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Una lluvia de Esperanza riega Salamanca de júbilo y emoción
La procesión extraordinaria de la Hermandad Dominicana dejó una amplia galería de momentos para la historia cofrade en su recorrido durante más de seis horas por las calles salmantinas
186 horas y un sinfín de emociones después, la Esperanza regresó a su casa. 186 horas son las que pasaron desde las 6.00 del sábado 20, momento en el que la virgen de la Hermandad Dominicana partía desde el convento de San Esteban hacia la Catedral, hasta la media noche del sábado 27, cuando regresaba al templo dominico tras una extraordinaria, extensa e histórica procesión a la que no le faltó ninguno de los elementos que todo cofrade desea y teme.
Tras la eucaristía matutina, los pies de la torre de la Catedral eran una multitud impaciente cuando el reloj del corazón de la diócesis salmantina superaba ya las 17.30, la hora prevista de salida, que se demoro apenas unos minutos. Abiertas las puertas, la impaciencia dejó su sitio a la expectación. Trajes, mantillas y charros formaban el amplio cortejo, junto a las representaciones de las diferentes hermandades de Semana Santa y Gloria de la ciudad.
Pero las miradas y los cuellos estirados se dirigían hacia el fondo de la Catedral. Las primeras lágrimas ya se veían entre el público cuando el paso no estaba ni cerca de la puerta. Un golpe de llamador, una niebla de incienso, los primeros compases de la banda Ciudad del Tormes y una orden, la del capataz del palio: «a repartir Esperanza por Salamanca». Y del nervio contenido a la emoción desbordada. Nuestra Señora de la Esperanza superaba el dintel de la puerta del Obispo y Salamanca estallaba en júbilo y devoción.
La primera petalada, la más simbólica. Desde lo alto de la Catedral, la Esperanza era recibida con un intensa lluvia de pétalos sacados de las flores ofrendadas a la Virgen de la Vega en las pasadas fiestas, que este año se decidieron conservar para esta ocasión especial. A lo largo del recorrido se vivieron más petaladas, como en la Rúa, la calle Compañía y la calle Meléndez.
La inesperada lluvia. El elemento más temido por todas las hermandades hizo acto de presencia en dos ocasiones. Un primer chaparrón sorprendió a la hermandad con la virgen girando hacia la Clerecía. Este primer susto duró poco e, incluso, nos dejó una de las imágenes más curiosas de la tarde, con la Esperanza parada bajo la lluvia en la esquina de la Casa de las Conchas y unos recién
casados bajo la lluvia de arroz y pétalos saliendo justo en ese momento de la iglesia. El segundo chaparrón, ya de intensidad y duración considerable, calló con el palio junto a la puerta de la Vera Cruz. Y segunda imagen surgida de la lluvia, con la Esperanza bajo el arco iris. La hermandad afrontó la situación con paciencia y consiguió completar todo su recorrido sin más incidencias.
O, al menos, incidencias meteorológicas. En la plaza del Corrillo, al realizar la «levantá» previa a la entrada a la Plaza Mayor, la corona de la virgen se soltó. Se bajó el paso y dos hermanos se subieron para intentar arreglarla. La procesión estuvo varios minutos parada. Al igual que la lluvia, este pequeño percance nos regaló otra imagen, el de la cabeza de la talla al descubierto, sin corona, que se retiró momentáneamente, y sin tocado, que se movió en la operación. Coronada de nuevo la Esperanza, se reanudó la marcha. Desde ese momento hasta el final el pasó se levantaría a pulso aliviado, incluida la llamada del alcalde delante de la fachada del ayuntamiento, dejando una de las postales de la jornada, con el paso orientado hacia el centro de la plaza, presidiendo el corazón de Salamanca.
Un encuentro histórico y una escena hitchcockiana. Uno de los últimos momentos para el recuerdo de la procesión sería a su llegada a la plaza de Colón. La Congregación de la Santísima Trinidad sacó a Jesús Rescatado a la puerta de la iglesia de San Pablo. En la espera de la Esperanza llegó otra anécdota. El cortejo parado entre la calle San Pablo y Juan de la Fuente.
Se empiezan a oír los tambores y todos los pájaros de los árboles del parque se alborotan, causando otro tipo de lluvia que generó algún grito y que esa parte del cortejo se apartase hacia el otro lado de la calle. Superado este imprevisto, los allí presentes disfrutaron del encuentro entre dos de las devociones más grandes de la ciudad, Nuestra Señora de la Esperanza y Nuestro Padre Jesús Rescatado. Un histórico cruce de miradas entre madre e hijo.
Ya sólo quedaba el regreso al hogar. El paso, tras seis horas y media por las calles de Salamanca, se giraba delante de la puerta del convento de San Esteban, para recibir una última mirada de emoción y dejar un último soplo de Esperanza.