Otra mirada a Salamanca: Prosperidad

Tras dos semanas al lado de la vía del tren, nos alejamos de la misma para adentrarnos en la zona protagonista de la otra mirada número veintiuno. Prosperidad, un barrio de mezclas arquitectónicas y homenaje a los oficios.

Podría decirse que esta es una continuación de la anterior otra mirada. Hace una semana, nuestra vista se quedaba en el abandonado apeadero de la Alamedilla. Si vamos bordeando la vía del tren, llegamos a los Jesuitas, uno de los «pulmones» de la ciudad y principal zona verde del barrio de Prosperidad. En este famoso parque salmantino encontramos a las monumentales torres de la Salamanca histórica asomando en la lejanía entre las copas de los árboles, compitiendo en altura con la fábrica de nubes que parece la gran chimenea de Mirat, en la fachada opuesta del parque.

Salimos por la puerta de abajo y nos encontramos con Mirat. Se ven el ir y venir de operarios y camiones de un lado a otro de la calle. Más adelante, el hogar del arte contemporáneo salmantino. El DA2, la cárcel convertida en museo. En frente, un pequeño y variado polígono. Nuestros ojos se centran en la venta de petardos, por aquello de estar en época de Fallas.

Prosperidad es un barrio de tradición cofrade. Lo vemos en el siguiente punto en el que nos detenemos. El parque del Perdón, donde la hermandad del mismo nombre hacía su acto del indulto y su Vía Crucis cada tarde del Domingo de Ramos, acompañando a uno de los habitantes más ilustres del barrio, el Cristo del Perdón, residente en el convento de Las Bernardas, situado a tan sólo unos metros del parque. Y en la calle que desemboca en este lugar se encuentra la casa hermandad de La Soledad.

Ya callejeando, nos damos cuenta de que Prosperidad también es un barrio de bulevares. En uno de ellos, en el de La Milagrosa, una señora se toma un descanso antes de seguir empujando la compra, mientras llega el murmullo de los niños en el colegio. Alrededor de estos bulevares, un festival de diferentes tipos de construcción. Edificios de viviendas variados en estilo y color, plantas bajas abandonadas o casas antiguas de dos o tres plantas. Esto le da al barrio una mezcla de estilos que crea una identidad.

Por último, la calle principal, el Camino de las Aguas. En él vemos colas para el pan, la alegría de los que van hacia abajo y el resoplido de los van hacia arriba. Y así llegamos al Museo del Comercio, donde, en forma de escultura, se congelaron los oficios, pero, mirando a través de ellos, vemos que el barrio de Prosperidad no se detiene.

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