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Uno de los edificios más característicos del primer tramo de la Gran Vía de Salamanca, el del antiguo hotel y residencia del mismo nombre, ha recibido un importante lavado de cara después de años de cierto abandono por el final del último negocio que albergó. Se trata del edificio que hace esquina con la calle la Rosa y que empieza a marcar ya en los primeros números el estilo de la Gran Vía. Que será, como muchos otros de la zona centro, pisos turísticos.
Tras varias semanas de trabajos, se está retirando los andamios y lonas que han protegido la fachada y se aprecian las mejoras. La piedra luce limpia y también destaca el cambio de cerramientos. Un cambio que afecta a esta finca, que da a las dos calles, y que fue en tiempos un hotel justo al lado del edificio que marcó la pauta estética de la calle, el antiguo Teatro Gran Vía.
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La obra se va a extender a todo el inmueble, que además de a Gran Vía y a la lateral de la calle la Rosa da también a la calle Bermejos, a un paso de la plaza de Santa Eulalia. De hecho, se siguen colocando andamios para hacer la misma operación. Según los vecinos de la zona, el inmueble se usará como apartamentos turísticos y se están haciendo reformas en su interior para adaptarlo, aunque ya fue hotel.
Hace 80 años, el Ayuntamiento de Salamanca inició la construcción de uno de sus proyectos más deseados. Iba a ser la conexión diáfana para cruzar la ciudad de norte a sur y, aunque nunca lo fue, se convirtió en uno de los mayores desarollos de trama urbana que ha hecho nunca la ciudad. Se trata de la Gran Vía, una de las vías fundamentales de la ciudad, y para la que se escogió un estilo característico: el historicismo.
Este estilo es el que ha caracterizado a toda la avenida. Tras algunas dudas iniciales, se decidió que sólo se permitiría para la construcción de los edificios en la nueva Gran Vía, a partir de 1944, el estilo historicista que evocaba la arquitectura de otros tiempos y que correspondía con las ideas del régimen franquista en materia arquitectónica.
Fue determinante un hecho para definir su estética, la aprobación del proyecto que el arquitecto Francisco Gil González presentó para el edificio que albergaría el teatro Gran Vía. Su fachada fue considerada como el ejemplo a seguir a partir de entonces y sobre ese modelo se hicieron prácticamente todos los edificios y sedes, con soportales en un lado y sin ellos en el otro.
Uno de los que marca el estilo es el edificio que hace esquina con la calle la Rosa. Se trata de una edificación recogida en el catálogo municipal, con nivel de protección ambiental, y que es arquetípico de la Gran Vía. Según su ficha, está datado en torno a 1950 y de estilo historicista, como el resto de la calle.
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Corresponde con el tratamiento tipo en la acera Oeste de la Gran Vía, es decir, sin soportales. Con su moderado volumen ayuda a configurar el primer tramo de la avenida. Es un edificio de granito en planta baja, sillería de piedra franca, rejerías metálicas y fachada lisa, con decoración barroca.
Su piedra ha quedado ahora reluciente a la espera de que un edificio colindante en la propia calle la Rosa, que albergó las oficinas de una antigua agencia de viajes y autobúses, viajes Albertur, corra la misma suerte y reciba una rehabilitación similar.
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