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Enfrente del nuevo hospital, una pareja pasea entre los colores que la primavera deja en muchos rincones de Salamanca. Allí, las baldosas de la acera dejan paso a un camino de tierra que lleva a un pequeño mirador, justo a los pies del Cerro de San Vicente. Desde este lugar, en el que las paredes tienen ojos (pintados), se puede ver la actividad en torno al complejo asistencial, como lo demuestran las paradas de buses siempre repletas de pasajeros esperando su transporte.
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Nos adentramos en el barrio de San Vicente por la calle en la que se abre esa especie de túnel que lleva a ese vacío en el paisaje que antes era el Hospital Clínico. Hacia abajo, obras; hacia arriba, obras. Nos recibe el edificio a medio derruir en el que se han encontrado restos del pasado histórico y monumental de Salamanca. Lo raro sería no encontrar nada en una calle que desemboca en el origen de Salamanca, el Cerro de San Vicente. Curiosamente, desde este cerro existe la mejor vista del cerro vecino, el de las catedrales. Una vista completa de la torre del conjunto catedralicio y la constatación de lo que parece una nueva tradición salmantina: una grúa al lado de cada monumento. «Alto soto de torres y grúas», diría Unamuno.
Del cerro surgió la ciudad y del barro y casi la nada surgió San Vicente. Un rápido vistazo por sus calles, la mayoría peatonalizadas, muestra la gran similitud entre todas sus viviendas y edificios. En el centro de uno de los bloques más grandes, se encuentra la plaza más solidaria. En la plaza de San Vicente, que parece más bien un enorme patio de vecinos, tienen su sede distintas asociaciones en las que se tratan diversos problemas sociales.
Tras caminar por una de las pocas calles en las que el asfalto le ganó la batalla a los adoquines, llegamos al apartado monumental y turístico. La hospedería de Fonseca, desde donde podemos observar (y oír) el Colegio Maestro Ávila, el auditorio de San Blas y parte del perfil que dibujan en el cielo salmantino la Clerecía y la Catedral (también la cúpula de la Purísima es visible desde otras calles del barrio). Bajamos la empinada Cuesta de San Blas para terminar nuestro paseo en la Vaguada. La pirámide que homenajea a la Constitución y el Palacio de Congresos son los grandes atractivos de esta vía de entrada a la Salamanca monumental.
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