendiendo otras especies de tortugas exóticas y que hay que estar alerta.

«Tenemos incluso restos de una tortuga mordedora americana en la colección del Departamento de Zoología de la USAL» —explica Lizana—. No procede de Salamanca, fue encontrada viva cruzando una carretera junto al río Tiétar. Es capaz de romper huesos. ¿Quién la soltó hace 20 años? Nadie lo sabe, pero su hallazgo es una advertencia de lo que podemos ver.

Cotorras, almejas y plantas que lo ocupan todo

En otros puntos del río y zonas verdes de la ciudad, como el parque de los Jesuítas ya se observa la presencia de cotorras de Kramer y argentinas. En grandes ciudades como Madrid o Sevilla ya son plaga, y aunque su expansión en Salamanca aún es incipiente, preocupa a los expertos.

Estas aves compiten con especies locales por el alimento y el hábitat, depredan huevos y pequeños pájaros y, si no se controlan, podrían cambiar el equilibrio del ecosistema en menos de una generación. «El problema —lamenta Lizana— es que no hay seguimiento ni actuaciones preventivas».

Como si alguien se hubiera comido una paella a orillas del Tormes, es frecuente encontrar conchas de otra invasora, más silenciosa: la almeja asiática. Puede ocupar el espacio de especies autóctonas y así afectar a los ecosistemas, pero también ocasionar obstrucciones en canales, tuberías o sistemas de riego, incluso modificar la calidad del agua.

Pero si hasta ahora hemos hablado de animales, Lizana no quiere olvidar a las plantas. Uno de los principales ejemplos que se puede apreciar por toda la provincia es el ailanto. Originaria de Oriente, se trajo para usarla la jardinería y el paisajismo por su rápido crecimiento y su resistencia. Nadie imaginaba que se expandiría con tanta facilidad reduciendo significativamente la diversidad de especies vegetales de las zonas que invade.

Erradicar una planta invasora cuando ya se ha extendido cuesta mucho más que haber evitado su llegada. Y siempre sale muy caro y requiere seguir trabajando en la zona

También hace unos años las aguas del Tormes se llenaron de manchas rojas. Era una pequeña planta, la azolla. Su rápida expansión puede llevar a la formación de densas capas que impiden la entrada de luz solar, afectando la vida acuática sumergida y provocando la disminución de oxígeno en el agua. No se han vuelto a ver tanta cantidad, pero sigue presente.

Lizana vuelve a insistir en que con las plantas invasoras para como con los animales. A menudo no se actúa hasta que es demasiado tarde. Erradicar una planta invasora cuando ya se ha extendido cuesta mucho más que haber evitado su llegada. Y siempre sale muy caro y requiere seguir trabajando en la zona.

¿Quién tiene la culpa?

En todos los casos hay un denominador común: la acción humana. A veces, internacionalizada o no, es directa —liberamos animales o importamos plantas sin control— y otras, indirecta: ofrecemos alimento, eliminamos a los depredadores, no gestionamos la basura, urbanizamos sin pensar en los equilibrios naturales.

Álex López
Álex López
Álex López
Álex López
Álex López

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Incluso nuestras mejores intenciones, como alimentar colonias de gatos, pueden tener consecuencias inesperadas. Ellos no tienen la culpa, pero hay que recordar que también son responsables de una fuerte presión sobre la fauna autóctona, especialmente aves, reptiles y pequeños mamíferos.

El espejo urbano de una crisis mayor

El problema no es solo de Salamanca. Los expertos señalan que es un reflejo de algo que ocurre en toda Europa, en el mundo: la homogeneización de la biodiversidad. Es decir, cada vez más especies invasoras ocupan todos los rincones del continente, mientras las locales desaparecen.

La legislación europea obliga a eliminar determinadas especies exóticas, pero eso requiere recursos, planificación y, sobre todo, continuidad. «Se hacen campañas puntuales —señala Lizana—, pero si no se mantienen o incrementan, el problema avanza».

En tiempos donde se habla constantemente de «renaturalización» de las ciudades, estos problemas deberían estar entre las prioridades. Los planes que se hacen con fondos europeos (como el Life Vía de la Plata) suelen contener alguna actuación esporádica, pero como no hay más, se convierten en parches. La realidad es que los ecosistemas se alteran más rápido de lo que somos capaces de reaccionar.

Las cotorras ya están aquí, el jabalí se pasea entre los gatos de la colonia felina, el visón se asoma entre los turistas junto al Tormes, las tortugas de florida se solean en rincones discretos. Lo más triste de todo: ellos no pidieron venir. Pero nosotros les abrimos la puerta.

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